Madrid
es esa ciudad que se presenta como candidata a eventos internacionales y no
logra ser elegida. Conocida es la persistencia con la que ha optado a acoger
olimpiadas y cómo ha fracasado una y otra vez. Se ha sabido posteriormente la
cuantía de las mordidas que otras sedes ganadoras, como Río de Janeiro o Tokyo,
han pagado a los coítos, los miembros del COI, por lo que se deduce que Madrid
no pudo igualar el presupuesto en B que presentaban esas candidaturas. Quizás
la propuesta organizativa y de espacios era la mejor, pero no el soborno
asociado, y la ciudad se ha quedado sin juegos, quizás para siempre.
Es
Madrid, por el contrario, esa ciudad que consigue de rebote celebrar eventos
que otros tenían planificados y se ven forzados a renunciar por causas de todo
tipo, donde últimamente abundan la violencia y los estallidos de furia local. Hace
casi un año se jugó en esta ciudad una final de la cosa esa del balón entre
equipos sudamericanos porque los contendientes, argentinos ambos, fueron incapaces
de garantizar la seguridad del evento, y se decidió celebrarlo a varios miles
de kilómetros del río de la plata. En apenas unas semanas se desplegó un enorme
operativo de seguridad y se acogió a las hinchadas y medios de prensa. El
partido se jugó sin muchos incidentes y los hosteleros y comerciantes locales
hicieron un buen negocio mediante un acto multitudinario que no estaba
previsto. La ciudad, otra vez, mostró lo que es capaz. Algo similar es lo que
puede acabar sucediendo en unas pocas semanas, tras
la confirmación de que será Madrid la sede de la COP25, la cumbre anual sobre el
clima de la ONU cuya celebración estaba prevista para principios de
diciembre en Santiago de Chile. La situación de violencia y descontrol que vive
aquel país ha forzado al gobierno de Sebastián Piñera a cancelar el ofrecimiento
de ser sede del evento, y ahí apareció rápido Pedro Sánchez, con el olfato del político
que ve una buena oportunidad, para prestar Madrid como comodín y evitar una
suspensión o aplazamiento de la cumbre, que ya fue trasladada de su primera
ubicación, Brasil, tras la negativa del negacionista Bolsonaro a cooperar con
ese evento. La cumbre se desarrolla durante varios días, del 2 al 10 de diciembre
si no estoy equivocado, contiene al gran puente de la Constitución e Inmaculada
en su interior y supone la llegada de miles de visitantes, que algunas fuentes
estiman entorno a los veinticinco mil. El evento se desarrollaría en los
recintos feriales de IFEMA, que están más cerca del aeropuerto que del centro
de la ciudad, y la repercusión en todo el sistema de alojamiento y ocio de la
ciudad puede ser muy intensa. La movilidad también se va a ver afectada, porque
tanto transporte público como taxi y servicios de VTC se van a ver ante un
incremento de demanda no previsto inicialmente en fechas en las que ya de por sí
la actividad es muy alta, con el soniquete de la Navidad encima todo el tiempo.
Se debe improvisar un dispositivo de seguridad específico no previsto, y a buen
seguro otra vez se suspenderán permisos y jornadas festivas en unos cuerpos de
seguridad que, entre acontecimientos como estos y la tensión en Cataluña, están
últimamente sometidos a una carga de trabajo que nada tiene que envidiar a la
de los estresados operadores financieros. Retos logísticos de todo tipo y el
escaso plazo de cuatro semanas para que todo esté a punto y el aeropuerto de
Barajas reciba a miles y miles de viajeros. IFEMA ha realizado congresos con
mayor volumen de asistentes, pero con más tiempo para poder ser planificados. El
reto es enorme.
Mi
sensación es que todo saldrá a la perfección, no sólo por tener confianza en
ello, sino sobre todo por una cierta sensación de cómo es la idiosincrasia de
este país y esta ciudad. Si nos diera un año para organizarla a buen seguro que
no hacíamos nada en los primeros diez meses y luego, a todo correr, en un par,
lo montábamos todo. Ahora tenemos un mes, por lo que sólo hay que hacer las
cosas al doble de la velocidad habitual. Hasta
nos da tiempo a realizar un canal navegable desde Sevilla hasta la puerta de
IFEMA para que Greta Thumberg pueda llegar con su millonario y elitista
velero a participar en el evento. Con un par de semanas, de trabajo, justo las últimas,
seguro que lo logramos.
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