No están claras las causas de lo sucedido ayer en Kiev. En una mañana de niebla, el helicóptero que transportaba al ministro de interior y a gran parte de su equipo cayó sobre una zona habitada del extrarradio de la capital, impactando en una guardería. Todos los ocupantes del aparato fallecieron y en tierra también hubo varios muertos, entre ellos un par de niños. Se investigan todas las posibilidades, siendo la del accidente o el fallo mecánico la más probable, pero no pudiéndose descartar otras, dada la guerra que se vive en el país y lo bonito que sería para el enemigo ruso asestar golpes de esta entidad contra el ejecutivo de Zelensky. Tragedia en todo caso, con un balance que supera ampliamente la decena de fallecidos.
Todo esto tuvo lugar mientras siguen las conversaciones entre potencias occidentales sobre el envío de blindados a Kiev para que sean utilizados por las tropas ucranianas en su enfrentamiento con Rusia. En origen, las fuerzas militares de Kiev tenían un stock de carros de combate no precisamente valioso, ni por número ni por tecnología, siendo casi todo él una herencia de la época soviética. En el desarrollo de los combates, la ineficacia rusa ha convertido al atacante en el principal suministrador de carros a Ucrania, tanto operativos como inutilizados, pero útiles para ser canibalizados como fuente de repuestos para reparar los otros. En todo caso las fuerzas de tierra rusa son superiores y, hasta ahora, Ucrania ha eliminado muchos de los vehículos atacantes gracias a su valor y al inteligente uso de la tecnología y medios suministrados por occidente, pero si quiere realizar una contraofensiva que rompa las líneas que el Kremlin ha fortificado en la franja conquistada necesita carros nuevos, y mejores, es decir, occidentales. Reino Unido y Polonia ya han dicho que están dispuestos a dejarles algunos de los suyos, y EEUU va a enviar unidades de Bradley, que no es exactamente un tanque, sino un híbrido entre vehículo de transporte y de ataque, con artillería media (los Abraham, que son los grandes tanques norteamericanos, de momento no) y todas las miradas se dirigen a Alemania, que tiene el modelo Leopard, uno de los más utilizados por las fuerzas europeas, entre ellas las españolas. El gobierno alemán, sumido en un pozo depresivo desde que empezó la guerra, no se muestra nada receptivo a la idea de suministrarlos. Ha ido poniendo excusa tras excusa para negarse, y la realidad le ha desmontado cada uno de sus argumentos. En el fondo, lo que hay en Berlín es miedo a que nada vuelva a ser como antes y que la relación comercial y energética que ha unido durante décadas a Berlín y Moscú, y que ha sido tan beneficiosa para ambos, se rompa para siempre. Esa ruptura es inevitable, y dolorosa, pero en Berlín no parecen querer asumirlo. Enviar esos tanques sería una escalada más en una guerra que no deja de intensificarse, pero que responde a una agresión por parte de Rusia, no a una decisión unilateral ucraniana. Las influencias rusas en Alemania siguen siendo numerosas y poderosas, y eso se nota. Si Alemania se liega, el resto de naciones que tienen los Leopard podrían enviar algunas de sus unidades, porque como país fabricante, los contratos de exportación firmados por Berlín prohíben expresamente que ese material sea destinado a terceras naciones. Una de las excusas más interesantes que Berlín ha puesto sobre la mesa en este asunto es que, operativos, son pocos los tanques que posee, y que poner el resto a punto para ser usados requeriría mucho trabajo industrial y, con ello, retrasos. Es decir, que la defensa alemana, como le pasaba a las UCIs españolas, tiene pintado en un papel que posee no se cuantos tanques pero luego, realmente, son muchos menos, y los que debieran estar no existen. Si eso es así, y dada la desidia en políticas de defensa que se vive en nuestras naciones no es descartable, el ridículo alemán es esta historia sería épico. Uno más a sumar al fracaso que vive el país desde el inicio de la contienda.
En todo caso, si se produce la cesión de unidades de distintos países a Ucrania, podremos ver algunos intentos de contraofensiva, pero cuidado, con problemas logísticos de fondo. Carros con diferente plataforma y origen tienen piezas propias, quizás calibres y municiones específicas, y si algo se estropea o resulta dañado en combate las reparaciones se pueden complicar mucho. Acumular material novedoso de distinta procedencia aumenta notablemente los riesgos de incompatibilidades y eso, en un frente vivo y cruel como el ucraniano, es un gran problema. Y no hemos hablado del tiempo de formación necesario para sacarle rendimiento al material. En definitiva, que no todo es oro en la reluciente idea de ceder tanques occidentales, pero mejor esos problemas que los derivados de no tener con qué responder a los rusos.
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