Los caucus de Iowa son una rareza dentro del proceso de primarias presidenciales en EEUU. El término caucus hace referencia a asambleas informales, reuniones de comunidades de vecinos, parroquianos de una iglesia y cosas por el estilo, reminiscencias de la época agraria no urbana en la que las comunidades de los pueblos se juntaban en asambleas para discutir sobre si hace un nuevo granero, cómo gestionar la cosecha, repartos de tierras y cosas por el estilo. Son encuentros informales que denotan un sentimiento de comunidad profundo, en un estado rural, del medio oeste, poco poblado, en el que el maíz define el paisaje.
Lo importante de Iowa es que es el primero de los que realmente vota en el proceso de selección de candidato, abre la carrera, y en todas las disputas la salida y la meta son los lugares que más atención suscitan. A otros estados algunos candidatos acuden o no en función de sus cálculos sobre las opciones de que disponen o el presupuesto de la campaña, pero a Iowa van todos, para que se les vea en esa foto. No es un Ohio en el sentido en el que anticipa el resultado final, pero tiene su importancia simbólica. En él se puede empezar a ganar y a perder. Y por lo visto esta semana la idea de que Trump puede ganar ya no es sólo un temor, sino una posibilidad cierta. Eran tres los candidatos republicanos en liza con opciones. Nikkey Haley, la revelación de la campaña, que ha ido de irrelevante a más, y que algunos la sitúan como el posible salvavidas del republicanismo convencional ante la ola trumpista. Las encuestas le daban como segunda, y finalmente fue tercera, por lo que sale de los maizales con una sensación amarga. Su carrera sigue en los siguientes estados, en principio algo más proclives a ella. Ron DeSantis, gobernador de Florida, era el otro candidato en liza. Al contrario de Haley, su campaña ha ido de un inicio prometedor a un proceso de desinfle bastante evidente, con fallos de comunicación, bajas en su equipo y problemas varios. Definido por The Economist como un Trump con cerebro, comparte gran parte del discurso del magnate en todos sus aspectos, pero no insulta ni se hace declaraciones de matón de barrio a la primera oportunidad. Además, en su caso la presencia de la fe religiosa parece incluso ser algo cierto, siendo su familia uno de sus puntales en mítines y comparecencias. En Iowa ha quedado segundo, por poco, pero segundo, lo que le hace salir de allí con un optimismo mayor que con el que llegó, pero en todo caso lejos de las expectativas que logró suscitar entre parte del conservadurismo clásico tras revalidar su cargo de gobernador en las elecciones de 2022. Da la apariencia de que la campaña ya se le está haciendo larga y de que no logra contactar con su público. En todo caso se dirige ya a los siguientes estados en liza y tratará ahí de asentar alguna de sus escasas opciones de futuro. El resto de candidatos republicanos, una especie de mariachis con nulas opciones, ya han salido de Iowa triturados por las cosechadoras de maíz, de tal manera que casi todos ellos ya han abandonado. Sus opciones eran nulas en todo sentido y las campañas sólo les suponían un coste que no lograban cubrir con las magras aportaciones que estaban recaudando. La política norteamericana es muy cara y necesitan dinero, mucho dinero, para mantener una campaña. Al abandonar, esos candidatos han expresado sus preferencias sobre cuál es, de entre los que quedan, el que respaldan para que sus votantes les hagan caso, y aquí hay división de opiniones, con decantamientos a favor del magnate como el caso del libertario Ramaswamy, una de las sorpresas de las semanas previas a los caucus, y llamadas al voto moderado por parte de Christie, antaño figura pesada republicana y cuasi perpetuo gobernador de New Jersey, hoy apenas una sombra de lo que fue, superado por la ola de trumpismo que ha desarbolado las bases clásicas del partido. Ellos ya están fuera de la carrera, sólo siguen Haley y DeSantis.
Bueno, y Trump. La incógnita de Iowa no era quién iba a ganar, descontada la victoria de Donald, sino por cuánto, como medida de su poder real entre las bases. Ha superado, por poco, la mitad de los sufragios emitidos, por lo que se puede decir que ha arrasado. De momento no hay una división en las filas republicanas entre la racionalidad y la histeria, y el desatado Donald sale de los campos de iowa como inmenso ganador en su bando y, de momento, con todas las opciones en la mano para lograr ser nominado como el candidato republicano a las presidenciales. Quedan muchas votaciones, pero los caucus han podido marcar una tendencia clara y, me temo, irreversible.
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