viernes, diciembre 20, 2019

Esto se acaba. Resumen internacional del año


Si no pasa nada raro, este será el último artículo de este 2019, y voy a aprovechar para dar un vistazo a cómo está el patio internacional, en un año de continuidad, sin enormes sobresaltos, pero que se mantiene en la tendencia de incremento del desorden global. Reglas e instituciones que se fueron creando después de la II Guerra Mundial y que han configurado el mundo que vivimos se tambalean, empujados en muchos casos por la gran nación que les dio forma y poder. El actual bloqueo de la OMC, que la condena a la irrelevancia, es una buena muestra de las consecuencias de este, cada vez mayor, desgobierno global.

Si hay una palabra que resume el año, con todo lo sesgado y arbitrario que es una elección de este tipo, para mi es Huawei. El gigante tecnológico y empresarial chino ha sido el centro de enormes noticias y lugar privilegiado en el que se ha desarrollado el cada vez más intenso pulso entre los EEUU y China, en un proceso de, no se si llamarlo relevo, pero sí transición de poder. China continua imparable su ascenso al trono del poder global, y cada año que pasa el número de estadísticas que corona crece sin cesar. Aupada en una economía dirigida por un régimen autoritario, que practica un capitalismo salvaje sin derechos ni libertades, su sistema cada vez influye más en el mundo, y su presencia se dispara. Frente a ella se sitúan unos EEUU que siguen siendo los líderes del mundo en casi todo lo importante, pero cuyo peso relativo global desciende sin parar, de manera inevitable por el incremento chino, dirán algunos con razón, pero también por problemas internos, inherentes a toda gran nación que soporta el coste de sostener un imperio global. El recelo entre ambas naciones es creciente y las hostilidades, de momento, sólo se dan en áreas no militares, y ha sido este 2019 el año en el que, para muchos, se ha inaugurado una nueva guerra fría entre superpotencias, con todos los matices que requiere usar un concepto que tenía mucho más sentido en la segunda mitad del pasado siglo XX. China y EEUU recelan mutuamente, se saben rivales, se tienen respeto y, cada vez, más miedo, y los encontronazos crecen. A lo largo del año hemos visto picos y valles en la tensión entre ambas naciones, que dirimen su batalla de momento en el mundo económico y comercial, y es precisamente ahí donde Huawei ha irrumpido como pieza de caza. Su veto por parte de Trump a mediados de mayo generó una enorme polvareda, un terremoto bursátil y la misma sensación de ataque que provocaban antes las guerras relámpago. Como toda empresa china, el gobierno de Beijing decide mucho, muchísimo, en su interior, y vetar a una empresa de ese país es hacerlo a su gobierno. A lo largo del año el caso Huawei ha ido de más a menos, y ahora parece que estamos en una fase de acuerdo comercial entre ambos países, pero la tensión permanece. China invierte recursos sin límite en I+D+i y eso le está permitiendo ser líder global en tecnologías como en 5G, donde Huawei es capaz de todo, o la inteligencia artificial, espoleada además por la posibilidad de implantar nuevas capacidades tecnológicas sin el freno que supone respetar derechos civiles en un país donde los habitantes siguen siendo, en parte, súbditos del estado. Su dominio asusta a las empresas y naciones de occidente, que hasta hace nada eran las líderes globales en innovación y tecnología, y sabían que eso abría las puertas de los mercados y espoleaba el crecimiento económico (no, en España seguimos sin aprender la lección). Bloquear Huawei es una manera de reconocer que no se puede competir con ella, que es un caballo de Troya tecnológico en los sistemas globales de naciones que poseen grandes recursos inmateriales de enorme valor para el gobierno chino, y que por tanto deben ser defendidos con barreras. Frente al GAFA norteamericano (Google, Apple, Facebook, Amazon) esté el BAT chino (Baidu, Ali Baba, Tencent). Y esa competición dual no deja de crecer y extenderse.

¿Vamos a un internet dividido en un mundo enfrentado que se da la espalda? Quizás, no lo se. Las dimensiones del mercado local chino, incomprensiblemente grandes para mi entendimiento, le permiten sobrevivir sólo con sus consumidores, como le podría pasar al sistema occidental. Es casi seguro que 2020 y años superiores sean testigos del enraizamiento de esta lucha de y de sus consecuencias, cada vez más visibles en los mercados y en nuestra vida global. Hay quien señala, en el mundo de los paralelismos razonables, que ahora mismo Hong Kong es el nuevo Berlín, donde esos dos mundos se miran y amenazan no sólo con billetes y teléfonos. Pudiera ser. En todo caso esta disputa condicionará nuestras vidas, lo queramos o no.

Si todo va bien, el siguiente artículo será el viernes 3 de enero. Disfruten de las fiestas, sean felices, no hagan excesos con la comida y sí con los amores, y pásenlo muy bien.

jueves, diciembre 19, 2019

Mi lista de libros de 2019


Recomendaciones de lectura de 2019, entre los muchos libros leídos a lo largo de este años. Recuerden que no tienen por qué ser libros editados en este año sino los que más me han gustado de entre los leídos. Señalar que, salvo los ganadores de cada categoría, el orden del resto de libros reseñados no indica una mayor o mejor calidad,

Mejor libro de ficción. Como el año pasado, disputado entre dos títulos
El colgajo, de Philippe Lançon, editorial Anagrama, 448 páginas 
* Berta Isla, de Javier Marías, editorial Debolsillo, 544 páginas (casi casi ganador)
* La desaparición de Joseph Mengele, de Olivier Guez, editorial Tusquets, 256 páginas
* La peor parte, de Fernando Savater, editorial Ariel, 264 páginas
* El poder, de Naomi Alderman, editorial Rocabolsillo, 352 páginas
* El pasajero, de Ulrich Alexander Boschwitz, editorial Sexto Piso, 248 páginas
* La hija de la española, de Karina Sainz Borgo, editorial Lumen, 200 páginas
* Infiel, de Joyce Carol Oates, editorial Debolsillo, 544 páginas
* El terror, de Dan Simmons, editorial Rocabolsillo, 768 páginas
* Los millones, de Santiago Lorenzo, editorial Blackie Books, 250 páginas
* Lejos del corazón, de Lorenzo Silva, editorial Booket, 384 páginas
* Lincoln en el bardo, de George Saunders, editorial Booket, 448 páginas

Mejor libro de no ficción. Otra vez virtual empate.
Los amnésicos, de Géraldine Schwarz, editorial Tusquets, 400 páginas
* Orwell y Churchill, de Thomas Ricks, editorial Península, 432 páginas (casi casi ganador)
* La medida de los héroes, de Andrea Marcolongo, editorial Taurus, 288 páginas
* El poder de las historias, de Martin Puchner, editorial Crítica, 416 páginas
* El fatal destino de Roma, de Kyle Harper, editorial Crítica, 512 páginas
* Babel, la vuelta al mundo en 20 idiomas, de Gaston Dorren, editorial Turner, 424 páginas
* Fake news en la antigua Roma, de Néstor Marqués, editorial Espasa, 368 páginas
* La música invisible, de Stefano Russomanno, editorial Fórcola, 204 páginas.
* Apolo 11, de Eduardo García Llama, editorial Crítica, 456 páginas
* Magallanes: El hombre y su gesta, de Stefan Zweig, editorial Capitán Swing, 256 páginas
* Tiempos de ninguna edad, de Antonio Santos, editorial Cátedra, 512 páginas
* Los hombres del norte, de John Haywood, editorial Booket, 520 páginas

Esto se acaba. Resumen nacional del año


Sí, 2019 se nos va, y toca hacer resumen del año, costumbre extendida, vilipendiada por no pocos, pero que es necesaria. Cosas de la vida, el día de ayer fue un perfecto condensado de lo vivido en este loco año, en el que la política se ha enfangado en medio de comunicados interesados de parte, que nada tienen de verdad, y la violencia, fruto del independentismo, ha convertido calles en Barcelona en modernas versiones del Bilbao de los noventa, demostrando que una cosa es el progreso y otra la realidad, y que muchos de los que se visten falsamente de lo primero no son sino vulgares trogloditas que desean cavernas para todos los demás que no comulguen con sus ideas totalitarias

