Si
no pasa nada raro, este será el último artículo de este 2019, y voy a
aprovechar para dar un vistazo a cómo está el patio internacional, en un año de
continuidad, sin enormes sobresaltos, pero que se mantiene en la tendencia de
incremento del desorden global. Reglas e instituciones que se fueron creando
después de la II Guerra Mundial y que han configurado el mundo que vivimos se
tambalean, empujados en muchos casos por la gran nación que les dio forma y
poder. El actual bloqueo de la OMC, que la condena a la irrelevancia, es una
buena muestra de las consecuencias de este, cada vez mayor, desgobierno global.
Si
hay una palabra que resume el año, con todo lo sesgado y arbitrario que es una
elección de este tipo, para mi es Huawei. El gigante tecnológico y empresarial
chino ha sido el centro de enormes noticias y lugar privilegiado en el que se
ha desarrollado el cada vez más intenso pulso entre los EEUU y China, en un
proceso de, no se si llamarlo relevo, pero sí transición de poder. China
continua imparable su ascenso al trono del poder global, y cada año que pasa el
número de estadísticas que corona crece sin cesar. Aupada en una economía
dirigida por un régimen autoritario, que practica un capitalismo salvaje sin
derechos ni libertades, su sistema cada vez influye más en el mundo, y su
presencia se dispara. Frente a ella se sitúan unos EEUU que siguen siendo los
líderes del mundo en casi todo lo importante, pero cuyo peso relativo global
desciende sin parar, de manera inevitable por el incremento chino, dirán
algunos con razón, pero también por problemas internos, inherentes a toda gran
nación que soporta el coste de sostener un imperio global. El recelo entre
ambas naciones es creciente y las hostilidades, de momento, sólo se dan en
áreas no militares, y ha sido este 2019 el año en el que, para muchos, se ha
inaugurado una nueva guerra fría entre superpotencias, con todos los matices
que requiere usar un concepto que tenía mucho más sentido en la segunda mitad
del pasado siglo XX. China y EEUU recelan mutuamente, se saben rivales, se
tienen respeto y, cada vez, más miedo, y los encontronazos crecen. A lo largo
del año hemos visto picos y valles en la tensión entre ambas naciones, que
dirimen su batalla de momento en el mundo económico y comercial, y es
precisamente ahí donde Huawei ha irrumpido como pieza de caza. Su
veto por parte de Trump a mediados de mayo generó una enorme polvareda, un
terremoto bursátil y la misma sensación de ataque que provocaban antes las
guerras relámpago. Como toda empresa china, el gobierno de Beijing decide
mucho, muchísimo, en su interior, y vetar a una empresa de ese país es hacerlo
a su gobierno. A lo largo del año el caso Huawei ha ido de más a menos, y ahora
parece que estamos en una fase de acuerdo comercial entre ambos países, pero la
tensión permanece. China invierte recursos sin límite en I+D+i y eso le está
permitiendo ser líder global en tecnologías como en 5G, donde Huawei es capaz
de todo, o la inteligencia artificial, espoleada además por la posibilidad de
implantar nuevas capacidades tecnológicas sin el freno que supone respetar
derechos civiles en un país donde los habitantes siguen siendo, en parte, súbditos
del estado. Su dominio asusta a las empresas y naciones de occidente, que hasta
hace nada eran las líderes globales en innovación y tecnología, y sabían que
eso abría las puertas de los mercados y espoleaba el crecimiento económico (no,
en España seguimos sin aprender la lección). Bloquear Huawei es una manera de
reconocer que no se puede competir con ella, que es un caballo de Troya tecnológico
en los sistemas globales de naciones que poseen grandes recursos inmateriales
de enorme valor para el gobierno chino, y que por tanto deben ser defendidos
con barreras. Frente al GAFA norteamericano (Google, Apple, Facebook, Amazon)
esté el BAT chino (Baidu, Ali Baba, Tencent). Y esa competición dual no deja de
crecer y extenderse.
¿Vamos
a un internet dividido en un mundo enfrentado que se da la espalda? Quizás, no
lo se. Las dimensiones del mercado local chino, incomprensiblemente grandes
para mi entendimiento, le permiten sobrevivir sólo con sus consumidores, como
le podría pasar al sistema occidental. Es casi seguro que 2020 y años
superiores sean testigos del enraizamiento de esta lucha de y de sus
consecuencias, cada vez más visibles en los mercados y en nuestra vida global.
Hay quien señala, en el mundo de los paralelismos razonables, que ahora mismo
Hong Kong es el nuevo Berlín, donde esos dos mundos se miran y amenazan no sólo
con billetes y teléfonos. Pudiera ser. En todo caso esta disputa condicionará
nuestras vidas, lo queramos o no.
Si
todo va bien, el siguiente artículo será el viernes 3 de enero. Disfruten de las
fiestas, sean felices, no hagan excesos con la comida y sí con los amores, y pásenlo
muy bien.