Comentábamos la semana pasada el resultado de los caucus de Iowa, con una vista puesta ya a lo que sucedería el martes que viene, mañana, en las primarias de New Hamnpshire, las primeras de votación convencional. A ella llegaban tres candidatos republicanos, los dos en liza que se pegan por el segundo puesto y Trump, que hace campaña por su cuenta y supone que va a arrasar allí como lo hizo en los caucus. No he utilizado el verbo “llegaban” sólo porque me estuviera refiriendo a un artículo de la semana pasada, no, sino porque ya no habrá tres candidatos en las opciones posibles tras el anuncio, algo sorprendente, de retirada por parte de Ron DeSantis de la carrera a la nominación.
El caso DeSantis ha sido un buen ejemplo de cómo las expectativas pueden ser elevadas pero la realidad se encarga de ponerlas en su sitio. Como gobernador de Florida logró una exitosa reelección en noviembre de 2022 y fue de los pocos republicanos que sí lograron unirse a la ola de votos que se suponía iban a recaudar y se quedó en bastante menos de lo esperado. Con un discurso muy trumpista en el fondo, pero con formas convencionales, DeSantis suscitó la atención de muchos analistas al verlo como un posible candidato que mantuviera las esencias ideológicas del partido pero que no fuera motivo de escándalo y de líos judiciales como Trump. Algo así como un Trump balnqueado. Con sus poco más de cuarenta años, aunque aparente más, una familia clásica que exhibe como otro de sus logros y un hablar tan pausado en la forma como contundente en el fondo, los medios conservadores empezaron a elevarlo para darle una talla de presidenciable, cosa que lograron, y tras esto el anuncio de su candidatura a las presidenciales se daba por hecho. Se auguraba una disputa reñida frente a Trump, y para ello se pertrecho con un amplio y caro equipo, dispuesto a hacer una señora campaña en un país en el que el coste de estas actividades es disparatado. Las primeras encuestas, sin embargo, empezaban a dar una imagen no prevista, en la que DeSantis era uno más de los aspirantes republicanos, en aquel momento casi cerca de la decena. Estaba el primero entre todos ellos, sí, pero a muy escasa distancia unos de otros. Y lo más relevante, a decenas de puntos de un Trump que se mostraba intratable. Al equipo de DeSantis estos números empezaron a no gustarle y, más allá de criticar a los encuestadores (sí, pasa en todos lados) arreció en la intensidad de su campaña, lo que se tradujo en grietas en su equipo y las primeras bajas que fueron luego un goteo constante. El equipo de campaña tiene una importancia descomunal en la actividad del candidato, desarrollando un trabajo de promoción, protección y gestión de la figura del político que es mucho más profundo de lo que se puede uno imaginar desde este lado europeo. Sin equipo el candidato está muerto. El que la campaña de DeSantis fuera más noticia por las bajas que por sus discursos empezó a mostrar las debilidades de un candidato que, por lo que fuera, no remontaba lejos de su exitosa Florida. Desde hace un par de meses, a medida que iban renunciando candidatos que carecían de opciones, De Santis no remontaba de la tercera posición en los sondeos, tras una Nikey Haley que está siendo la sorpresa de estas primarias. Con el aparato y coste creado DeSantis no podía ser segundo, y menos tercero. El resultado de Iowa, donde quedó segundo, sacando escasa distancia a Haley, dejó claro a ambos dónde se encuentra Trump y que las opciones del gobernador eran escasas. Tras ello, anunció que se iba a centrar en New Hampshire, estado en el que Haley fue gobernadora y juega en casa. Los sondeos le otorgaban un tercer puesto bastante inútil. Ha optado por dejarlo y frenar la sangría de gasto y de imagen dilapidada.
Se estima que DeSantis se ha gastado más de cien millones de dólares en lo que lleva de campaña, con unos resultados descorazonadores. Su decisión de apoyar como candidato a Trump es subirse al carro del ganador después de haberle acusado de errores y presuntos delitos a lo largo de estas semanas. Dado como es el magnate, si gana, sólo le ofrecerá desprecio. De cara a la votación de mañana la única duda es lo competitiva que puede ser Haley. Si no queda segunda con un resultado muy alto me da que el proceso de elección republicana ha terminado, y que Trump será elegido por aclamación. Sus opciones para la reelección presidencial crecen día a día.
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