La sensación que me viene cuando termina el año es no sólo de tiempo perdido, sino también de decadencia. Haber tenido que acudir a dos elecciones frustrantes, veremos a ver si también frustradas, hace que no sean necesarias muchas palabras más para definir nuestra situación. La ingobernabilidad se ha extendido por todas partes a medida que el ejecutivo central convierte su provisionalidad en la manera habitual de vivir, y el sectarismo de las formaciones no deja de crecer. Se ha producido la casi liquidación de una formación centrista y el explosivo crecimiento de un partido de extrema derecha, que rivaliza con la extrema izquierda en actitudes y declaraciones absurdas, peligrosas, nada constructivas. El problema del nacionalismo catalán sigue enquistado, y así estará durante las próximas dos o tres décadas, y los que pretenden creer que en una negociación exprés en la que el ejecutivo ceda a todo encontrarán la solución al problema es casi seguro que sólo crearán problemas mayores. Si algo tiene de bueno la situación actual es que, poco a poco, la sociedad puede descubrir que el gobierno no es necesario para todo, que posee instrumentos propios para arreglar sus problemas y que el pulso del día a día lo desarrollamos todos los que vivimos en el país, no sólo los que pretenden ser gobernantes, o juegan infantilmente a ello. La economía sigue creciendo con unos presupuestos que van camino de ser las tablas eternas de la ley fiscal y, aunque debilitadas, las tasas de creación de empleo y de PIB siguen siendo muy positivas, sobre todo si miramos nuestro entorno. La deuda pública sigue desmadrada y crece el problema de su gestión a largo plazo, dado que a corto nadie parece interesado en meterla en vereda. De hecho, todo lo que sean debates de largo plazo, como la educación, las pensiones, la demografía o el reto de la inteligencia artificial brillan por su ausencia en un patio nacional de ráfagas de tuits afilados, donde el posicionamiento debe ser instantáneo, sectario, sesgado y bien cuadrado respecto a la línea ideológica a la que uno se supone que debe pertenecer. Prietas las filas de los nuestros, vienen a decir todos. Esa polarización todavía, por fortuna, no ha calado en la calle y en el día a día, aunque de tanto insistir será inevitable que lo haga. La crónica negra, a la que tan aficionada es parte de nuestra sociedad (no logro entenderlo) ha proporcionado casos jugosos donde el morbo ha seguido predominando sobre el hecho informativo, y la degeneración de ciertos medios es ya evidente en estos aspectos. Cuestiones como la violencia machista han seguido, tristemente, ocupando portadas y espacios, una violencia que no es ahora más frecuente de lo que lo era en el pasado, de hecho creo que nunca la ha habido menos, pero que ahora es denunciada en masa y conocida por todos. Sabido es que para arreglar un problema primero hay que ser conscientes de que existe y enfrentarse a él, y en esos momentos ese problema lo domina todo, y parece que no hay otra cosa.

Como siempre, las noticias que leemos hacen referencia a lo malo que pasa a nuestro alrededor, porque por definición, las buenas noticias no son noticiosas. El ruido puede aturdirnos, pero no debiera cegarnos. Pese a nuestros problemas diarios, vivimos en uno de los países más seguros, desarrollados, civilizados, democráticos y prósperos del mundo. Si la muerte de inmigrantes que tratan de llegar a nuestras costas se produce es porque somos frontera y destino, porque la gente se mata por llegar aquí. El no valorar lo que tenemos es la mejor manera de conseguir depreciarlo, devaluarlo, deteriorarlo. Hay que mejorar muchas cosas, obviamente, pero no seamos ciegos a una realidad de prosperidad que, en el mundo, es cegadora. No seamos como nuestros políticos que, nos guste o no, son parte de nosotros mismos.

miércoles, diciembre 18, 2019

Mascar chicle hace seis mil años


En los descubrimientos del pasado juega un papel fundamental la tecnología y la pura suerte. A veces, de casualidad, se encuentran restos o pistas que nos ayudan a componer el puzle de lo que fue o hubo en algún momento, y cada pieza vale la información que somos capaces de extraer de ella. A veces algunas piezas descolocan, como las pinturas rupestres encontradas hace unos días en Indonesia. Datadas hace unos 46.000 años, suponen prácticamente duplicar, de golpe, la antigüedad de los registros de este tipo, y nos llevan a pensar que la capacidad de representación y lo que entendemos como humano es algo mucho más antiguo y profundo de lo que pensábamos. Quién sabe cuántas pinturas yacen en cuevas olvidadas, esperando a ser descubiertas, y qué nos dirán de nosotros mismos.

Ayer, sin ir tan lejos en el tiempo, pudimos hacer un viaje de seis mil años al pasado gracias a algo parecido a un chicle. Se ha publicado un artículo científico en el que unos expertos habían analizado una resina de abedul mascada por alguien en esa remota edad del tiempo. No parece que sea este el primer chicle descubierto de las eras antiguas, pero sí es el primero en el que se han encontrado restos de ADN de la persona que pasó un rato con él en la boca, y esas trazas genéticas, unidas a la capacidad que poseemos para leer la molécula maestra de la vida nos permite acceder a una información que, hace pocos años, sería simplemente inimaginable. La resina mascable ha sido hallada en lo que hoy en día es Dinamarca, y corresponde a una mujer de procedencia relacionada con las tribus de cazadores de la Europa continental, no de las poblaciones originarias que ocupaban esas tierras escandinavas. Lola, que así ha sido apodada esta mujer, sufría de problemas dentales, que con casi toda seguridad le acarrearían la pérdida futura de alguna de sus piezas. Los rastros de la goma mascable no acaban ahí, porque se ha podido determinar que antes de entretener sus mandíbulas con el chicle Lola cenó pato y avellanas, lo que es una dieta bastante sana para la época actual (y casi para la presente). Resulta curioso que ese pedazo de ungüento masticable, que intuyo que ahora tendrá una consistencia sólida por el paso del tiempo, sea capaz de darnos tanta información, y nos permita imaginar la escena en la que tras la cena, no se sabe si sola o en compañía, Lola disfruta de un momento de relax masticando, sin pensar en mucha cosa. Es imposible saber lo que pasaría en ese momento por su cabeza, qué pensaba, en qué creía, qué le preocupaba, a quién amaba, pero uno piensa en esa escena y es imposible no encontrarle un cierto aire familiar, un regusto a lo que nos pasa a cada uno de nosotros hoy en día, cuando terminamos de comer o cenar, y durante unos instantes miramos a la nada y pensamos un poco, buscamos algo de relajo, pasar el tiempo. Nada de la vida de Lola es como la nuestra, y casi seguro que cualquiera de nosotros no sobreviviría más allá de unos pocos días en su mundo, que se nos haría tan ajeno a nuestras mentes como lo sería el nuestro para ella. Su visión de lo que hoy es Dinamarca sería sorprendente, completamente ajena. Y lo mismo para nosotros contemplar una Europa de bosques salvajes, agrestes, violentos y despiadados, donde la supervivencia sería una lucha constante y lugares como Londres o París serian, seguramente, la nada absoluta. El planeta en el que vivía Lola es otro comparado con el nuestro, pero la sensación de relajo y calma que le aportó aquel momento en el que mascaba la goma es plenamente humana, la vivimos y buscamos hoy mismo en nuestras vidas de la misma manera que la vivía y buscaba ella. Si Lola hubiera nacido hoy, aquí, a buen seguro sería indistinguible de nosotros, como pasaría si alguno de nosotros naciéramos en esa época. Sus genes son iguales que los nuestros, permiten la creación de un mismo tipo de especie, el ser humano, con sus características físicas y potencialidades intelectuales idénticas. El libro de instrucciones para crearnos es el mismo, la misma estructura de ADN.

Hasta hace no demasiados años este trozo de goma de mascar sería, como mucho, una curiosidad que no aportaría demasiado a un yacimiento, pero este es un excelente ejemplo de cómo la tecnología no sólo cambia nuestras vidas presentes, sino que nos abre a un mundo de conocimiento que altera, profundiza y desvela todo lo que nos rodea, incluyendo lo pasado, de lo que conocemos mucho menos de lo que creemos. Nuestra capacidad de convertir restos aparentemente inútiles en válidas piezas del puzle crece sin cesar, y puede llegar a ofrecernos estampas tan interesantes, y conceptualmente intensas, como la de Lola, divagando tras la cena, en un bosque danés de hace seis mil años.

martes, diciembre 17, 2019

Sánchez, negociando


¿Se acuerdan de aquellas voces que daban por hecha una investidura antes de Navidad? Entre ellas había agoreros que señalaban, como muy tarde, los días anteriores a Nochevieja como los elegidos para investir a Sánchez presidente y formar gobierno. Voces que, como casi todas, halan de parte y muestran interés de partido, pero que, como todas ellas, parecen carecer de información cierta, como si realmente no supieran de qué hablan. A una semana exacta de Nochebuena el panorama político parece estancado y los gestos negociadores no parecen pasar de poses y meras fotos. Como yo tampoco tengo ni idea no se si habrá movimientos certeros de fondo, pero la verdad es que parece que vivimos en la nada absoluta.

Dentro de sus “rondas de contactos” que buscan institucionalizar esta nadería y elevar aún más el rango de presidenciable de un cargo que, por definición, no lo es, Sánchez llamará esta mañana a los presidentes autonómicos en orden de protocolo, lo que hace que Torra sea el segundo al que le suene el teléfono. Esta ronda de llamadas es bastante inútil, porque los presidentes de las CCAA no votan ni deciden (y si lo hicieran parece que le PSOE tendría menos apoyos propios que los que cuenta como diputados). Se ha acusado a Sánchez de sacarse de la manga esta ronda ficticia para normalizar el hecho de que llame a un Torra que sigue instalado en la desobediencia civil y, recordemos, aún no ha condenado los gravísimos disturbios vividos en Barcelona hace unos meses. Conociendo al personaje, quizás le sigan poniendo aquellas escenas y se las reproduzca en bucle en el salón de su gobierno cuando esté aburrido, dado que no ejercita su cargo, animando a los alborotadores y gritando eso de “apreteu” a la más mínima. Que la investidura de Sánchez dependa de sujetos de esta calaña muestra hasta qué punto ha degenerado la política nacional y hasta dónde llega la irresponsabilidad de las fuerzas mayoritarias, que debieran verse obligadas a pactar entre ellas. Lo repito allá donde me pregunten, lo haga quien lo haga, una salida a este embrollo que no sea la de un pacto PSOE PP será nefasta, y entre las múltiples posibilidades alternativas puede haber varios grados de negritud, pero ninguna luz. ¿Qué tiene que pasar para que PSOE y PP pacten? Lo cierto es que no lo han hecho nunca, y ya debieron acordar en los momentos de la debacle de 2008, cuando es cierto que el PP ganó con mayoría absoluta, pero casi quiebra el país durante una serie de años que fueron los peores para nuestra economía y, por tanto, para toda la sociedad. Sólo se han puesto de acuerdo para un tema de los muy gordos, que fue la votación conjunta para la implantación del artículo 155 tras la intentona golpista de octubre de 2017 en Cataluña, nada más. En ese caso, y ante lo que vivíamos, no es que urgiera, es que era impensable que, aun contando con mayoría absoluta, el PP afrontase sólo esa situación, y lo mismo diría en un supuesto simétrico, porque el riesgo de fractura social era lo suficientemente grave como para que la unidad se manifestara con toda su influencia y poder. Ahora, atascados en el limbo político tras unas segundas elecciones que han generado un panorama mucho más difícil que el que nos dejaron los comicios de abril, el PSOE organiza reuniones negociadoras de contenido desconocido, rematadas por comunicados tan escuetos como mal redactados, y la sensación es que no se avanza nada hacia ninguna parte. Si acaso se comprueba que la capacidad de enmendarse la palabra a sí mismo es infinita para un Sánchez que vende un discurso y su contrario con horas o días de diferencia sin rubor alguno. Si uno lee a los medios afines al gobierno el pacto está casi hecho y no se cede ante los soberanistas. Si uno lee a los medios contrarios el pacto está muy avanzado y Sánchez ha vendido hasta el rosario de su madre (y no les cuento el país) con tal de permanecer en el poder. Y la verdad, quizás, sea que ni hay acuerdo ni se le espera.

