La guerra es uno de esos fenómenos que, una vez desatados, posee propiedades que escapan a los que participan en ella y la vuelven incontrolable. Los contendientes poseen planes y estrategias que, normalmente, se convierten en basura a medida que los acontecimientos se desarrollan. En muchas ocasiones, a posteriori, el que inició las hostilidades no lo hubiese hecho de saber lo que le esperaba, porque lo que se prometía como una victoria rápida y sencilla se había convertido en una derrota, una masacre y todo un desastre ¿Pensaba Putin descabezar el gobierno de Kiev en una operación relámpago que durase un par de semanas y hacerse así con el control de Ucrania? Probablemente. En febrero esa guerra cumplirá los dos años.
Ahora mismo en Israel se vive una situación similar en una guerra multifrente y multiopositor que puede descontrolarse por completo, y hay fuerzas que buscan ese incremento de las hostilidades y otras que tratan de frenarla como sea por el miedo al desastre total. En el escenario principal de los combates, Gaza, las milicias de Hamas parecen estar siendo tan masacradas como la población civil entre la que viven, sin que el ejército de Israel tenga excesivos problemas, ni miramientos, a la hora de convertir el terreno urbano en escombreras. La imagen de Israel en el mundo se deteriora a pasos agigantados y las operaciones de combate prosiguen lentas pero sin pausa. Sospecho que este era uno de los objetivos buscados por Hamas, tentar a la maquinaria israelí para que entrase de manera salvaje en la franja y exponer ante el mundo la crueldad de los ataques a los civiles palestinos, que las cámaras de las televisiones globales expondrían en todos los salones. No hemos visto muchas imágenes de las matanzas de Hamas en su ataque del 7 de octubre por el pudor de los israelitas, pero a diario vemos escenas desgarradoras ente los palestinos que inclinan la balanza global de los sentimientos y exacerban el odio a Israel. Las poblaciones árabes están claramente decantadas por los palestinos y, aunque sus gobiernos no hagan mucho más que emitir declaraciones grandilocuentes, apenas son capaces de contener una ira que se sigue larvando. A Irán, archienemigo de Israel, la situación le viene ni que pintada, es ideal para su deseo de acabar con la nación judía, pero si se fijan, además de muchos comunicados de odio y griteríos en las plazas, el gobierno de Teherán no está atacando a Israel con toda la fuerza que podría emplear. Su proxy en Gaza, Hamas, está siendo liquidado ofreciendo escasa resistencia, y los demás proxys que posee en la zona, especialmente Hezbola, no se deciden a entrar en conflicto abierto. Al respuesta contundente y despiadada del ejército israelí también ha sido, en sí misma, un mensaje al resto de actores que pudieran estar tentados a entrar en combate. Un mensaje algo así como “no os metáis, que os matamos a todos” que mete el miedo en el cuerpo. El frente de los hutíes es, a corto plazo, el más peligroso para aspectos como el comercio internacional, pero el de Hezbola lo es, de manera estratégica, en todo lo relacionado con el devenir militar de la guerra y la reconfiguración de la zona. Hay fuerzas dentro del gobierno israelí, los ultranacionalistas, que ven en la guerra actual la gran oportunidad para llevar las fronteras de la nación hasta su extremo y acabar de una vez con el problema palestino y libanés, de una manera inaceptable para el resto del mundo. Entre los islamistas arden los deseos de venganza y quieren también que esta sea una guerra total en la que, sino ganar, infrinjan suficiente daño a Israel como para que quede debilitado en un futuro y no sea capaz de mantener una posición de control en la zona. Un conflicto militar total en dos frentes, Gaza y Líbano, pondría en serios apuros a las capacidades militares de Israel y requeriría la movilización total de una sociedad que, ahora sí, estaría ante un riesgo existencial. La economía de la nación, ya muy tocada, se hundiría, y el estado estaría ante su mayor reto.
Frente a esta dinámica, hay fuerzas dentro de Israel, y fuera, como la UE, EEUU y las naciones del golfo, que presionan para que el desastre actual no se extienda y la guerra no se escape de las manos. Para sus aliados, el actual gobierno de Israel se ha convertido en un socio muy poco manejable dado el peso que tiene el extremismo ortodoxo en el gabinete y parte de la sociedad hebrea, por lo que ahí el trabajo de “apaciguamiento” es más que difícil. En Teherán está la principal clave sobre las posibilidades que tiene la guerra de extenderse o no. Sospecho que habrá Ayatolas que lo desean y otros que no, en una división bastante similar a la que se vive en el gabinete israelí. ¿Quién logrará ganar la partida?
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