Una de las miles de causas judiciales en las que está envuelto Trump hacen referencia a haberse quedado con papeles confidenciales que son propiedad del gobierno, del estado, pero no del presidente. Los rumores de que se había quedado con documentación que no debía fueron creciendo y, si recuerdan, el año pasado tuvo lugar un allanamiento de su mansión de Florida, en la que, en efecto, se encontró documentación confidencial tirada por el suelo como si fueran los restos de una fiesta adolescente. Trump negó que la tuviera y, tras descubrirse que sí, arremetió contra el FBI y el gobierno por entrar en su casa. Biden y los suyos le pusieron de vuelta y media, y con toda la razón.
Como la vida da muchas vueltas, al menos una al día, es ahora Biden el que se expone a un caso similar, con algunas diferencias sustanciales, pero que en el fondo se parece demasiado. Los abogados del actual presidente encontraron en su casa de Delaware documentos oficiales de la época en la que era vicepresidente con Obama, que tampoco le pertenecían, y que no debían estar allí. El presidente se hizo el extrañado ante el descubrimiento y repitió muchas veces que no sabía cómo habían llegado esos documentos hasta su hogar. La cuestión es que una vez descubiertos unos, se empezó a investigar y aparecieron más en el garaje de la casa, por lo que la hipótesis del descuido involuntario, que nadie se la creyó, quedó convertida en chiste malo. La oposición a Biden cargó con fuerza contra el presidente por lo que consideraba, con razón, un ejercicio de hipocresía mayúsculo el que antaño se hubiera acusado a los republicanos de lo que ahora se descubre como falta demócrata, y Trump no tardó nada en escribir poniendo a parir a Biden y todo su entorno, siendo él el menos indicado para dar lecciones, sobre esto y sobre cualquier otra cosa. ¿Cuáles son las diferencias entre ambos casos? Principalmente dos, el volumen de la documentación encontrada y que, una vez hallada, Biden sí va a colaborar con la justicia para devolver los documentos, pero la falta es idéntica en ambos casos, y el daño político para la imagen presidencial es alto en el caso demócrata. Pillados en un delito con el que has acusado a otros, los medios pro demócratas empezaron dando poco bombo al caso, pero finalmente no han podido evitarlo y critican duramente la torpeza de una casa Blanca que elaboró un arma política de un asunto que ahora se vuelve contra ellos. En esto hay que reconocer que, al menos allí, la prensa y los medios son sesgados como aquí pero no hasta el punto de ocultar las miserias de los propios en el habitual ejercicio de servilismo a la causa que vemos todos los días entre nuestras cabeceras. Lo cierto es que lo que parecía un inicio de año tranquilo, amparado en la no ola roja que se dio en las elecciones de medio mandato de noviembre y el ridículo republicano a la hora de elegir al presidente de la Cámara de Representantes se ha convertido en un momento de bajón demócrata bastante serio. No hace falta ser muy espabilado para deducir que la cámara que ahora está en manos republicanas va a hacer todo lo posible para mantener vivo este asunto e investigar a Biden hasta donde pueda, y en este caso con el respaldo de la sociedad, porque la pillada al poder en renuncio ha sido de las gordas. El año en el que Biden debe anunciar si se va a presentar a la reelección, que empezaba tranquilo, se ha torcido bastante y deja a una presidencia noqueada, sumida en argumentarios baratos y con muy poca fuerza para impulsar políticas propias. La sensación de parálisis a la que se ve abocado el gobierno federal aumenta, y todo ello con urgencias como las de elevar los techos de gasto y déficit en el horizonte inmediato.
¿Lecciones prácticas para la política de este caso? Que el dicho clásico de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio sigue más vivo que nunca, y que si uno es paciente y espabilado sólo tendrá que esperar un poco y trabajar algo para encontrar que los graves hechos por los que una fuerza política demoniza a la otra y le acusa de lo peor son rebatido con la misma firmeza por hechos nuevos de una simetría casi exacta. Por ello, asirse del argumentario cerrado de una formación política sin ninguna discusión es la mejor manera de quedarse colgado, cuando no de ser ahorcado por la realidad. Los editorialistas pro Biden de hace dos meses ahora deben estar acordándose de sí mismos y lo que escribieron contra otros. Bueno, al menos allí se sentirán defraudados con aquel al que apoyaron en este asunto. Aquí, les reitero, no hay ni memoria ni reflexión ni vergüenza.
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