Uno de los mayores problemas a los que se enfrenta el PSOE en estas negociaciones, y Sánchez en particular, es el contorsionismo al que antes me refería. Tantas veces se ha desdicho el presidente y ha alterado su discurso y posición que ha devaluado su palabra hasta el extremo. ¿Cuánto vale una promesa política de Sánchez? Tanto como la moneda argentina. Y eso no lo admiten ni las fuentes del gobierno ni, por supuesto, los medios propios, pero lo sabe todo el mundo, y el personal empieza a actuar como tal, exigiendo compromisos firmados, escritos, respaldados por documentos que permitan pillar a Sánchez en los renuncios que, a cada paso, va dejando allá por donde negocia o, simplemente, habla. Menudo panorama, a una semana de Nochebuena.

lunes, diciembre 16, 2019

Lecciones británicas para políticos desnortados


El clarísimo resultado de las elecciones británicas del pasado jueves ofrece numerosas lecciones para políticos de todo tipo, especialmente para las formaciones que, como el laborismo, salieron muy derrotadas de las urnas. Johnson no me cae bien, pero hizo la campaña que tenía que hacer y ha cosechado una victoria incontestable. Su gobierno no va a ser un paseo y, como europeísta convencido que soy, creo que es una tragedia que el continente y el Reino Unido firmen un acuerdo de separación, cuando son dos partes de una misma integridad, pero de momento es lo que hay. Y no es Johnson el principal culpable de que este sea el final de la historia, dado que él era proseparación, sino los que debieron luchar por seguir en la Unión y no lo hicieron.

Resumiéndolo mucho, tres son los errores cometidos por el laborismo para alcanzar el nivel de fracaso en el que vive ahora. El primero de ellos es, precisamente, el Brexit, o más bien su tibia postura ante ese tema. Cuando el país vive completamente dividido entre permanecer o quedarse, cunado la fractura social ha permeado todas las capas que podamos imaginar que conforman el mundo británico, los laboristas adoptan una posición de perfil y eluden el tema, presentándose a la campaña con una idea de renegociación confusa y con la alternativa de la salida blanda frente a la salida dura. La única opción que tenían era la de enarbolar, con fuerza, la bandera del “remain”, permanecer, y convertir estas elecciones en una especie de segundo referéndum en el que se volviera a medir un pulso entre una y otra idea. No lo hicieron, dejaron escapar esa oportunidad y, con razón, hoy muchos europeístas nos sentimos traicionados porque un partido que, se supone, nos defendía, nos dejó en la estacada. El segundo error fue del de acudir a las elecciones con un programa que quizás hubiera tenido sentido para las formaciones eurocomunistas de los setenta, pero que hoy en día es un auténtico disparate. Nacionalizaciones a mansalva, intervención estatal impropia de una sociedad moderna, colectivismo rescatado de trasnochadas ideas comunistas… el programa laborista no había por dónde cogerlo y era una auténtica afrenta no ya al ideario moderno de una Europa social y de mercado, sino un disparo a la línea de flotación de las creencias británicas, donde el sentido de la responsabilidad e iniciativa personal está mucho más arraigado que en nuestras tierras (debiéramos aprender de ellos en estos sentidos). Esas propuestas generaban un terror por parte de muchos votantes y una huida de los mismos hacia otras formaciones o, directamente, hacia casa, a no votar. Con propuestas así el laborismo no va a ir a ninguna parte, bueno, sí, a la ruina, como otras muchas formaciones socialdemócratas que agonizan, como la francesa. El tercer error, que resume los anteriores y los encarna, es la figura de Jeremy Corbyn, el líder del partido, un personaje oscuro, gris, pero no en el sentido de frío y plano, sino en el de negatividad asociada a esos tonos de color. Alguien que vive en un mundo ideológico trasnochado, un personaje que, en el fondo, es pro brexit porque añora tiempos soviéticos y para él la UE no es sino la reunión de mercaderes que se decía en el tiempo de los bloques. Un personaje al que la historia superó hace mucho tiempo pero que, ciego, ha decidido remar contra ella. Y ya se sabe que tratar de remontar ríos y cascadas exige una enorme fuerza, pericia y suerte. Nada de eso contiene un candidato como Corbyn, el gran fracasado de la noche del jueves. No ha dimitido (no sólo en España los políticos no lo hacen) y amenaza con liderar el proceso de búsqueda de un sucesor, por lo que lo emponzoñará. El laborismo debe sentarse en el rincón de pensar y reflexionar sobre lo que le ha pasado.

Corolario. Una de las decadencias laboristas más intensa se ha dado en Escocia, y esta historia sí que nos suena. Cada vez más proclive a flirtear con el nacionalismo local, los votantes han abandonado la copia laborista por el original independentismo escocés, y si hace apenas diez años el laborismo siempre sacaba mayoría absoluta en aquella región ahora es casi inexistente. Piense usted en el socialismo en Cataluña y los paralelismos son más que notables. Y todas esas cesiones al nacionalismo, que es egoísta y de derechas por definición, por formaciones que se dicen de izquierdas. Así es lógico que no les acaben votando ni los suyos.

viernes, diciembre 13, 2019

Boris Johnson arrasa en Reino Unido


Los resultados aún son preliminares, pero no dejan lugar a ninguna duda. Boris Johnson no ha ganado, ha arrasado en las elecciones celebradas ayer en el Reino Unido. La mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes se sitúa en 326 y el resultado final de los conservadores se puede llegar a la cota de los 360, por lo que su éxito es incontestable. La actual mayoría incapaz sobre la que se asentaba su gobierno torna ahora a un soporte fijo sobre el que podrá ejercer sus funciones de primer ministro sin muchas cortapisas, algo que no se produce en aquel país desde que May adelantó las elecciones tras ser nombrada en sustitución del innombrable Cameron.

El éxito de los conservadores es también el fracaso de los laboristas, y si Johnson hoy puede levantarse triunfante y con el pelo alborotado (como siempre) por una buena razón, el muy incapaz de Corbyn debiera estar ya empaquetando sus enseres y abandonando la sede de un partido laborista al que ha llevado al peor resultado desde la década de los años treinta del siglo pasado. No llega a los 200 escaños, su fuerza es nula y ha perdido feudos históricos en los que su voto estaba más anclado a las urnas que la mugre depositada en los viejos ladrillos de las casas. Corbyn encarnaba lo peor de un movimiento izquierdista extremo, que jugaba a rememorar los años marxistas de su lejana juventud en pleno siglo XXI, y que no se ha decantado en el debate del Brexit salvo para opinar más bien a favor el mismo cuando le han forzado a expresarse. También ha representado una siniestra ala del izquierdismo caracterizada por un antisemitismo larvado y apenas escondido, dando vergüenza ajena algunas de sus opiniones y, sobre todo, silencios. Lo peor, sin duda, de este laborismo de Corbyn ha sido que ha desperdiciado la gran oportunidad de enfrentarse a los conservadores encabezando, sin disimulos, sin tapujos, la bandera del “remain” la permanencia en la UE. La sociedad británica sigue muy dividida en torno a este asunto, pero frente a la dispersión de los votantes que desean volver a la UE, Johnson ha sabido concentrar el deseo de marcha de los que votaron salir en el referéndum de hace ya tres años, y lo que es más importante, ha conseguido con este movimiento capitalizar voto obrero que siempre ha sido laborista, y que ahora, movido por la promesa de un nuevo país tras la salida, se ha decantado por los conservadores. Con un partido conservador desgarrado por el brexit, con división entre sus familias internas y un candidato tan peculiar como Boris, la oportunidad que tenían los laboristas por delante era enorme, y de poseer un candidato de verdad y un programa moderno y europeísta quizás lo hubieran logrado, o al menos conseguido que la mayoría absoluta no existiera, pero no ha sido así. El suicidio laborista en Reino Unido es un aldabonazo para muchas formaciones progres de todo el continente que se están escorando hacia mensajes de izquierda pasados de moda (y lo peor, ineficientes) sin conseguir nada a cambio, excepto derrotas y derrotas. En estas elecciones el que aquí escribe no hubiera votado ni por los conservadores ni por los laboristas, sino por los liberales demócratas, que han quedado relegados a una tercera posición (nacional) muy mediocre y sin apenas valor en sus pocos escaños. El desbarre que ha mostrado la política británica ha sido tal que estas elecciones obligaban a escoger entre alternativas nefastas y horrendas. Así no hay manera de cohesionar una sociedad y que esta pueda avanzar a ninguna parte.

