Parece
que esta vez va en serio y Aramco va a salir a bolsa, Quizás a muchos el
nombre de Aramco les suene a chino, pero no debiera. Responsable de la
extracción y refino de una décima parte del petróleo que se consume en el
mundo, ese nombre hace referencia a la empresa petrolera saudí que ostenta el
monopolio del crudo en aquel país. Regida por la familia Saúd como una
extensión de sus propiedades, se la considera la empresa más valiosa del mundo,
con un valor que puede situarse en el entorno de los 1,8 billones de euros (el
PIB de España es 1,2 billones) lo que prácticamente duplica el valor de
monstruos como Apple, Microsoft, Amazon, Google…
El
plan saudí para sacar una porción de esta empresa a bolsa es antiguo, y se ha
frustrado en numerosas ocasiones, tanto por la complejidad y volumen de la
operación como por las propias opacidades del reino del desierto y su manera de
gestionar las cosas. Se ha hablado habitualmente de sacar un 5% del capital de
la empresa, lo que puede suponer, redondeando, unas ganancias para los saudíes
de unos cien mil millones de dólares, tres veces lo que vale Telefónica hoy en
día. En estas cifras siempre está como base la valoración que Riad ha hecho del
imperio petrolífero, de sus infraestructuras y reservas, y pese a que se sabe
que los recursos petrolíferos saudíes son ingentes, ha habido suspicacias sobre
el valor de los activos de la compañía y lo que realmente esconde bajo su
nombre. Obsesionados por el ingreso rápido que supone la salida a bolsa, los
dictadores saudíes han mantenido su opacidad, y eso es una combinación
imposible en este caso. Cotizar en bolsa exige una transparencia mucho mayor a
la empresa que decide dar ese paso que si uno se mantiene alejado del parqué.
En el fondo, salir a bolsa no es sino vender una parte de tu negocio a otros,
que en el porcentaje vendido, entran a formar parte de tu empresa y tienen
acceso a tu información. A veces eso es bueno y necesario, principalmente paran
la empresa que sale al parqué, porque obtiene una fuente de financiación rápida
y directa, pero acarrea consecuencias que pueden ser no deseadas. Elon Musk, el
fundador de tesla, sigue coqueteando vía twitter con la idea de sacar a su
empresa de cotización (eso se hace recomprando las acciones, poniendo dinero
encima de la mesa) porque está harto que la SEC (el regulador bursátil
norteamericano) y un montón de auditores le estén husmeando día tras día. En
España tenemos el caso de empresas como Mercadona o, especialmente, El Corte
Inglés, que son indistinguibles del tejido económico nacional, pero que no
cotizan. Los grandes almacenes son el ejemplo perfecto de oscurantismo en sus
cuentas y gestión propietaria, más allá de los líos familiares que se han hecho
públicos en los últimos años. Nadie conoce el detalle del balance de El Corte
Inglés, y sería casi público si tuviera que salir a bolsa. Consideran sus
dueños que no necesitan el ingreso suplementario del parqué a cambio de perder
la propiedad y privacidad plena, y es su decisión, y la pueden mantener
indefinidamente, siempre que ante las necesidades financieras encuentren
alternativas privadas. En el caso saudí, la situación es la misma, pero a una
escala tan gigantesca como nepotista. Controlada por los príncipes herederos y
sus adláteres, que son muchísimos, Arammco es otro tentáculo del poder regio en
el que la separación entre estado, negocio y empresa es, como mínimo, gris.
Acuciado por una deuda pública crecente y unos precios del petróleo que parecen
haber alcanzado un máximo estructural ante la emergencia del fracking, el reino
saudí busca, con la venta de ese pequeño porcentaje de la empresa, una riada de
dinero fresco que sanee las cuentas nacionales y cubra el déficit creciente de
una economía absurda, que derrocha los ingresos que casi, en su totalidad,
provienen del petróleo. Arabia Saudí es, en este sentido, un fantoche, que
empieza a asumir que en un mundo descarbonizado su papel será irrelevante.
Tardará décadas, quizás, pero la tendencia está ahí.
Más
allá de la espectacularidad de las cifras financieras de la operación, por la
que han pujado la city londinense, Singapur, Tokyo y Wall Street, a sabiendas
de las multimillonarias comisiones que pueden surgir, todo el mundo ansía con
curiosidad conocer detalles del interior de esa misteriosa y mágica empresa. El
atentado que sufrieron sus instalaciones hace pocos meses con aquellos drones
que decían venir de Yemen pero probablemente lo hacían de Irán dejó claro que
el mantenimiento y seguridad de sus instalaciones no es lo que se nos ha dicho,
y eso se notó en las estimaciones de valor de esta macrooperación económica y
de poder, que va mucho más allá de lo bursátil. Veremos a ver cómo cotiza, si
cumple con los dividendos previstos, y qué se esconde detrás de su turbulenta historia.
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