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de la noche, los presentadores dan paso al segundo corte del programa y,
transcurridos tres de los cinco bloques previstos, este que les escribe apaga
el televisor y se va a la cama, sin apenas sueño, en lo que será el inicio de
una noche larga de poco dormir. Lo
visto ha saciado mi capacidad de tedio, y la sensación que obtengo tras
tres bloques, dedicados a la cohesión nacional (Cataluña), economía y asuntos
sociales, es que el bloqueo político que vivimos va a ser eterno, carece de
solución a medio plazo y nos encamina a vivir instalados en campañas
electorales perpetuas, elecciones repetidas carentes de mucho valor y
argumentarios repetidos hasta el infinito. Un constante bucle.
Para
evitar el tema catalán, que me lleva a la melancolía, centrémonos en materia
económica, y ahí se veía claramente la presencia de cinco candidatos que
repiten sus consignas sin que disimulen mucho el hecho de que apenas tienen
idea de que hablan. El único de los cinco que parece tener algunas nociones
económicas claras es Rivera, pero ha oscurecido mucho su discurso y apenas sale
de los eslóganes que le auparon en su proceso de creación de liderazgo liberal.
Ante una desaceleración económica que ya es recesión técnica en algunos de
nuestros socios europeos, con tasas de paro muy altas, precariedad en sueldos y
salarios, baja inversión en I+D+i, ausencia de reformas en el modelo productivo
y unos ratios de deuda pública que son mareantes, los candidatos tiraron de las
recetas que se les supone son las propias de sus siglas, en algunos casos con
la sensación de que, al decirlas, asumían no tener ni idea de lo que estaban
hablando. Abascal, que de economía no sabe absolutamente nada (del resto más o
menos lo mismo), centró sus propuestas en la reducción de chiringuitos
autonómicos, como el que le dio para vivir muy bien a él durante algunos años y
la eliminación de la cobertura social a los inmigrantes, y se quedó tan
satisfecho. Iglesias sacó e manual del marxista de los setenta y, a cuatro días
de la celebración del treinta aniversario de la caída del muro de Berlín, abogó
por la nacionalización, la intervención masiva, el gasto desmesurado, la
ausencia de responsabilidades en la financiación de su programa y la garantía
de que, desde luego, su chalet será intocable. Se echó en falta que, para dar
algo de empaque a sus propuestas, diera los nombres de los primeros cien
ciudadanos a los que su chavista política va a expropiar sus bienes para darlos
al pueblo. Rivera, Casado y Sánchez comentaron algo más de temas con enjundia,
pero apenas esbozaron ideas realistas y factibles sobre cómo afrontar los retos
de nuestra economía. Nada sobre la reducción imperiosa de un déficit público
que vive descontrolado, ni palabra sobre una reforma fiscal verdadera, que
ensanche las bases imponibles, modernice las figuras tributarias, persiga tanto
la evasión como la elusión, y baje los tipos a las clases medias. Sólo
consignas y mantras sobre las pensiones, sin argumento alguno sobre cómo
afrontar la insostenibildiad de las cuentas si el proceso demográfico sigue
como va. Ausencia completa de ideas reales, más allá de un par de eslóganes,
sobre cómo llevar a cabo el proceso de transición energética que se nos viene
encima, y la gestión de sus beneficios, muchos, y costes, muchos, asociados a
una reconversión social que, como todas, generará ganadores y perdedores. Ni palabra
sobre I+D+i, la rémora de nuestra inversión, que se menciona siempre en campaña
pero que es abandonada por todos una vez que acceden al gobierno, porque sus
frutos se ven tan a largo plazo que no hay político alguno que pueda sacarle rédito.
Cero ideas sobre cómo gestionar la dualidad creciente del mercado laboral,
sangrante en nuestro país, y los efectos de la disrupción tecnológica que
vivimos, que expulsa a trabajadores del mercado sin dejarles muchas opciones y nos
obliga a todos a un reciclaje constante sin que haya garantías de que, en
meses, todo lo aprendido, se vuelva obsoleto por un nuevo avance tecnológico
que, sin duda, no surgirá en España, y así temas y temas y temas.
Entre
las promesas de campaña en este ámbito, la más destacada fue la de Sánchez de
nombra a Nadia Calviño como vicepresidenta económica de su futuro gobierno, en
un guiño a los mercados, responsables europeos e inversores internacionales. Esa
propuestas sería, supongo, recibida con muy mala leche en los cuarteles de
Podemos, donde la ortodoxia económica empieza por no pagar las cuotas de la
Seguridad Social de las asistentes de Pablo Echenique. En fin, bromas y
chascarrillos aparte, fue muy muy poco lo que se ofreció ayer por parte de los
cinco candidatos repetidores, que como el adjetivo indica, no dejan de
suspender en cada uno de sus exámenes.
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