He puesto la coletilla de nacional en el resultado de los liberales porque, en escaños, la tercera formación del parlamento británico son los nacionalistas escoceses, que han arrasado, consiguiendo 55 de los 59 escaños que se disputaban allí. Proeuropeos y con aires independentistas, su posición se refuerza enormemente tras los resultados de ayer, y obliga a pensar que, junto con el problema irlandés ahora que se va a ejecutar el Brexit en pocos días, la U de Unido que acompaña al Reino va a haber que escribirla, de momento, en minúscula, porque las tensiones territoriales de esa nación se van a disparar, y de rebote nos afectarán aquí. Aclaran mucho el panorama los resultados de ayer, pero crean nuevos inquietantes problemas.

jueves, diciembre 12, 2019

Postureo climático


Era de esperar que Javier Bardem la montase. Escogido por no se quién para leer uno de los alegatos en la principal manifestación convocada con motivo de la cumbre del clima, su carácter y formas no debieron sorprender a nadie. Él es famoso, excelente actor e ideológicamente un cegado de sus ideas. En cierto modo su actitud insultante fue un regalo para los (pocos) que están en contra de esta cumbre y el que posteriormente se disculpase no evita la sensación de que, en esto también, el maldito sesgo ideológico que nos posee haya contaminado, nunca mejor dicho, un debate que trasciende ideas, personas y fronteras. Pero así de estúpidos somos, que diría Bardem de todos menos de él mismo.

Una de las consecuencias de la cumbre y del revuelo mediático organizado en torno a ella es lo que denomino el postureo climático, que no es otra cosa que tratar de vender el mensaje ecologista y vestirse como tal llevando una vida completamente ajena a dichos postulados. Millonarios de todo tipo y procedencia, con trenes de vida desbocados que generan emisiones gigantescas pregonan por charlas en todo el mundo la necesidad de que pobres y clase media, como usted y yo, nos apretemos el cinturón y dejemos de contaminar por el bien del planeta, y su discurso estaría bien si fuera coherente. ¿Entra en la coherencia el comportamiento absurdo de Greta a la hora de viajar de un lugar a otro? No, porque, aunque no contamina directamente solo es sostenible si unos cuantos millonarios sostienen su forma de desplazarse. ¿Qué hay del uso de las videoconferencias? Una estrella mediática puede estar hoy en día en cualquier parte del mundo sin tener que usar su jet privado con el uso de tecnologías limpias, que transmiten su mensaje de la misma manera. Pero, ay, qué estrella global va a renunciar a su jet privado, a su yate privado, a sus mansiones y demás objetos asociados a la imagen del lujo, que entre otras cosas son grandes emisores de CO2. El mismo presidente del gobierno, el eterno en funciones Sánchez, mantiene un discurso ecologista para los medios y el electorado, pero usa los aviones privados no sólo cuando es necesario, que no pocas veces lo es, sino para asuntos tan triviales como asistir a festivales de verano. Ese postureo de las celebridades, que visten de verde un comportamiento la mayor parte de las veces aberrante para que su actitud sea comprada por el público se da también en numerosas empresas, que han visto como este año 2019 se ha dado el boom del negocio climático, al que van a acudir como moscas a la miel, algunas con conciencia, otras con mucha hipocresía, todas ellas, como es lógico, a la caza de beneficios económicos en un mercado en el que la etiqueta verde permite subir precios y generar distinción ante la clientela, aunque detrás de ese verde no haya nada. Energéticas y otro tipo de industrias que, por la tecnología actual y la necesidad imperiosa de producir kilovatios se encuentran entre las más contaminante, son las que patrocinan eventos como esta cumbre y esconden sus emisiones en forma de encartes publicitarios y cortinillas en medios de comunicación, necesitados como los que más de inversiones publicitarias para cuadrar sus cada vez más exiguas cuentas. Basta una cintilla, en tono verdoso, con el logo de la empresa y alguna información medioambiental para ejercitar lo que en inglés se denomina “greeenwashing” lavado verde, una forma de esconder debajo de la alfombra ecológica las miserias de cada uno y, de paso, dar un zarpazo a la competencia en este nuevo mercado en el que, como todos, el marketing es el rey y señor. ¿Qué hay de cierto y falso en todos estos mensajes? Sinceramente, créanse la mínima parte de todos ellos.

En el fondo, en este asunto ecológico, como en tantos otros de la vida, funciona más el criterio de la ejemplaridad. desarrollado admirablemente por Javier Gomá en su obra, que cualquier otro. Mira lo que dice el que habla y contrástalo con lo que hace, y quédate con lo segundo, que es lo cierto. Bardem va de ecologista, pero su tren de vida (y su coche y sus chalets y los cruceros que patrocina su mujer, etc) generan una montaña de emisiones de CO2 que se traducen en millones de euros en su cuenta corriente. Él, que es rico, puede usar alternativas no contaminantes y no lo hace, por lo que no puede ser ejemplo de nada. Y así tantos. Usted, casi seguro que obligado a contaminar para poder obtener unos ingresos vitales de los que no puede prescindir, haga lo posible por reducir su impacto, pero desde luego no se deje engañar por personas y entidades no ejemplares.

miércoles, diciembre 11, 2019

Casi resucitar, para Audrey y sus médicos


Una escena clásica de muchas películas de ciencia ficción ambientadas en viajes espaciales es la de contemplar a la tripulación aparentemente dormida en unas cápsulas, en lo que se hace llamar estado de hibernación, una suspensión en la que los cuerpos permanecen tumbados, a veces inmersos en líquidos, otras no, y que sin que nada se nos informe sobre la tecnología que lo permite, nos hacemos a la idea de que ese estado puede alargarse durante mucho tiempo, años y años, sin que la biología de los viajeros se vea afectada. Es la manera de afrontar las distancias siderales, infinitas desde nuestra perspectiva espacial y vital.

La semana pasada conocimos un caso médico que, al escucharlo, me recordó de manera casi instantánea escenas de ese tipo, y a medida que profundizaba en él no podía sino asombrarme cada vez más, y pensar si la proeza médica y científica que se había logrado no sería, en el futuro, una puerta a un proceso de hibernación semejante. Los médicos del hospital barcelonés del Vall d´hebron lograron salvar la vida de una paciente que llevaba seis horas en estado de paraca cardiaca. Dicho así, y leído todo seguido, suena a fantasía. Bastan unos pocos minutos de parada del corazón para que el cuerpo fracase, el oxígeno empiece a no llegar al cerebro y los daños se extiendan como una mancha de aceite derramado. La historia es compleja, y ha contado con el factor de la suerte, que siempre importa en medicina, el buen estado físico de la paciente y la coordinación de un gran equipo de profesionales médicos, tanto en el primer paso del proceso de rescate como en el de intervención hospitalaria. La paciente, Audrey Mash, con apellido de serie de médicos, realizaba una travesía de montaña por el pirineo cuando una tormenta de nieve la sorprendió y atrapó, Poco a poco se fue debilitando y entrando en un estado de hipotermia, que suele anteceder a la muerte. Cuando fue rescatada por el equipo que la buscaba sus constantes vitales eran casi nulas, y la hipotermia había situado su cuerpo a una temperatura muy poco por encima de los veinte grados. Los médicos que recibieron el cuerpo en el hospital de Barcelona, ya en parada cardíaca, tenían pocas opciones ante sí, siendo quizás la más probable la de esperar a que todo colapsase y limitarse a certificar la muerte, pero no se quedaron con los brazos cruzados y decidieron actuar. Conectaron a Audrey a una máquina llamada ECMO, que suple las funciones del corazón y los pulmones. Obtiene la sangre del cuerpo del paciente, la oxigena y vuelve a introducir en él, permitiendo así mantener un ciclo sanguíneo oxigenado. Con el cuerpo tan frío y las constantes vitales tan deprimidas los médicos no tenían idea de cuáles serían los daños que habrían podido sufrir órganos como el cerebro, por lo que usaron el ECMO con dos fines, uno el de mantener vivo el cuerpo y otro, el de ir levantando poco a poco, muy despacio, la temperatura del mismo, con la idea de poder “arrancar” las constantes vitales de la paciente. Conectada a la ECMO, el corazón de Audrey no latía, no era necesario que lo hiciese porque la máquina lo suplía, pero no podría vivir si el latido normal no se recuperaba en un momento dado. Al cabo de varias horas, habiendo subido ya la temperatura lo suficiente, los médicos trataron de reanimar el corazón de Audrey, y lo lograron, en uno de los momentos más tensos y cruciales de todo el proceso. Poco a poco el cuerpo volvía a la vida caliente, se recuperaba en parámetros y medidas, pero en un estado de coma que impedía saber si la Audrey que estaba allí seguiría siendo ella misma o sólo un recuerdo. Fue una enorme sorpresa para todos, para el equipo, su marido y todos los que estaban al tanto de lo que sucedía, que Audrey despertase no muchas horas después con al mayor de las normalidades, con una mente completamente funcional, ausente de todo daño, sólo con el nulo recuerdo de lo que había pasado en el tiempo en el que había estado dormida. Lo más parecido a un milagro se había producido.

