Lo que ya es evidente para todo el mundo es que esto de las COP, las conferencias sobre el clima de la ONU, son un inmenso negocio para el país que las acoge, dejando enormes beneficios por la multitudinaria audiencia que congregan y las rentas que mueven. Se estima que en la que, en principio, se clausura hoy en Dubái, serán entre ochenta y noventa mil los asistentes a un encuentro en el que el número de jets privados de “concienciados” por el clima que están hiperforrados supera a todo lo que uno pueda esperar en estaciones de esquí de lujo o paraísos fiscales tropicales. Al Dios del clima rogando y con el mazo del avioncito particular dando.
El acuerdo final de la cumbre de este año está en el aire por la disputa sobre la necesidad de incluir en él referencias a la renuncia a los combustibles fósiles. Por un lado, los países europeos y otros occidentales, los mayores consumidores de estos combustibles, cargados de hipocresía hasta las cejas y vendedores de un discurso ambientalista que reporta votos, quieren incorporar al texto referencias a esa necesidad, inviable desde el punto de vista tecnológico y económico en la actualidad. En frente, los países productores de petróleo y gas, que viven en gran parte de las rentas de vender esos productos a los países consumidores, no quieren no oír hablar de que lo que mantiene sus economías a flote sea demonizado y puesto en riesgo. Este conjunto de países pasa bastante de los objetivos ambientales, aunque son mucho menos hipócritas que nosotros, los ricos consumidores. Como suele suceder en estos casos, la cumbre puede acabar en fracaso o en un texto acordado lo suficientemente vacío que satisfaga a todos y no diga nada, y de ahí vuelta a los jets privados y de camino a casa a seguir cada uno con lo suyo. ¿Es viable prescindir de los combustibles fósiles? No, imposible. La mayor parte del petróleo se usa para alimentar los motores de combustión que mueven el mundo, y proceder a su electrificación masiva es un reto al que la tecnología actual no puede ofrecer una respuesta ni práctica ni económicamente viable. Un occidental de rentas altas puede comprarse un coche eléctrico que le permite acceder a la ciudad sin emitir y hacer sus trayectos urbanos en el día a día, y tener un segundo coche con el que viajar cuando le plazca sin problemas de batería o recarga. La gran mayoría de la clase media baja tiene un vehículo para todo, y no puede ser eléctrico. Quizás dentro de diez o quince años sí, en función de la tecnología de las baterías, pero hoy no. El resto del petróleo (y gran parte del gas y carbón) se utiliza para usos industriales de todo tipo, entre los que destacan las industrias del acero, cemento, plásticos y amoniaco / fertilizantes, las bases de la tecnología vital que nos sostiene. Electrificar esos procesos, actualmente, es un reto tecnológico no conseguido. El resto del gas y carbón se utilizan, principalmente, para calefacción y generación de electricidad. Es en este último punto donde las fuentes renovables (solar y eólica principalmente) están siendo relevantes a la hora de sustituir combustibles fósiles, pero la electricidad es un vector energético, que debe consumirse cuando se produce, no es un stock que pueda almacenarse, y de noche los paneles no rinden y sin viento los molinos tampoco. En condiciones climáticas óptimas hemos tenido días en España con sobreproducción gracias a estas dos fuentes que han hundido los precios y apenas han generado emisiones de CO2, ideal, pero en jornadas como hoy o ayer, muy cubiertas y con viento, la generación renovable será escasa y el respaldo de las centrales nucleares y de gas será fundamental para abastecer la demanda. La intensidad de uso de derivados del petróleo por parte de las economías desarrolladas sigue bajando desde hace décadas, lo que es un indicativo de que no dependemos tanto como antes de las mismas, pero es iluso pensar que en un plazo de pocos años puedan ser prescindibles.
Realmente estas conferencias sobre el clima son poco útiles porque llenan de política un tema que, en primer lugar, debiera estar liderado por meteorólogos, que saben bien de qué va esto del calentamiento global y sus consecuencias, y luego por científicos, que son los que pueden dar soluciones prácticas que permitan reducir el uso de los combustibles fósiles. Una batería más eficiente y barata, que de autonomía de 700kms sería el santo grial que permitiría descarbonizar el vehículo privado, pero eso surgirá, cuando lo haga, de un centro de investigación, no de un consejo de ministros o una dirección general de funcionarios. El clima es global, y si naciones como China o India emiten cada vez más de poco sirve que otras emitamos cada vez menos. Y sobre eso tampoco nadie dice nada.
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