El sembrar las semillas del populismo en la política tiene efectos muy llamativos, como el que vimos el domingo en Brasilia, o su antecesor, el asalto de Washington de 2021, pero también trae otros, más sibilinos, quizás igualmente letales. En nuestro país el gobierno se sostiene en una formación de extrema izquierda populista que no deja de cometer errores de bulto, hacer declaraciones sonrojantes y comportarse, en el mejor de los casos, como una cutre asamblea universitaria. En la derecha, el PP está asediado por unos sujetos que se organizan en torno a algo llamado Vox que no dejan de decir disparates, hacer poses de tipos duros y ser unos absolutos incapaces para todo lo que sea gestión. El populismo socaba los consensos
Por eso, el espectáculo lamentable que se ha visto estos días en Washington en torno a la elección del “spaekaer” o presidente de la Cámara de Representantes, el Congreso de allí, ha vuelto a poner sobre la mesa el letal efecto que ese populismo sin frenos tiene y cómo el extremismo conocido siempre podrá ser superado por un extremismo aún más disparatado por venir, que acusará a todos los demás de no ser lo suficientemente puros. Los republicanos ganaron las elecciones legislativas de medio mandato de noviembre, con menos margen del previsto, lo que hizo que no recuperasen el Senado, pero sí la citada Cámara de Representantes, aunque por un margen bastante más estrecho de lo que se esperaba. Muchos candidatos a representante fueron decididos por Trump, entre lo más granado de sus desquiciados fans, y varios fracasaron en la elección, pero otros no. Como resultado, la mayoría republicana de la cámara tiene un subgrupo de unos veinte congresistas que son la creme de la creme del trumpismo, que se proclaman poseedores de la verdad y que no aceptan que el resto, tampoco sus presuntos compañeros de partido, les digan lo que tienen que hacer. A la hora de escoger el presidente de la cámara, que allí tiene más capacidad y poder que aquí, el candidato republicano era McCarthy, trumpista de la vieja escuela, por así decirlo, y se presentó ufano a la votación, pero su sorpresa fue enorme al ver que salía derrotado porque el grupo de los puros voto a un candidato propio. La escasa mayoría republicana se perdió y ninguno de los candidatos presentados alcanzó los votos requeridos. Fracaso. Bronca. Sorpresa. McCarthy, asombrado, escuchaba a los de su propia bancada, a esos inmaculados, acusarle de ser un blando, un vendido, de no estar con Trump hasta el fondo como ellos, de ser un cobarde (¿les suena?). Creyendo que todo era una pesadilla, se volvió a solicitar una votación, y el resultado fue idéntico. Tras varias votaciones en ese día, el 2, McCarthy no resultó elegido en ninguna de ellas. El desastre era ya monumental. Así han transcurrido los primeros días legislativos en EEUU. El ala mayoritaria republicana, que controla el 90% de los escaños de la formación, ha estado plenamente sometida al chantaje que han planteado los limpios entre los sucios y han ido haciéndoles concesiones de todo tipo hasta lograr que el día 5, tras quince votaciones, McCarthy fuera finalmente escogido, gracias a la abstención de algunos de los seres iluminados, previa conversación de cada uno de ellos con el patriarca Donald. Las concesiones que se han alcanzado le han permitido al candidato acceder al cargo, pero con menos poder, porque ahora puede ser recusado en cada momento si alguno de los congresistas así lo considera y someterse a una moción de confianza de la cámara, por lo que el grupo de veinte mantiene, en la práctica, un derecho de veto sobre la figura del presidente de la cámara. Cada normativa que los republicanos presenten, o cuenta con apoyo demócrata, muy difícil, o es respaldada por los que viven en el Valhalla de la verdad, por lo que la posibilidad de parálisis de la cámara es casi más una realidad que un temor.
En la práctica, el partido republicano se ha escindido en la cámara en dos formaciones, una conservadora clásica con aires trumpistas y otra radical, sometida no ya a los designios de Donald, sino a la visión inmaculada de la arcadia soñada, al paraíso al que aspiran los elegidos. El disparate es absoluto. Con un Congreso que puede caer en el bloqueo no es ya que estos dos años próximos sean una pesadilla para la administración del demócrata Biden, que también, sino que podemos estar ante un empantanamiento total del legislativo norteamericano, lo que puede afectar a su gestión presupuestaria, el mercado mundial de bonos, el apoyo a Ucrania y muchas cosas más. Y todo por el maldito populismo y sus voces extremistas.
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