Paradójicamente, parece que es la hipotermia misma lo que salvó la mente de Audrey, su cerebro se fue enfriando poco a poco, aletargándose y llegado a un estado de ralentí, por así decirlo, que le permitió apagar funciones, para entendernos, sin sufrir daños. Luego se produciría el paro cardíaco y el proceso de suspensión vital y recuperación. De ser el orden el inverso Audrey no hubiera tenido opciones. Los profesionales que han trabajado en este caso, único en el mundo, aún no salen de su asombro, pero han hecho todo lo que sabían, lo han llevado al límite y han triunfado, y suyo es el mérito. Audrey quiere volver a subir montañas, y puede hacerlo, y su sonrisa nos demuestra que la ciencia y la entrega profesional salvan vida, incluso donde parece imposible que puedan llegar a hacerlo. Mis felicitaciones a todos los que han hecho posible este logro, y a Audrey y los suyos.

martes, diciembre 10, 2019

Ángela Merkel en Auschwitz


Es ya casi una tradición que los entonces cancilleres de la RFA, y desde la caída del muro, los de la Alemania unificada, visiten el campo de exterminio de Auschwitz al menos una vez en todo su mandato. Alguno lo ha hecho en más de una ocasión. Esa visita es una experiencia dura, para la que hay que estar preparado, y requiere un comportamiento y actitud. A veces se proclaman discursos, otras el silencio es lo único que se puede decir ante la barbarie que rodea aquel lugar, como le ha pasado a algún Papa. Visitar ese campo, cosa que aún no he hecho en persona, es algo que creo que hay que hacer alguna vez en la vida, para pasarlo mal, sí, para sentir como el mal es capaz de crear su mundo de desolación y la necesidad que hay de combatirlo sin descanso.

Se van a reír, pero creo que es “El señor de los anillos” el libro que ahora recuerdo en el que mejor se ejemplifica la relajación humana que se produce cada vez que creemos haber derrotado al mal, y cómo el enemigo aprovecha esa relajación para rearmarse, coger fuerzas, reconquistar territorios y almas, y reemprender sus ataques. Esos territorios custodiados por Gondor y Rohan que son abandonados a su suerte, esas fortalezas que se olvidan y dejan desguarnecidas hasta que vuelven a ser tomadas por bandas de orcos, esa sombra que vuelve a surgir en el este y que, silenciosa, avanza por la Tierra Media entre el miedo y la indiferencia… Tolkien vivió la I Guerra Mundial y sabía lo que era la guerra de destrucción absoluta, pero también conocía esas ideología de odio que se mantienen en el ambiente, esperando el momento, como el anillo de poder, para regresar, para ser llamado por su amo cuando éste vuelva a estar fuerte. El antisemitismo es el perfecto ejemplo de idea de odio que se extiende sin descanso por la historia europea, en forma de incesantes pogromos y actos de vileza individual. Acierta Guillermo Altares cuando señala que el repunte del antisemitismo es una señal de que algo muy oscuro crece en la sociedad, y que debe ser atajado cuanto antes. Hoy, a las puertas del 75 aniversario de la liberación de Auschwitz por parte de las tropas rusas, aniversario que tendrá lugar el 27 de enero del año que viene, en poco más de un mes, el odio antisemita vuelve a la Europa que nunca abandonó. Los incidentes violentos contra sinagogas se repiten en Alemania y Francia, y el saqueo y vejación de cementerios está a la orden del día. Podemos pensar, con razón, que el grado de intensidad de todos estos eventos es muy bajo comparado con lo que se produjo en los años veinte y treinta del siglo pasado, pero el mero hecho de que se produzcan a sabiendas de lo que ya sucedió en esas décadas y en la siguiente nos debiera hacer reflexionar en lo más hondo sobre por qué volvemos a vivir experiencias tan turbias como estas. ¿Qué anida en nuestro interior que no deja de revolverse, como el magma de un volcán aparentemente dormido, que en el momento más inesperado despierta y arrasa? Miedos, incertidumbres, temores atávicos y sensación de descontrol son aprovechadas por sembradores de odio, populistas de todo tipo y sentimiento, que saben que es en estas épocas turbulentas cuando pueden conseguir prender su discurso y obtener un rédito, económico y de poder. El discurso que victimiza al otro de nuestros males, que focaliza en un grupo concreto de personas la fuente de todos nuestros problemas es tan falso como sencillo de reiterar, y es lo que anida detrás de todos estos actos de odio. Ahora se tira mucho del “inmigrante” como el chivo expiatorio del desempleo, de las colas en los servicios sociales, de la necesidad que sufren “los nuestros”, “los de aquí” y el judío es el caso claro de inmigrante que no es “de aquí” que no deja de conspirar. Quizás en España este tipo de racismo se nos haga un poco ajeno, porque en este país hace ya muchos siglos que se expulsó a los judíos, fuimos pioneros en esto, pero en el resto de Europa occidental el antisemitismo es como una peste endémica que rebrota y se apacigua, pero siempre está ahí. Y recuerden que incluso aquí, en el franquismo, se aludía al complot judeomasónico, en una muestra más de antisemitismo importado, tan vil y falaz como cualquier otro.

El pasado viernes Ángela Merkel visitó el campo de la muerte, en lo que ahora es Polonia, pero que cuando funcionó era territorio anexionado por el Reich, y no se calló. En su discurso, de una enorme valentía y rotundidad, proclamó que lo sucedido en Auschwitz forma parte de la identidad alemana, es indisociable a la misma, y que es imposible no ya la negación, sino el mismo acto de separación de esos hechos del ser y sentirse alemán. El arrepentimiento que los alemanes deben hacer por lo que cometieron allí debe ser constante, inasequible al desaliento, y lo dijo ella, constreñida por un pasado que sabe imposible de abordar pero necesario de asumir. Con sus palabras y ejemplo Merkel dio un paso que nos ayuda a todos, y alertó de que los “campos de Gondor” deben ser nuevamente fortificados, moral y humanamente, para que el mal, que se remueve otra vez, no logre arraigar.

jueves, diciembre 05, 2019

Greta Thunberg y el pensamiento mágico


Quizás sea mañana el día en el que Greta Thunberg, la activista sueca, llegue a Madrid después de su rocambolesco periplo por medio mundo, en un viaje que tiene tanto de espectáculo mediático como de monumento al absurdo. Parece que llegará hasta aquí desde Lisboa en tren, por unas traicioneras vías del siglo XIX que le pueden dejar tirada en cualquier momento y en un convoy tirado en gran parte del trayecto por una contaminante locomotora diésel porque no hay electrificación en muchos de los kilómetros de esa vía. Por si acaso, algunos vecinos de Talavera le han ofrecido la posibilidad de usar un burro para atravesar la península, que es un medio ecológico, aunque emite metano en forma de flatulencias. No consta que Greta haya contestado.

Aunque alguno me pueda linchar por el artículo de hoy, ya avanzo que estoy tan en contra del cambio climático como del fenómeno Greta, que no deja de ser una nueva muestra del papanatismo en el que caen nuestras sociedades ante los fenómenos mediáticos, que se renuevan cada vez más rápido buscando una nueva estrella a la que adorar para, al poco, abandonarla en pos de otro astro que refulja. No critico a Greta ni por su edad ni por su sexo ni porque padezca Asperger ni por ningún otro aspecto de su persona, eso me da absolutamente igual. La critico porque enarbola ese discurso mágico, falaz, mentiroso como el solo, que se basa en que si uno cree en algo lo consigue, porque como tenemos las soluciones a todos los problemas a mano basta con emplearlas, y si no se usan la culpa de lo que nos pasa es nuestra. Great es un enorme libro de populista autoayuda viviente que falsea el diagnóstico y yerra completamente en el remedio. El cambio climático es uno de esos problemas de enorme complejidad en el que son necesarias acciones individuales, colectivas, nacionales e internacionales, algo que excede con mucho a la capacidad de cada uno de nosotros y a la de los gobernantes, que supone un replanteamiento de mentalidades en muchos aspectos y en el trabajo conjunto de toda la sociedad para implantar los cambios y hacer frente a los perjuicios que de ellos se derivan. Y es algo que no sirve de nada si se hace aquí, en la rica Europa, si el resto de naciones no lo llevan a cabo. Ni las tecnologías ni las economías ni las formas de vida actuales están preparadas para el cambio necesario para reducir las emisiones de CO2, y quienes menos lo están son las partes pobres de nuestras sociedades y los países pobres o en desarrollo. Greta representa a la élite de la élite, a la infancia pudiente de uno de los países más ricos del mundo, que basa su riqueza en la emisión de CO2, como el resto, y lo cierto es que miente a sabiendas cuando habla de que el cambio climático le ha robado el futuro, porque tiene renta suficiente para comprar el futuro que quiera. Ahora mismo millones de niños en todo el mundo no están preocupados porque les roben el futuro, sino por sobrevivir al día que empieza, porque su presente está lleno de miseria, hambre y penalidades. Son millones de niños pobres en países pobres, o no tanto, en los que los derechos de la infancia, directamente, no existen. Esos niños viven en sociedades donde el clima y la energía suponen el menor de los problemas, donde alimentarse, sobrevivir y no ser golpeado son el día a día. Lo cierto es que cada vez que Greta sale a la palestra para lanzar su mensaje de apocalipsis global parece no entender que, en las favelas de Río, en todo el Sahel africano, en inmensas poblaciones de India o Pakistán, en tantos y tantos lugares del mundo el apocalipsis adopta unas formas muy crueles y reales, y que nada tienen que ver con el tiempo atmosférico o con el clima presente y futuro. Greta actúa como lo que es, una habitante de la parte muy rica del mundo, lanzando mensajes que sólo los ricos pueden entender, pero como ellos, no tiene en cuenta a la parte pobre de la humanidad, ni a la parte pobre de su propia sociedad, que no es sino un coste para los pudientes, un residuo.

