Si en España hemos ido degradándonos en este año, el panorama internacional también ha mantenido la senda de desorden creciente que se vio en el pasado, con una inestabilidad acusada en numerosas zonas del globo, y la sensación de lo que se ha ido llamando “orden internacional” naufraga poco a poco. Las potencias, occidentales, que lo mantenían, se están debilitando, y otras naciones quieren un sistema alternativo, junto a algunas otras que parecen no querer sistema alguno. Esferas de influencia, intereses y rivalidades crecientes que, como las grietas en Islandia, avisan de posibles erupciones, que pueden tardar más o menos, pero, finalmente, se producen.
La guerra de Ucrania sigue destruyendo y matando en el este de Europa, y el balance de este año es deprimente. La contraofensiva lanzad por Kiev en verano ha resultado ser muy poco efectiva y el terreno recuperado escasísimo, ya a medida que el otoño se ha ido convirtiendo en invierno la intensidad del apoyo norteamericano a Ucrania ha ido bajando cuanto más han presionado los republicanos para ello. A dos meses del segundo aniversario del inicio del ataque ruso, la situación es de tablas con aparente ventaja para el kremlin. A esa guerra le ha salido una competidora en atención mediática y recursos norteamericanos, que es la de Gaza. Durante el final del verano se habló bastante de la posibilidad de que los llamados acuerdos de Abraham, suscritos por Israel y otras naciones árabes, se extendieran a Arabia Saudí, lo que hubiera supuesto un cambio radical en la diplomacia de la zona, pero los salvajes atentados de Hamas del 7 de octubre trastocaron ese esperanzador escenario. Más de mil israelitas fueron asesinados en una operación de corte yihadista que provocó la conmoción total de Israel y su entrada en guerra contra Hamas en Gaza, operación que a día de hoy sigue, con un balance estremecedor de miles de víctimas civiles palestinas y el destrozo absoluto de ese territorio costero, convirtiéndolo prácticamente en un lugar invivible. Esta guerra ha desatado sentimientos antisemitas en medio mundo y obligado a replantearnos muchas de las cosas que dábamos por sentadas desde hace tiempo, como por ejemplo, la indestructible alianza entre Washington y Tel Aviv. Entre estos dos conflictos abiertos y sangrantes se han producido numerosos hechos que recalcan lo que antes comentaba, el debilitamiento del orden global. Actores poderosos, como China, ven en esta coyuntura una oportunidad para alterar las reglas del juego, y patrocinan alianzas como las del llamado sur global, ente que no existe en la práctica, pero que se expresa como una asociación de naciones cuyo principal objetivo es el de debilitar la primacía occidental y las instituciones globales por ella creada. Rusia, ejemplo de nación salvaje que actúa al margen de toda ley, ha ido extendiendo sus tentáculos más allá del este de Europa, y está presente, de manera directa o simbólica, en los golpes de estado que han sacudido a numerosos países africanos. Naciones de instituciones débiles, graves problemas económicos y población joven sin expectativas han pasado de ser regidas por gobiernos autoritarios socios de occidente a serlo por regímenes de igual corte dictatorial, pero aliados de Rusia y China. Francia, antigua potencia colonial en varios de ellos, ha resultado ser la gran derrotada de la región en este año horrendo para la nación gala. En general, en la zona del Sahel, el yihadismo y las asonadas militares avanzan y provocan una sensación de derrumbe en la zona. Con una demografía desatada, esos países van a ser foco de inestabilidad en los próximos años y, también, origen y ruta de emigración hacia una Europa, lo más rico que tienen cerca, que envejece y se vuelve cada vez más temerosa. El gendarme del orden global, EEUU, vive más ensimismado en sus propios problemas que en sostener un sistema que le beneficia pero genera costes crecientes. Los intentos de reducir la presencia del dólar en las transacciones globales aún no han logrado apenas efectos, pero el mero hecho de que existan, y el fracaso parcial de las sanciones financieras impuestas a Rusia demuestran que las cosas ya no son como eran.
De fondo, permanentemente, las relaciones entre Washington y Beijing, que sufren altibajos constantes. Se ha producido una reunión entre Xi y Biden que ha ayudado a destensar la situación, pero EEUU mantiene un paquete de restricciones a las empresas tecnológicas para que no permitan que China se haga con los mejores chips del mundo. En campos como la computación cuántica o la IA la rivalidad entre ambos es total y se da a una dimensión en la que el resto de naciones no podemos hacer otra cosa que no sea observar con curiosidad. Taiwán sigue ahí, a tiro de la armada china, y con la opción de ser el desencadenante de algo más que una guerra regional. El que la guerra se vuelva a ver como herramienta posible ante cualquier problema indica el feo panorama en el que nos estamos metiendo.
Subo a Elorrio a pasar las fiestas navideñas. Si todo va bien, nos leemos el jueves 4 de enero. Disfrútenlo, pásenlo bien y abríguense. Feliz Navidad y año nuevo para todos.
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