En una de sus reuniones íntimas, a la luz de la banca suiza, Sánchez y Puigdemont pueden intercambiar opiniones sobre lo que piensan al respecto de Ucrania. El sedicioso, aliado de Putin y apoyado por él, tratará de convencerle por la vía chantajista al presidente de que las tropas de Moscú liberan y desnacifican, y que eso es lo que debiera pasar en la Cataluña gobernada por su majestad Carles. Sánchez, que miente más que habla, le dirá lo que sea para mantenerse un mes más en el gobierno y, si es necesario, aparecerá con una Z impresa en la solapa de su traje en pleno consejo de la UE si el chantajista Puchi lo exige.
Más allá de parodias, que hoy en día son mero reflejo de la amarga realidad, la decisión de ayer de la UE de abrir negociaciones formales para la incorporación de Ucrania al club comunitario es una noticia importante, pero más por su simbolismo que por su posible trascendencia, y supone un respaldo político a Kiev, pero poco más. Entiéndaseme, estoy plenamente a favor de que Ucrania entre en la UE, pero el problema de fondo es que, de mientras dure la guerra, no tiene mucho sentido establecer un proceso de adhesión con un gobierno cuya principal prioridad es sobrevivir al asesino que le mata población y arrebata territorio. La UE, quizás, dada su impotencia absoluta en capacidad armamentística, ha optado por una solución de esas que gustan mucho en Bruselas, basadas en las declaraciones formales y la regulación, pero que carecen de poder efectivo cuando en frente se encuentra un actor que no respeta las reglas. Bueno es que haya un respaldo pleno a Kiev, pero ¿en qué se va a traducir ese proceso de negociación? ¿cómo desde Kiev se podrá hacer frente a unas difíciles reuniones y agendas, las impuestas por la UE, cuando la mera existencia de la nación está en juego? El desarrollo de los combates desde otoño está adquiriendo un tono cada vez más oscuro para los intereses de Kiev, y de la UE, dado el estancamiento de las fuerzas ucranianas, el constante martilleo de las rusas y, sobre todo, el creciente bloqueo de los suministros norteamericanos. Kiev, Zelensky y sus tropas agradecen las palabras y los gestos, qué menos, pero lo que necesitan son armas, y en eso la UE está, como era de prever, fracasando estrepitosamente. La capacidad productiva de las fábricas europeas para hacer munición, explosivos y demás elementos militares era, y es, homeopática para las necesidades de un frente que abarca cientos de kilómetros y miles y miles de combatientes. En estos casi dos años de combates ha habido tiempo para que la UE, o los jefes de estado de algunos de los gobiernos más volcados en el apoyo a Kiev (no, el nuestro no está entre ellos) podrían haber buscado las fábricas y empresas más adecuadas para volcar paquetes de inversión y garantizar un flujo de suministros militares mínimos, dado que los stocks almacenados en los ejércitos regulares europeos están casi agotados. ¿Se ha hecho algo al respecto? No, no me consta. Miles son los artículos que se escriben sobre la necesidad de autonomía estratégica europea, lo imperioso que es desconectarse del complejo industrial militare estadounidense, y cosas por el estilo, pero a la hora de la verdad, y qué mayor verdad que una guerra cruel, el músculo europeo sigue plenamente entrenado para escribir declaraciones, memorándums y reglamentos, pero no consta que sea capaz de hacer obuses autopropulsados, drones y munición a millones. Hemos dejado el abastecimiento militar de las tropas de Kiev en manos de EEUU y, a once meses de las elecciones allí, el republicanismo activo ya no se esconde a la hora de torpedear la estrategia ucraniana y trabajar sin descanso en beneficio de Putin.
Y Putin no descansa. Ayer reapareció en la rueda de prensa de final de año que era típica en el kremlin antes del Covid guerra, un encuentro masivo en el que los periodistas nacionales y corresponsales extranjeros intentan hacer su trabajo a pesar del miedo que impone la gélida mirada del tirano ruso. Putin dijo ayer que sus objetivos respecto a Ucrania siguen en pie y que no cesará hasta conseguirlo. Eso se puede traducir como que la guerra no se frena y que si Kiev afloja Rusia conseguirá ganancias en el este. Lo urgente, lo grave, lo imprescindible, es frenar a los rusos y convertir esa guerra en un fracaso para Moscú. La decisión de ayer en Bruselas ayuda a estos efectos, pero de una manera tan liviana como inútil en la práctica.
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