Por ponerle algo positivo a su mensaje, está bien que la conciencia ecológica cale en las nuevas generaciones, pero espero que, como otras cosas, no se quede en flor de un día. Todos vivimos en nuestras contradicciones y las cometemos a cada paso, por lo que debiéramos ahorrarnos el dar muchas lecciones vitales, pero es absurdo contemplar, por ejemplo, manifestaciones adolescentes en contra del cambio climático el viernes (está bien) y luego ver los residuos que las distintas fiestas dejan en parques, playas, jardines y demás espacios púbicos. Si alguno de los manifestantes de viernes se conciencia y no genera residuos el sábado algo habremos ganado. De momento, para este viernes, el circo absoluto, si Greta logra cruzar Extremadura y llegar a Madrid.

Diciembre de fiestas inacabables, mañana es la Constitución y el Lunes 9 es festivo en Madrid, por lo que nos leeremos el martes 10

miércoles, diciembre 04, 2019

La OTAN en punto (casi) muerto


Celebra hoy la OTAN en Londres una cumbre en la que conmemora su setenta cumpleaños. Sería fácil tirar del tópico y hablar de los achaques de la edad de una organización ya veterana, asociando sus problemas actuales con el tiempo que lleva en marcha, pero lo cierto es que la salud de la organización de seguridad y defensa occidental es bastante peor que la de la media de los setentones con los que nos cruzamos cada día en nuestro camino y sus problemas tienen tanto de existencial como de operativo. Es poco probable que la organización pueda sobrevivir mucho más de mantenerse en la situación actual. Algo debe cambiar.

El primer problema, el existencial, surgió cuando cayó el muro. Cuando te asocias para defenderte de un gran enemigo y te quedas sin enemigo gran parte de la asociación pierde sentido. La OTAN empezó a convertirse en una especie de ONG militar, en la que la N de No sobraba por todas partes. Los atentados de 2001 le pusieron de frente a la amenaza yihadista, y se enfrentó a la llamada “guerra contra el terror” tanto en frentes militares como en Afganistán, donde tenía sentido su forma de actuar, como a frentes internos de seguridad e inteligencia, donde el pacto atlántico bien poco podía hacer por definición. Los conflictos de seguridad, cada vez más asimétricos y digitales, la han descolocado por completo y la sibilina presión rusa que aprieta en el este de Europa hace que las naciones amenazadas por Putin vean en la OTAN a un salvavidas que apenas es capaz de coordinarse de manera efectiva para realizar maniobras militares. El otro gran problema del tratado es el de la seguridad europea, que está en el origen de su creación. Al firmarlo, los países europeos, deshechos tras la II Guerra Mundial y con la URSS en las puertas firmaron un pacto mediante el que subcontrataban la seguridad a los EEUU, a cambio de ceder soberanía sobre el terreno. Las naciones europeas occidentales se libraron de los gastos militares y pudieron dedicar esos recursos a reconstrucción física, inversión y gasto social, porque eran los americanos los que gastaban el dinero. A cambio, las directrices de la seguridad del continente se fijaban en Washington y Europa cedía espacios, recursos y lo que fuera menester para que las tropas norteamericanas se sintieran como en casa. Este pacto tiene un cierto componente mefistofélico, porque al final, con el paso de los años, las naciones europeas han ido asimilando como natural el no tener ejércitos propios dignos de tal nombre ni sistemas de defensa que les permitan defenderse de manera autónoma. Están en manos de EEUU en todos los sentidos, y hasta ahora la voluntad emanada desde la Casa Blanca mantenía el pacto sin estridencias, pero se acabó el “hasta ahora”. La llegada de Trump ha puesto esta situación fuera de control. Para el magnate la política internacional no son intereses ni ideologías, sino cuentas de pérdidas y ganancias. Meto dinero en la defensa europea y qué saco a cambio, se pregunta el mandatario de color zanahoria, y sus asesores le dicen que las cuentas no salen bien. Desde su llegada al poder Trump, en este tema, ha tenido una postura muy clara, tanto de desprecio de la propia idea de pacto atlántico como de presión para que las naciones europeas paguen más, mucho más, por su seguridad. Está de acuerdo en seguir como subcontrata pero quiere renegociar los términos económicos del contrato y subir, mucho, los costes del mismo. Ante este movimiento la respuesta europea es diversa y desorganizada. Un grupo de países, encabezados por Francia, quieren lanzarse hacia la construcción de una fuerza de defensa de la UE digna de tal nombre, para garantizarse la independencia del amigo americano, que ya no es tan amigo. Los países del este, amenazados por Rusia, saben que sólo los norteamericanos tienen un ejército de verdad que puede meter miedo a Putin, y no quieren oír nada que no sea seguir el dictado de Washington, y en medio están otros muchos países que ni fu ni fa, parecen carecer de postura propia y, sobre todo, ni capacidad ni deseo de gasto para embarcarse en aventuras

El cruce de reproches que se están lanzando en estas horas Trump y Macron, aderezados con amenazas de aranceles mutuos por impuestos y otras cuestiones económicas es el síntoma de esta creciente división entre las dos orillas del Atlántico, que muestra, en un nuevo contexto, el repliegue del mundo occidental en medio del creciente e imparable auge asiático. Si se consuma el Brexit Reino Unido puede acabar siendo un satélite de EEUU, sometido a sus normas comerciales, y el continente y anglosajonia pueden acabar dándose la espalda, lo que sería nefasto para ambas visiones de una misma realidad política, basada en la democracia liberal y el capitalismo de mercado. Que Macron haya dicho que la OTAN se encuentra en estado de muerte cerebral pueden ser una típica boutade gabacha, pero no está demasiado lejos de la realidad.

martes, diciembre 03, 2019

La cumbre del clima en Madrid


Lo primero, lo obvio, y es que a un país tan aficionado a procastinar como el nuestro no hace falta que le avisen con mucho tiempo de antelación de que debe organizar algo. Basta que le den tres semanas de plazo para lo que otros emplean un año para montar toda una cumbre internacional, gestionar la logística, los medios de comunicación, emplazamientos y todo lo necesario. Si los impresentables del COI, sobornados por otros, acaban dándonos unas olimpiadas, y las aceptamos (que habría que pensárselo) las podemos organizar también en poco más de un mes, y a buen seguro que saldrían de maravilla.

Sobre la cumbre en sí, denominada oficialmente COP25, tengo mis dudas de fondo. Tanto por su utilidad real como por lo incongruente de su propia concepción. El efecto de las emisiones humanas en el clima es algo que va a más, que los científicos llevan advirtiendo desde hace décadas y que provocará cambios en la naturaleza de dimensiones y efectos de muy largo plazo que van a alterar la vida de los que vivimos en el planeta, sin que aún esté muy claro de qué manera y forma. Sólo que, como en todo cambio, habrá ganadores y perdedores y que, como siempre, serán los más pobres los que menos opciones tendrán para salir ganando. Los lemas que se escuchan incesantemente en los medios de comunicación, que giran en torno a “salvar el planeta” se equivocan por completo. No se trata de salvar La Tierra, porque aunque nos creamos tan chulos y todopoderosos de ser capaz de destruirla, no lo lograríamos de ninguna manera. Hace cientos de miles, millones de años, el planeta existía y los humanos no. Dentro de cientos de miles, millones de años, el planeta existirá, y los humanos, casi seguro, no. Se trata de salvarnos a nosotros mismos, de conservar el hábitat en el que podemos sobrevivir, crecer y desarrollarnos. Somos nosotros los potenciales causantes de los problemas a los que nos enfrentamos, por ello creo que hay que cambiar la orientación de todos esos discursos que nos rodean. ¿Son útiles estas cumbres para ello? Lo dudo, porque más allá de los mensajes de concienciación ecologista que puedan calar en algunas capas de la sociedad, la vida de las naciones sigue su rumbo sin pensar en el largo plazo, porque los humanos somos muy malos en esas dimensiones temporales. Lo que no vemos delante de nuestras narices no existe. El hecho mismo de convocar una cumbre de este tipo genera un enorme volumen de emisiones contaminantes, y uno se pregunta si no sería más lógico que un encuentro que busca luchar contra ellas no se realizara por videoconferencia global, con todo el mundo en su casa o lugares de trabajo y conectados gracias a las tecnologías que permiten estar en todas partes con unas emisiones mínimas. Desde un punto de vista medioambiental recurrir a estas tecnologías cada vez más es lo más lógico, y es muy probable que en su trabajo diario se haya reducido el número de reuniones presenciales y aumentado el de videoconferencias, con el ahorro de recursos, tiempo y emisiones que todo ello supone. No se acabarán nunca con las reuniones presenciales, porque muchas son necesarias, pero se trata de acotar, y que algo más de veinticinco mil personas vengan a Madrid para luchar contra el cambio climático tiene sus indudables efectos. No sería mala idea que, dado que se nos pide a todos, los organizadores del evento midieran su propia huella ecológica, vieran las emisiones globales causadas por el acto, el origen de las fuentes de energía que han consumido a lo largo del mismo y se viera el balance global. Sería una manera de dar ejemplo, que es como mejor funcionan estas cosas.

