Una de las consecuencias del patético pleno parlamentario del viernes pasado es que muchos acaban de descubrir que Junts, la secta que comanda Puigdemont, es de derechas, muy de derechas, tirando a xenófoba y extremista. La extraña derivada por la que Sánchez sacó dos de sus decretos a cambio de ceder las competencias de inmigración a una Generalitat en la que Junts no gobierna ha abierto los ojos a algunos, no a los más convencidos de la falacia en la que vivimos, sobre la ideología profunda de Junts y lo que supone su discurso. Me ha dado bastante la risa viendo a algunos opinadores rasgándose ahora las vestiduras por descubrir, pobres ignorantes, que los puigdemoníacos son como los de Vox. Bienvenidos a la realidad.
Lo divertido es que, como buenos nacionalistas, los Puigdemoniacos y todos los demás partidos que así se denominan son xenófobos en mayor o menor grado, porque la base profunda de su ideología es la defensa de la superioridad de unos, los suyos, frente a todos los demás. Con argumentos falaces, excusas baratas, historias inventadas y mitologías que son grandes patrañas, todo partido nacionalista busca discriminar, obtener privilegios de unos sobre otros, y por eso el odio a la ley y el estado de derecho es profundo en estas formaciones, porque es el estado de derecho el anatema, el crucifico ante el que el vampiro nacionalista retrocede. Eso de que uno sea juzgado igual que otro, que lo que es delito lo sea para uno y para otro no entra en la cabeza del nacionalista. Para él los suyos, los puros, los superiores, son buenos, no delinquen, no merecen castigo, si acaso alguna reprimenda o correctivo, pero con enseñanzas y pedagogía. Son los de enfrente, los otros, los inferiores, los que delinquen, roban, violan, asesinan, quitan trabajo, se llevan las subvenciones, se aprovechan de las ventajas del estado…. En definitiva, los parásitos que viven a cuenta de los que sí tienen derecho a vivir. Esos parásitos deben ser controlados de una manera u otra, y es en ese proceso de control donde se mide el grado de xenofobia y racismo profundo del nacionalismo en cuestión. El vasco ha sido, tradicionalmente, muy etinicista, obsesionado con la raza, la sangre y bobadas por el estilo, y de ahí a hacer correr la sangre de los impuros por las calles no hay mucho, por lo que la deriva que degeneró en ETA, además de su contexto histórico, tiene unas bases ideológicas profundas, el maketo debe ser eliminado. El catalán y el español no han tenido un componente racial tan intenso, aunque se intentó una deriva en este sentido en los primeros años de la dictadura franquista, que no llegó muy lejos. Se han agarrado más a mitos e historias pasadas para señalar la excepcionalidad de los habitantes de este trozo del mundo, lo que es una payasada como un templo, pero curiosamente funciona en algunas cabezas. El componente religioso también es común en ambos, y en el vasco, creyendo estar siempre en una cruzada permanente frente a los infieles, sean moriscos, gays, o lo que toque ser lapidado en cada momento. Curiosamente, o no, los creyentes en esta doctrina no se cortan mucho a la hora de expresarla, de ahí que sean numerosos los testimonios de próceres del nacionalismo, de antaño como Sabino Arana o de nuestros tiempos como Arzallus o Quim Torra, que dejan bien claro y por escrito sus ideas sobre la superioridad de unos sobre otros, sobre el hecho que el mundo está dividido en razas, unas destinadas a dominar y otras a obedecer, y que ellos, como obvio y legítimos representantes de la raza superior que domina el territorio en el que se encuentran, tienen el absoluto derecho a sojuzgar, a controlar, a hacer que la ley no sea igual para todos, porque no todos son iguales, ya que unos están por encima y otros por debajo. Este conjunto de bobadas, peligrosas, no generan respuesta política cuando a los que se trata como inferiores es al resto de los españoles, pero sí cuando dentro del saco de los dominados se incluye a inmigrantes y, en general, nacionales de terceros países. Entonces el racismo que se esconde bajo estas opiniones queda bastante claro y se genera un rechazo por parte del grupo de bienpensados oficiales, los que bien regados de subvención dictan lo que es políticamente correcto y lo que no. Todo estúpido, sí, pero así es.
En el fondo, Junts y Vox son lo mismo, si quieren un ejemplo práctico. No son más que una banda de egoístas descerebrados que se envuelven en un trapo, cada uno de un color distinto, para ocultar su necedad, su falta de ideas, y dar suelta a sus prejuicios. Son extrema derecha en el sentido identitario del término, en el racista que conlleva, y sus discursos son exactamente el mismo, procediendo a sustituir el término España por Cataluña en ambos, y dejando todo lo demás igual. Si es patético pactar con Vox, que lo es, no menos resulta hacerlo con Junts, y lo que ya es de chiste es que se nos venda como “progresista” un acuerdo en el que ellos participan. Es asombroso como, a lo largo de la historia, la basura nacionalista sigue cosechando adeptos.
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