El domingo por la tarde, hora española, Javier Milei tomó posesión como presidente de Argentina en una ceremonia en la que Alberto Fernández, el mandatario saliente, tenía aspecto de asistente a un funeral y Cristina Fernández de Kichner, la que ha reinado durante todos estos años en el país, parecía el cadáver que el peronismo velaba en su duelo. Milei cambió algunas tradiciones de la toma presidencial y, a lo americano, decidió dar su discurso en las escaleras del Parlamento, delante de la muchedumbre concentrada en la plaza. Sus palabras fueron, para lo que ha demostrado ser en campaña, moderadas.
Lo más significativo de lo que dijo, y además cierto, fueron tres palabras: “no hay plata”. Con una inflación del entorno del 150% anual, déficit comercial y fiscal desatados y pobreza creciente, la economía argentina es un enfermo que está gravísimo y cuya supervivencia es dudosa. El reto que tiene el nuevo presidente por delante es enorme, y no va a salir de él motosierra en mano, como hizo durante la campaña, ni con propuestas estrambóticas como la de renunciar al peso y adoptar el dólar como moneda. La única posibilidad de que Milei sea capaz de revertir el desastre que han dejado décadas de populismo peronista es implantar una política seria de ajustes y recortes, con carácter selectivo, que embriden el descontrolado gasto público, permitan la entrada de divisas y den al país una imagen de seriedad mínima en el mundo que lo haga atractivo para la inversión. El problema básico que tienen todo este tipo de medidas es que, a corto plazo, de manera inmediata, generan un daño adicional a la población y causan una gran conflictividad social. Reducir el gasto público son cuatro palabras que se pueden traducir en cientos y cientos de medidas de muy distinto alcance financiero y social, y todas ellas van a perjudicar a algunos sectores y ciudadanos. Si uno es listo y trabajador busca aquellos recortes que sean los menos dolorosos para los que menos tienen y, a la vez, significativos y eficientes. Si uno es vago, aplica idénticos recortes por doquier a la espera de que las cosas vayan tirando. Contablemente, a primera vista, ambas decisiones pueden ser equivalentes. Política y económicamente no lo son. Un gobierno que recorta prestaciones sociales debe empezar por recortarse a sí mismo, por reducir su propio gasto, por dar una señal a los administrados que quien recorta no se está quedando con parte del recorte. Es una vía para hacer las cosas bien y limitar la protesta social, que será inevitable. En Argentina las medidas deberán ser duras porque, entre otras cosas, el margen de la nación es escaso, y para tomarlas Milei cuenta con un Congreso en el que su partido tiene poco apoyo, por lo que tendrá que negociar lo que quiera hacer. Para un político populista que se ha llenado la campaña de soflamas y gritos aterrizar en la política real se le va a hacer muy cuesta arriba a “el loco” como le apodan muchos. Tiene una ventaja en su mandato, que es que viene precedido por el estrepitoso fracaso de todos los anteriores, y por la historia económica de una nación que es el paradigma moderno de la catástrofe, donde todo lo que se ha podido hacer mal mal se ha hecho. Es probable que veamos la marcha de varios de los ciudadanos argentinos, proceso que se da desde hace años por la falta de expectativas en una nación quebrada, y que esa marcha se frenase sería un indicador significativo de que algo está mejorando allí, pero para eso, si se da, queda bastante tiempo. Por ahora la travesía del desierto que lleva la nación sigue y ahora empieza a ser comandada por Milei en otro tramo de ardientes arenas.
¿Puede conseguirlo? Ojalá, pero lo tiene realmente difícil. Empezando por la necesidad de pragmatismo y cabeza fría, que no parece tener en exceso, la labor de su gobierno es todo un reto, y la división de la sociedad argentina entre los peronistas derrotados ávidos de poder, los votantes que demandan un cambio y la inmensa masa de pobres que se reparte entre todos los estratos de voto y demás categorizaciones sociales lo pondrán difícil. Las relaciones comerciales con China, la política cambiaria, con una primera y gran devaluación del peso, el control del gasto público, la explotación de recursos energéticos como los petrolíferos en el yacimiento de vaca muerta… los frentes que tiene el nuevo gobierno son inmenso. Por el bien de aquel país, espero que acierte.
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