Lo realmente distintivo que veo en esta cumbre, más allá de la histeria contraproducente de los mensajes y el circo que se organizará cuando llegue Greta, es que las empresas han encontrado, por fin, un filón en el negocio medioambiental, y su presencia es omnipresente en la cumbre, medios y mensajes, Ahora hasta las petroleras se van a vender como verdes. ¿Cuánto hay de marketing en todo esto y cuánto de realidad? De momento creo que todo es postureo sin contenido, pero quizás sea esta la vía para que el mensaje del ahorro, la reutilización y la reducción de emisiones vaya calando. De todas maneras, nos queda todo por hacer y, seamos sinceros, ni sabemos cómo en lo tecnológico ni en lo económico ni social.

lunes, diciembre 02, 2019

Morir en el puente de Londres


Aún hay detalles que se me escapan, pero parece que todo transcurrió de la siguiente manera. El atacante acude a una conferencia sobre la rehabilitación de terroristas que han sido condenados por su radicalización, y es a la salida del acto cuando, armado con un gran cuchillo, ataca a algunas personas que se encuentra en su camino. Carece de objetivos concretos, sólo quiere hacer daño y rápido, ya. Dos son las víctimas mortales que deja por el camino en su avance hacia la nada. Huye corriendo y llega al próximo puente de Londres, donde es rodeado por algunos perseguidores que le seguían desde la sala de conferencias. Le reducen, desarman. La policía lo acaba abatiendo.

La secuencia, a escala, se repite con una alta frecuencia en casi todos los atentados terroristas, con diferentes detalles, balance de víctimas y formas de conclusión. Esta es la segunda vez que el puente de Londres, quizá no el más famoso, pero sí el más antiguo de la ciudad, es testigo de un atentado yihadista. Hace un par de años el ataque tuvo lugar en la orilla contraria, cerca de la estación de London Bridge, y fue protagonizado por untos terroristas que usaron coches como armas para atropellar a la multitud, y también la actuación heroica de algunos ciudadanos evitó que el atentado siguiera aumentando su balance de víctimas, que en este caso creo recordad fue de seis o siete. Ese fue el atentado en el que falleció Ignacio Echevarría, el héroe del monopatín, que se enfrentó a los asesinos y dejó su vida en la orilla sur del Támesis, justo al lado del puente. Los héroes que impidieron al terrorista del viernes continuar su atentado no los conozco, pero su carácter y valor es idéntico al de Ignacio. Al parecer, con extintores tomados de la sala en la que se realizaba la conferencia, e incluso con un arpón o algo similar que decoraba aquellos salones, algunas personas no dudaron en perseguir al atacante hasta reducirlo, mientras otros llamaban a una policía que acudía a toda velocidad a un lugar tan céntrico como transitado. Portaba el terrorista un cinturón de explosivos que se demostró falso, pero que en ese instante era tan real para él mismo como, sobre todo, para los desconocidos que trataban de aprisionarlo de la mejor manera que se les ocurría. ¿Y si ese cinturón hubiera sido real? ¿Y si el terrorista se hubiera zafado de sus perseguidores acabando con sus vidas? La única diferencia sería el recuento de víctimas del atentado y el lugar en el que el asesino sería capturado, o la forma en la que sus restos mortales ingresarían en la morgue más cercana. El dolor del acto sería mayor, porque lo medimos en el número de víctimas, pero las tragedias individuales causadas serían, cada una de ellas, inmedibles para los allegados de las víctimas. No fue así, las bombas no eran tales, y la carrera del asesino acabó en la orilla norte del Támesis, pero las imágenes que hemos visto, de forcejeo, de espuma saliendo de la boca de los extintores, de brazos y cuerpos que se enzarzan en una lucha por impedir que el mal se prolongue dejan muy a las claras lo que pasó, reverdecen el recuerdo de ataques pasados, nos demuestran que el terrorismo no descansa, pese a que parezca dormido, que pese a encontrarse debilitado y asediado por nuestra inteligencia las mentes malignas siguen maquinando planes, que algún descerebrado no necesita armas de complejo diseño y cara factura para sembrar el terror y que la ciudadanía a veces responde con valor y arrojo ante situaciones que a muchos, empezando por mi mismo, me producirían un pánico atroz. La secuencia que hemos visto en otros atentados, concentrada esta vez en escasos minutos, en pocos metros, en apenas una distancia de pasos a la orilla del Támesis.

A las puertas de la Navidad Londres ha sido golpeada nuevamente por un atentado, que se inmiscuye plenamente en la campaña electoral que se vive en el país de cara a los comicios del jueves de la semana que viene. Johnson ha visto en este ataque una nueva vía para aumentar su populismo con promesas de dureza mediante ante una serie de actos que, más allá de las leyes, demuestran la irracionalidad absoluta y el descontrol que el maligno pensar impone a aquellos que logra someter a su voluntad. Vendrán más atentados, habrá nuevas víctimas, pero el puente de Londres seguirá en pie, los ciudadanos lo cruzarán y, por mucho dolos que causen, los terroristas nunca vencerán.

viernes, noviembre 29, 2019

El error de dejar la política a los militantes


Para ratificar los acuerdos suscritos entre PSOE y Podemos ambas formaciones han recurrido a la consulta a la militancia, un procedimiento que se extiende entre las formaciones de distinto signo, asentado en las que se dicen de izquierdas, más esporádico entre las de derechas, que busca llevar la democracia directa al seno de los partidos, y corresponsabilizar a los que a ellos se afilian de las decisiones de sus líderes. Se supone que esto aumenta la transparencia y legitima el poder de quien encabeza la formación, elegido también mediante un sistema de voto entre los militantes, por lo que pudiera parecer que todo son ventajas utilizando este método. Lo cierto es que, cada vez más, le veo un grave inconveniente de fondo.

Tres son los problemas serios que tiene este tipo de recursos, y de ellos el último es el que me parece de especial gravedad. El primero es que el hecho de obligar a votar a los militantes nos muestra cuántos militantes tiene un partido en España, y las cifras son realmente bajas. En el PSOE se habla de ochenta o noventa mil, y en el PP se vio en el congreso que eligió a Pablo Casado que aquellas cifras de muchos cientos de miles quedaban reducidas a tan poca cosa que daba vergüenza. Dejar decisiones de tanta trascendencia en manos de tan poca gente resulta, como mínimo, arriesgado. Esas cifras de afiliación demuestran, en sí mismas, la crisis que viven los partidos políticos, que no son vistas como organizaciones atractivas por la ciudadanía, sino más bien todo lo contrario. El segundo problema es el de la manipulación del voto, no tanto el hecho de que se puedan trucar los resultados de los refrendos, aunque Ciudadanos algo podría decir al respecto, sino a que el cuerpo de votantes puede ser sugestionado por el liderazgo para que haga lo que él desea, convirtiendo esas votaciones en refrendos. El PSOE de esto no sabe mucho, porque sus divisiones internas son de aúpa, pero Podemos es el mejor caso de hasta qué punto un partido bicéfalo matrimonial es capaz de hacer que sus militantes aprueben hasta la compra de su propia dacha de lujo en nombre de la gente corriente a la que dicen representar. Desde el momento en el que el poder en la cumbre es capaz de pastorear a la militancia el sistema de que esta vote se convierte en un trámite. El tercer problema, el más grave, es que la militancia de un partido es la que vive y mantiene las esencias del mismo y, por lo general, es la más radical a la hora de defender sus posturas. Un militante difícilmente aceptará que un partido rebaje sus exigencias de programa o pacte medidas con otros, pacto que implica cesiones mutuas. El militante exige cumplimiento de lo que el partido lleva como programa y lemas, y no se baja de ahí, y dejar en manos de la militancia las cuestiones del partido supondrá, siempre, un sesgo hacia la radicalidad, y eso es lo peor que le puede pasar a un partido. Estas organizaciones buscan, sobre todo, ganar elecciones para acceder al poder, y saben que el votante es mucho más templado que el militante de su propia formación. Escorar los discursos es la perfecta manera de dejar escapar votos que no se ven representados por el discurso militante (recordemos que son poquísimos) y eso erosiona gravemente la base de votantes. Es, por así decirlo, como si todo artista creara exclusivamente para satisfacer a sus fans más acérrimos, que no le perdonarían nunca que cambiase de estilo en su música, libros o lo que sea que cree. Ese artista acabaría siendo un muñeco en manos de esos fans, muy contentos, sí, pero sólo ellos, y es probable que la carrera artística del creador se resintiera y convirtiese, cada vez más, en un nicho menguante. Si se arriesga a salir de ese punto de conformidad sus fans se enfadarán mucho (cosa que pasa en el mundo artístico) y las críticas pueden hacerle mucho daño en la carrera. ¿Tiene esto sentido? Creo que no

Así, una herramienta que en principio posee muchas ventajas puede acabar convirtiéndose en una vía más para aumentar la radicalidad del espectro político y dificultar los acuerdos, más necesarios que nunca ante la fragmentación que vivimos, que parece que no se reducirá en mucho tiempo. Cada uno de los militantes de cada partido tiene una visión demasiado sesgada de la sociedad en la que vive, una visión falsa que puede llevar a que los partidos sean meros instrumentos de ataque de unos grupúsculos frente a otros, creando un malestar social, que es algo que ya vemos en nuestro día a día. Por ello, creo que la militancia debiera ser apartada de ciertas tomas de decisión y su voz escuchada, sí, pero no como si fuera un coro atronador.

jueves, noviembre 28, 2019

Vox no condena la violencia


Fue muy desagradable la escena que se vivió el lunes en el ayuntamiento de Madrid en el marco del acto de condena a la violencia de género que se celebró con motivo del día internacional que lucha contra esta lacra. Allí, el representante de Vox en ese consistorio, Javier Ortega Smith, aprovechó su turno de palabra para soltar una de sus habituales soflamas negacionistas, y una víctima de esa violencia, que lleva años en silla de ruedas, se enfrentó a él. Esa escena, reitero, muy desagradable, me recordó en fondo y forma a lagunas vividas en el País Vasco durante décadas, y es que, aunque no se lo crean, no dista demasiado la actitud de Ortega Smith de la exhibida por violentos y sus socios allá arriba, que se dice ahora.

