Las dos últimas navidades norteñas, la del 2021 y 202, fueron de viento sur moderado, sin rachas duras, y con temperaturas propias de zonas costeras mediterráneas. La comida de año nuevo de 2023, en casa de mi hermana, la hicimos en el jardín a unos 23 grados y sensación de plena primavera avanzada. Luego hubo brotes invernales a lo largo de enero y febrero pero, en general, fue aquel un invierno liviano y para nada riguroso. Llegó a nevar en Elorrio, cosa que no hace ya todos los años, pero lo cierto es que, para nada, el frío fue el dominante. Y desde luego, durante los días festivos, la terraza dominó.
En este final de 2023 la cosa no ha sido todo lo contrario, pero sí es verdad que frío ha hecho, y el viento, los días que ha soplado, pese a ser de componente sur, era bastante más desapacible y generaba una sensación fría mucho más intensa de lo que se pudiera esperar. Durante el tramo de Nochebuena Navidad dominaron los cielos despejados, estabilidad plena y heladas, no muy rigurosas, pero sí intensas, que llenaba de escarcha los amaneceres y te hacían imaginar eso de la blanca Navidad de la canción, al menos durante las muy primeras horas de la mañana. Luego el Sol derretía el manto blanco de juguete y, a pesar de que estuviéramos en los días más cortos del año, era más que suficiente para que al mediodía, con algo de abrigo, la sensación fuera agradable. A partir de ahí, cuando se escondía, la temperatura bajaba en picado y lo agradable se quedaba dentro de los muros de casa. Desde el 27 en adelante la componente predominante ha sido la de viento sur, sin heladas, con temperaturas nominalmente altas pero con una sensación térmica mucho más baja fruto de un viento que, por momentos, y especialmente durante un par de noches, ha soplado con gran virulencia. La sensación de estar a resguardo en casa bajo las mantas oyendo aullar el viento fuera posee la curiosa sensación de mezclar inquietud con un toque placentero propio de saberse a salvo de lo que está desatado ahí fuera. En cierto modo es un regalo. Se levantaba uno por la mañana y, a veces, había suerte y el viento moldeaba las nubes de tal manera que en la salida del Sol se podían disfrutar de amaneceres rojizos y llamativos, pero han sido pocas las ocasiones para ello. Hubo uno precioso, sí, pero el resto bastante frustrados, y los atardeceres ha sido una decepción constante, con nubes que se quedaban decorativas, ahí en lo alto, perfectas para servir como pantalla ante un Sol decadente, pero que no mostraban color alguno porque más allá, al suroeste, por los valles de Álava tras la crestería de Amboto, las nieblas eran bastante intensas y ocultaban el Sol antes de su puesta, impidiendo que los últimos rayos y sus ocultación generasen contrastes de color adecuados. Tres intentos he hecho, subiendo paseando a un barrio de las afueras de Elorrio que tiene muy buenas vistas hacia el ocaso, para tratar de captar atardeceres, y tres frustraciones me he llevado, aderezadas con rachas fuertes de viento que hacían desagradable estar allí a la espera de algo que no llegaba. No hubo suerte, por lo que lo más potable de esos intentos consistió, a la vuelta de los mismos, en acabar en una mesa ante un café caliente y poder recuperar algo de temperatura mientras fuera, ya de noche, las hojas sueltas que seguían en el suelo eran agitadas por el viento que moldeaba nubes para un ya ausente escultor cromático. En esto de los amaneceres y atardeceres la suerte juega bastante, y en esta Navidad ha faltado, pero bueno, sigue habiendo numerosas oportunidades por delante. Todo un año, casi.
Llover ha llovido poco, especialmente lo hizo la noche del 30 al 31, con una última mañana del año que apareció plomiza y con lluvia generosa, que fue frenando y dejó un mediodía agradable. Desde entonces 2024 ha comenzado sin lluvia, con mucha nube con ganas de dejarla, pero sin que se haya materializado más que alguna gota suelta fruto del viento. La previsión anuncia un temporal de invierno para estos días que será sentido por el frío en todo el país y por la precipitación, sobre todo, en la zona norte. Confiemos en que, al menos, 2024, nos traiga la necesaria lluvia y palíe la sequía allá donde sigue, fachada mediterránea y sur especialmente. Y, sí, también, muchos y bellos atardeceres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario