jueves, enero 26, 2023

Ione Belarra, en pleno desgobierno

La decisión alemana de ayer de aceptar el envío de sus tanques al frente ucraniano abrió, otra vez, la disensión en el seno de nuestro extraño gobierno de coalición, que en el fono nunca ha sido tal. Desde que comenzó esta legislatura ha habido dos gobiernos, uno vestido de socialista que loa a Sánchez y otro que rige Iglesias, en presencia o en la sombra. Todos los ministros han jurado su cargo y prometido someterse a lo que mande el presidente pero, en la práctica, los de Podemos hacen lo que les da la gana y Sánchez no parece tener permiso para tocarlos. Es una situación absurda, que lo sería menos si estuviéramos ante profesionales competentes, pero mire, precisamente no es ese el caso.

La respuesta de Ione Belarra, ministra de este gobierno, con sueldo de ministra de gobierno y con derecho a indemnización de ministra de gobierno cuando deje de serlo, a la decisión del ala socialista de unirse al esfuerzo occidental frente a Rusia fue de risa, tenebrosa, pero de risa. Criticó con dureza esa posición de la “parte socialista” y dijo que lo que debe hacer España es estar en la negociación para que la guerra se acabe. Nunca ha salido de su boca una crítica al Kremlin, a Putin o a nada de lo que las tropas rusas hayan perpetrado en estos once meses de guerra. Ni un solo mensaje de apoyo y condolencia a las víctimas ucranianas, residentes en una nación soberana brutalmente invadida por un vecino mucho más poderoso. No. Belarra, que cobra como ministra, ha dedicado insultos y amenazas a muchas personas, la última de ellas Juan Roig, dueño de la cadena Mercadona, y en su nombre a todos los responsables de las empresas de distribución alimentaria. Contra ellos ha dirigido expresiones y tonos de una dureza inusitada, en la que el rencor se junta con la ignorancia para generar un discurso vacío, populista y tan equivocado como peligroso, pero es sorprendente (o no) que ni el 2% de la intensidad con la que la ministra Belarra ha sacudido a Roig se la haya dedicado al sátrapa que desde Moscú dirige la carnicería en el este. Y eh añadido el “o no” porque, en el fondo, todos sabemos con quién simpatiza Belarra, y su auténtico jefe. Es inconcebible que en esta situación en la que las democracias europeas estamos siendo atacadas por la dictadura de Putin en el cuerpo y territorio de Ucrania haya representantes en un gobierno europeo que no oculten su admiración ante el personaje que rige en Moscú, que vean con buenos ojos las posiciones rusas y que compren sin rechistar el discurso que, desde las cloacas del poder ruso, se elabora para justificar la infamia que vemos cada día. Ayer Belarra volvió a ser la voz de su amo en el tema de la guerra, y dejó claro, como desde hace once meses, que si fuera por ella y los suyos no se hubiera movido un dedo en defensa de los ucranianos desde el momento en el que empezó la guerra. Si me apuran, quizás en la intimidad, sería ella una de las que celebraría la posible victoria rusa en la guerra. Cierto es que en esa fiesta no estaría sola, porque no son pocos los que, tristemente, viven en una burbuja de ensoñación respecto al papel de Moscú en el mundo. Algunos de ellos tienen el aliciente de ser convenientemente engrasados a través de sus cuentas corrientes, donde a buen seguro exigen el pago en euros o dólares, no en rublos, porque serán sectarios, pero no imbéciles, y usan los altavoces mediáticos de los que disponen para mantener un discurso que, si al inicio de la guerra era sonrojante, ahora es simplemente un delirio cruel. Belarra no está sola en sus opiniones y discursos, probablemente eso sea lo más inquietante, pero sí es de las pocas que los dicen desde las alfombras oficiales de un gobierno occidental. Es un caso inaudito, y resulta por ello obvio que en las reuniones y llamadas oficiales que se hacen para decidir el rumbo de los acontecimientos y la participación occidental en el desastre ucraniano a España ni se le consulte. Conocida es la postura prorrusa de parte de nuestro gobierno y, obviamente, como para contarle confidencias están los aliados. Es un nivel de ridículo el que se alcanza cada vez que se repiten declaraciones de este tipo que ya se han superado todos los límites inimaginables.

¿Consecuencias? Ninguna para el salario de Belarra, que es lo que más le importa. Su jefe, Sánchez, sigue haciendo como si oyera llover cada vez que alguno de sus ministros morados, que son sus subordinados, sale a la palestra a decir cosas que sonrojan a cualquiera. ¿Por qué? No lo se, no lo entiendo. Pensará el doctor que da igual, que todo es pose y que no supone problema alguno de cara a las expectativas electorales del ala socialista, pero sea así o no, que lo dudo, el cargo de ministro en España, que ya llevaba tiempo devaluado, se ha convertido en algo carente de todo prestigio. Pruebe usted en su trabajo hoy a cagarla y delante de su jefe y a ver qué tal se lo toma. Seguro que le cae una bronca seria y, quizás, la última. En todo caso, sepa que Belarra seguirá cobrando, lo haga usted o no

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