Lo que hico el portavoz de Vox es lo que se puede denominar como huida por elevación, y sus maestros en el uso y rentabilidad de ese sucio argumentario son los batasunos, que siguen día a día, desde hace décadas, sacando partido a esta sucia táctica. Cuando se cometía un atentado terrorista por parte de ETA y se buscaba emitir un comunicado de condena Batasuna siempre rechazaba sumarse porque ellos condenaban “todas las violencias” no expresamente esa que había tenido lugar. En esa expresión entrecomillada, en apenas esas tres palabras cabe toda la vileza imaginable. Batasuna era ETA, y hoy en día sigue defendiendo su legado. Cuando ETA actuaba lo hacía Batasuna, contando para ello con su respaldo táctico, moral, logístico y operativo. Y claro está, era imposible que una parte de la banda condenase lo que había hecho otro grupo asociado. Cuando había atentados Batasuna se regocijaba, lo celebraba, a veces de manera explícita brindando por ello, siempre en privado, y en esas tres míseras palabras se esconde el desprecio hacia la víctima y los suyos que los batasunos mostraban siempre, y aún hoy siguen mostrando, dado que son muy escasos los arrepentidos en ese mundo. Esa táctica de elevación es utilizada, en general, por todos aquellos que consideran que la violencia puede ser justificable para defender sus postulados, y ante actos de naturaleza violenta que puedan incriminarles o asociarles tratan de escurrir el bulto, mostrando de esa manera su apoyo a los atacantes pero de una manera que no pueda afectarles legalmente. Lo vemos a diario en Cataluña, donde el independentismo festeja los actos violentos de CDRs y otros grupúsculos, y evita en todo momento condenarlos porque se dan en un “contexto de violencias que rechazamos” u otras frases tan vacías como esas. Le sucede a Podemos cuando surge el tema de Venezuela, que le afecta de pleno, y se escapa de ese asunto acudiendo al marco de violencia general que se vive en Latinoamérica para no reconocer que la represión que ejercen los chavistas, sus socios en aquel país, contra los opositores es violencia sistemática y organizada. Es una estrategia a la que acude la extrema derecha europea cada vez que se reabre el tema del antisemitismo y el holocausto de la II Guerra Mundial. Aún quedan sádicos negacionistas, pero como eso está muy mal visto los adoradores del mal encarnado en el nazismo usan esta otra vía, más suave, pero igualmente repugnante, para enfangar un abyecto crimen en una época de violencias mutuas y cruzadas, con el objeto de diluir la carga del horror cometido. Y es lo mismo que Ortega Smith y el resto de dirigentes de Vox hacen cuando, ante la violencia de género, se escudan en otras violencias para no condenarlas. Desde su altura física, desde su porte, Ortega Smith dice unas palabras, pero lo que quiere expresar, lo mismo que todos los ejemplos que he citado anteriormente, es un claro “que se jodan” a todas las víctimas, lamentando que la violencia empleada no haya sido la suficiente para que callen del todo y para siempre, porque el violento, en el fondo, busca la eliminación del opositor, y su silencio total es su exterminio. ETA y Batasuna eran maestros en esto, el resto, peligrosos aprendices.

Lo cierto es que tampoco debiera sorprendernos que Vox mantenga un discurso de este estilo, dado que la mayor parte de sus propuestas salen no del baúl de los recuerdos, sino de un angosto y maoliente túnel del tiempo pasado. Además, muchos de los socios de Vox también mantienen ese discurso misógino, destacando la Rusia de Putin, ese régimen que apoya a todos los extremistas europeos que luchan contra la libertad. En Rusia lo de pegar a las mujeres y someterlas es algo que incluso se ha ido despenalizando en los últimos años. Calladas, quietas y sometidas las quiere Putin, y los de Vox (no sólo ellos) miran con envidia cómo se las gasta ese hombre fuerte, y claro, la envidia les puede.

miércoles, noviembre 27, 2019

Blade Runner, noviembre de 2019


Llegué ayer a Madrid con el autobús a la hora prevista, aunque cierta congestión en la M30 hizo que entrásemos en la estación con unos diez minutos de retraso sobre el horario habitual. Lloviznaba, una capa de nubes bajas cubría el cielo y, por lo que pude apreciar, la parte alta de las torres de la Castellana. Desde la ventana del bus, mojada con incontables gotitas, no había paisaje, sino luces amorfas repartidas sin ton ni son, que lo llenaban todo pero eran indistinguibles. Correspondían a pisos y oficinas, sin saber muy bien a cuál correspondía cada una de esas presentes formas luminosas. La sensación que ofrecían era, con el plomizo cielo, de cierto agobio, abigarramiento.

En cierto modo, el paisaje de ayer era una demo, un pequeño juguete, que recordaba a esas escenas urbanas de Blade Runner que tanto hemos identificado con la ciudad distópica, futurista, moderna, decrépita y lluviosa que esa película nos enseñó a todos. En este noviembre, al que apenas le quedan unos pocos días, hemos llegado al futuro que se planteaba en esa película, ya que era el noviembre de 2019 el escenario temporal planteado por Ridley Scott en su obra. Estrenada en 1982, ponía su horizonte temporal treinta y siete años por delante, una cifra que no es corta, pero que se inscribe perfectamente en el ámbito vital del ser humano, y que desde nuestro tiempo actual nos llevaría a saltar hasta el 2056. La película no fue un éxito instantáneo, pero sí se consolidó como un referente del género en pocos años y como una obra imprescindible para los amantes del cine en otros años más. Su argumento es algo confuso, como todos los que se basan en las novelas de ese genio que era Philip K Dick, y contó con las interpretaciones de un Harryson Ford que lo bordó, como siempre, y un pequeño papel de Rutger Hauer, que prácticamente improvisó el discurso final de su personaje, esas lágrimas en la lluvia, que son ya parte de la historia del cine y del arte. Del futuro planteado en el filme no existen los replicantes, esos seres humanos creados artificialmente dotados de intelecto y fuerza, pero no de sentimientos, ni las colonias en el espacio en las que trabajan esos seres, ni nada que se le parezca, aunque uno pasea por la calle y se encuentra a ejércitos de humanos abducidos por su teléfono móvil que pueden pasar perfectamente por una subespecie. Sí tenemos con nosotros a las grandes corporaciones, de las que Tyrrell, al fabricante de los replicantes en la película, es el exponente credo por Scott para ejemplificar el poder creciente de los emporios tecnológicos e industriales, que hoy en día dominan parte de nuestra existencia. Las empresas tecnológicas más conocidas del mundo ocupan el papel de esa siniestra corporación que juega a ser el villano en la película pero que, como nuestras empresas del silicio, lo hace todo por el bien de la humanidad. Realmente creo que el filme no jugaba a ser futurista y acertar, quizás a sabiendas de que ese empeño siempre está condenado a un melancólico fracaso, sino que planteaba un dilema ético y humano que puede darse en un escenario futurista o no. El trabajo de los Blade Runner, los cazadores de replicantes, encarnados en el protagonista Rick Deckard, es el de desenmascarar los peligros que se encuentran sumidos en presuntos humanos que no lo son, y algo parecido es lo que realizan los cuerpos de inteligencia policial para captar células durmientes yihadistas, o la labor que día a día especialistas en seguridad y contraespionaje desarrollan rastreando la red persiguiendo perfiles falsos de boots, hackers y demás personajes que se hacen pasar por lo que no son para realizar actividades ilegales o, como mínimo, encubiertas. Hoy en día los replicantes no adoptan un cuerpo humano, pero cada vez más sí un lenguaje y una conversación en nuestras pantallas que les asemejan a nosotros, sin que lo sean, y nos puedan engañar. ¿Está Harryson Ford ahí para protegernos?

En el año de la película Japón era la estrella ascendente de la economía global, y quizás sean nipones los caracteres de la cartelería asiática que se muestra en muchas de las escenas de una supuesta Los Ángeles del mañana. Hoy es China el poder que crece sin freno, por lo que la peli sí acertó en la “asiatización” si se me permite el palabro, del futuro. Dentro de treinta y siete años no se cómo serán ni nuestras ciudades ni nuestras vidas, ni si estaré aquí para poder verlo, pero a buen seguro, cuando sea de noche y llueva, y las luces urbanas se difuminen en la lluvia posada en los cristales, a más de uno le vendrá a la mente la banda sonora de Vangelis y se acordará de esa película de replicantes que tanto impactó en su momento y, probablemente, siga tan viva.