viernes, noviembre 29, 2019

El error de dejar la política a los militantes


Para ratificar los acuerdos suscritos entre PSOE y Podemos ambas formaciones han recurrido a la consulta a la militancia, un procedimiento que se extiende entre las formaciones de distinto signo, asentado en las que se dicen de izquierdas, más esporádico entre las de derechas, que busca llevar la democracia directa al seno de los partidos, y corresponsabilizar a los que a ellos se afilian de las decisiones de sus líderes. Se supone que esto aumenta la transparencia y legitima el poder de quien encabeza la formación, elegido también mediante un sistema de voto entre los militantes, por lo que pudiera parecer que todo son ventajas utilizando este método. Lo cierto es que, cada vez más, le veo un grave inconveniente de fondo.

Tres son los problemas serios que tiene este tipo de recursos, y de ellos el último es el que me parece de especial gravedad. El primero es que el hecho de obligar a votar a los militantes nos muestra cuántos militantes tiene un partido en España, y las cifras son realmente bajas. En el PSOE se habla de ochenta o noventa mil, y en el PP se vio en el congreso que eligió a Pablo Casado que aquellas cifras de muchos cientos de miles quedaban reducidas a tan poca cosa que daba vergüenza. Dejar decisiones de tanta trascendencia en manos de tan poca gente resulta, como mínimo, arriesgado. Esas cifras de afiliación demuestran, en sí mismas, la crisis que viven los partidos políticos, que no son vistas como organizaciones atractivas por la ciudadanía, sino más bien todo lo contrario. El segundo problema es el de la manipulación del voto, no tanto el hecho de que se puedan trucar los resultados de los refrendos, aunque Ciudadanos algo podría decir al respecto, sino a que el cuerpo de votantes puede ser sugestionado por el liderazgo para que haga lo que él desea, convirtiendo esas votaciones en refrendos. El PSOE de esto no sabe mucho, porque sus divisiones internas son de aúpa, pero Podemos es el mejor caso de hasta qué punto un partido bicéfalo matrimonial es capaz de hacer que sus militantes aprueben hasta la compra de su propia dacha de lujo en nombre de la gente corriente a la que dicen representar. Desde el momento en el que el poder en la cumbre es capaz de pastorear a la militancia el sistema de que esta vote se convierte en un trámite. El tercer problema, el más grave, es que la militancia de un partido es la que vive y mantiene las esencias del mismo y, por lo general, es la más radical a la hora de defender sus posturas. Un militante difícilmente aceptará que un partido rebaje sus exigencias de programa o pacte medidas con otros, pacto que implica cesiones mutuas. El militante exige cumplimiento de lo que el partido lleva como programa y lemas, y no se baja de ahí, y dejar en manos de la militancia las cuestiones del partido supondrá, siempre, un sesgo hacia la radicalidad, y eso es lo peor que le puede pasar a un partido. Estas organizaciones buscan, sobre todo, ganar elecciones para acceder al poder, y saben que el votante es mucho más templado que el militante de su propia formación. Escorar los discursos es la perfecta manera de dejar escapar votos que no se ven representados por el discurso militante (recordemos que son poquísimos) y eso erosiona gravemente la base de votantes. Es, por así decirlo, como si todo artista creara exclusivamente para satisfacer a sus fans más acérrimos, que no le perdonarían nunca que cambiase de estilo en su música, libros o lo que sea que cree. Ese artista acabaría siendo un muñeco en manos de esos fans, muy contentos, sí, pero sólo ellos, y es probable que la carrera artística del creador se resintiera y convirtiese, cada vez más, en un nicho menguante. Si se arriesga a salir de ese punto de conformidad sus fans se enfadarán mucho (cosa que pasa en el mundo artístico) y las críticas pueden hacerle mucho daño en la carrera. ¿Tiene esto sentido? Creo que no

Así, una herramienta que en principio posee muchas ventajas puede acabar convirtiéndose en una vía más para aumentar la radicalidad del espectro político y dificultar los acuerdos, más necesarios que nunca ante la fragmentación que vivimos, que parece que no se reducirá en mucho tiempo. Cada uno de los militantes de cada partido tiene una visión demasiado sesgada de la sociedad en la que vive, una visión falsa que puede llevar a que los partidos sean meros instrumentos de ataque de unos grupúsculos frente a otros, creando un malestar social, que es algo que ya vemos en nuestro día a día. Por ello, creo que la militancia debiera ser apartada de ciertas tomas de decisión y su voz escuchada, sí, pero no como si fuera un coro atronador.

1 comentario:

Miguel A. Rodriguez dijo...

Absolutamente de acuerdo, David. En nada es significativa esa votación. Y lo que es peor , se nos muestra de manera tan engañosa como lo podría hacer un ilusionista usando espejos cóncavos de aumento en una feria de pueblo.