Algunas preguntas y respuestas rápidas sobre el tema. ¿Es grave lo que está pasando en China? Sí, para ellos. ¿Lo puede ser para nosotros? Casi seguro que no. ¿Va a tener consecuencias sanitarias globales? Casi seguro que no. ¿Va a matar a millones de chinos? Muy probablemente sí, a varios. ¿Va a tener consecuencias económicas? Sí, pero es bastante más difícil precisar cuándo y en qué sentido. ¿China podría haberse ahorrado este desastre? Sí. ¿Las dictaduras gestionan mejor que las democracias? Otra vez se demuestra que no.
Lo de que probablemente vayan a morir varios millones de chinos es lo más grave y cruel de todo lo que ahora mismo se vive en aquella nación, donde surgió el covid y donde, muy probablemente, termine la pandemia global. Numerosos errores en la gestión de la pandemia por parte del gobierno chino han llevado a la situación actual, todos ellos evitables. Resulta absurdo que, dos años después, el tsunami descontrolado de casos que se vivió en nuestras naciones en 2020 se repita en las megaurbes chinas cuando hemos aprendido todos cómo funciona el virus y, sobre todo, que las vacunas disponibles son de una altísima eficacia para moderar la dolencia causada y gripalizarla. La obsesión del gobierno chino por el covid cero pudo tener un cierto sentido durante ese año 2020 y con la variante original, pero la explosión de ómicron y las vacunas de ARN mensajero demostraron que, por un lado, los contagios masivos eran inevitables y que, por otro, el pinchazo era la vía certera para hundir la mortalidad del virus y relegarlo a un problema muy menor. Antes estas evidencias, globales, el gobierno chino decidió ignorar la realidad, y cerrarse. Quizás porque le convenía, como buena dictadura, mantener el asunto del virus vivo para intensificar sus ya absolutistas controles sobre la población, digitalizados y sofisticados hasta el extremo tras la llegada del covid. Desde luego, por un motivo de orgullo nacionalista, emperrado como ha estado desde un principio en despreciar las vacunas occidentales y centrarse en el suero de tecnología propia, mejor que nada, pero de una eficacia bastante menor que las vacunas que usted y yo nos hemos puesto (la china Sinovac Sinofarm no está reconocida por la agencia europea del medicamento). Y sobre todo, por un error estratégico incomprensible, que es el de no hacer obligatorios los pinchazos entre la población china. La vacuna se recomendaba, pero en ningún caso se alentaba su uso de forma masiva ni se pedía como requisito para acceder a lugares públicos ni nada por el estilo. Cuando el covid empezaba a ser historia en occidente, tras la ola de ómciron y la alta vacunación, la población china seguía envuelta en el mundo de las PCR y los test, y los pinchazos eran testimoniales. Se jugaba a la carta de que la vacuna no es necesaria si las restricciones de confinamiento son estrictas cuando hay brotes, pero eso es inviable con la capacidad de expansión de ómicron. Por ello la población china se enfrenta ahora a esa variante con un nivel de vacunación bajo, de una vacuna menos efectiva que la nuestra, y con casi nula inmunidad natural dado que no ha habido contagios en la población en olas pasadas, que por los encierros allí no se dieron. Sumen a eso una población que ha envejecido en estos últimos años y un sistema sanitario bastante más débil que el occidental y tendrán un cóctel perfecto para que las muertes se disparen.
Es cuestión de semanas de que el conjunto de la población del país se contagie, al menos la urbana, sufra el impacto de unas variantes que aquí ya están más que domesticadas y sus efectos se midan en incineraciones tumultuosas. Cuando llegue el año nuevo chino, el lunar, a finales de este enero, y se den las migraciones de la ciudad a los pueblos, la ola impactará en el mundo rural, aún menos vacunado, causando allí los daños que sean, y tras ello es bastante probable que, para inicios de marzo, dos años después, y con un balance de muertos oficial ridículamente bajo, el covid empiece a ser totalmente historia en nuestro mundo. Y la dictadura china habrá fracasado en su gestión. Poco le importará si Xi y los suyos siguen en el poder.
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