Como
nunca he estado borracho no les puedo dar una impresión personal de lo que es
pasar una resaca. Dicen que es desagradable. Esa
misma sensación de desagrado deben tener ahora mismo casi todos los líderes
políticos tras el resultado electoral de ayer que, sospecho, sólo ha dejado
satisfecho a uno de los partidos nacionales, el nacionalista, lo que ya es
indicativo de que el recuento de la noche de ayer deja un panorama en el que la
estabilidad nacional, las perspectivas de un gobierno estable y la gestión
ordenada de los asuntos públicos están mucho más lejos de lo que ya lo estaban el
sábado 9. Genial idea la de repetir los comicios, sí.
Como
les decía, casi todos los partidos pueden estar hoy preocupados, y sólo los
energúmenos de Vox saltan de alegría con un resultado que les lleva a los 52
escaños, una cifra enorme, que no sólo les da grupo parlamentario, sino
capacidad para presentar recursos ante el Tribunal Constitucional o mociones de
censura. Su celebración es motivo de preocupación para todos, y su éxito es
otro de los males que debemos al exacerbado nacionalismo separatista catalán,
que ha jugado a azuzar los rescoldos del nacionalismo español para crear un
monstruo que justifique su deriva. Ya lo tiene. El PSOE, que también ha jugado
a alentar a Vox para crear un contrapeso al PP, ha logrado el objetivo de
dividir a la derecha y garantizarse ser el partido más votado, pero el
resultado que obtiene es decepcionante. Tres escaños menos que en Abril y un
desgaste enorme de su menguado líder, que pese a ello sigue exhibiendo una
capacidad para ganar elecciones sólo comparable a la incapacidad de llegar a
acuerdos. El PP tiene un sabor amargo, porque remonta respecto a los
desastrosos resultados de abril, llega a la horquilla alta de los ochenta
diputados, pero tiene la sensación de que podían ser muchos más si Vox no se
los hubiera quitado. El ascenso le permite a Casado seguir vivo al frente de la
formación pero sin muchas esperanzas de tocar poder, y con la desagradable
sensación de que lo que empezó siendo una escisión de la casa popular en forma
de extremismo se ha convertido en un monstruo que, comparativamente, no se sitúa
a demasiados escaños. La presión que los brutos de Abascal sean capaces de
ejercer frente al PP condicionará muchas de las políticas de esa formación, y
veremos hasta qué punto la estabilidad de los gobiernos regionales en los que
ambas formaciones tienen un acuerdo pactado. Pablemos y sus confluencias siguen
a la baja, perdiendo la barrera de los cuarenta escaños y acercándose cada vez
más a lo que fue la Izquierda Unida de Anguita, pero eso no parece que vaya a
cambiar los planes de su líder que, ajeno a toda autocrítica, seguirá dictando
con mano de hierro las directrices de esa formación, que nació como respuesta a
una indignación social y va camino de ser otro grupúsculo de extrema izquierda
de los muchos que ha habido en la historia. Quien sí que debe estar dolido con
los resultados es Ciudadanos, que no es el gran perdedor de la noche, no, sino
el gran humillado. De 57 a 10, su resultado es tan desastroso como inmanejable.
Rivera ha cometido enormes errores de estrategia en los meses que han
transcurrido desde abril, y lo ha pagado en las urnas. Su fracaso es muy
doloroso. Pudo formar gobierno con el PSOE tras los comicios de primavera,
juntos alcanzaban mayoría absoluta, pudieron gestionar, hacer presupuestos,
acordar un mínimo de gobierno y gestión que diera margen y tranquilidad, pero Rivera
optó por una huida hacia no se sabe donde, por su lema de la banda, y a medida
que pasaban los días las expectativas de su formación se deshicieron. Justo al
final, cuando ya no servía de nada, ofreció un pacto al PSOE que no ha tenido
relevancia alguna. El fracaso del partido es total y las posibilidades de que
su crisis sea existencial, alta. Como señaló anoche el brillante Carlos Alsina,
Ciudadanos empezó siendo UCD y puede acabar como el CDS.
Del
resto de formaciones, destacar el auge de los votos nacionalistas, con un PNV
que crece elección tras elección, con un independentismo catalán que se
reconfigura pero mantiene mucho poder (ERC es el cuarto partido en escaños en
el Congreso), una subida de Bildu, que le otorga grupo parlamentario propio y
la entrada, novedad, de Teruel existe con un escaño. En definitiva, un caos
mayor que el que ya teníamos, y la certificación de que Sánchez, Casado,
Iglesias y Rivera han fracasado. Suya es la responsabilidad de lo sucedido y de
lo que pase de ahora en adelante. Apañados vamos con esta tropa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario