La pista la dio ayer por la noche el gobierno de Reino Unido cuando convocó una reunión de emergencia de su gabinete para tratar la situación en el Mar Rojo, en la que nos e descartaban acciones unilaterales de respuesta. A lo largo de esta semana los buques norteamericanos situados en la zona han repelido numerosos ataques con drones y misiles que han ido intensificándose con el paso de los días, y era de esperar que, tarde o temprano, se ofreciera una respuesta contundente por parte de, al menos, EEUU, dada el escaso apoyo de una coalición internacional, que fue la primera de las alternativas planteadas por los militares norteamericanos. Recordemos que nosotros fuimos de los primeros que nos escaqueamos.
El ataque, principalmente con fuerzas de EEUU y con una muy menor presencia de efectivos de Reino Unido, ha sido esta madrugada, se ha desarrollado mediante el uso de cazas que han partido desde los portaviones enclavados en la zona y ha consistido en bombardeos contra posiciones controladas por los hutíes, sin que a esta hora esté muy claro si se trata de núcleos de población, bases militares, zonas desde las que los rebeldes lanzan sus ataques o un poco de todo. No hay balance alguno del conjunto de efectivos utilizados, los daños causados, si hay víctimas sobre el territorio yemení ni de si estamos ante un golpe aislado o el inicio de una campaña de respuesta para eliminar por completo la amenaza hutí en esas aguas. La capacidad militar norteamericana es capaz de laminar las costas de Yemen y acabar con todo tipo de bases operativas de gran dimensión, pero el uso actual de drones y equipamientos similares, pequeños y fáciles de esconder, ofrece a los hutíes oportunidades para, guareciéndose en la abrupta geografía de Yemen, mantener una presión mediante ataques esporádicos. Puede que el objetivo de la misión sea pegar un puñetazo en la mesa y lanzar el mensaje a los rebeldes de que se acabaron las tonterías y que dejen de hostigar a los buques que transitan por la zona. En todo caso, sin conocer el alcance pleno de lo que se está desarrollando en la zona, se trata de la primera intervención militar directa de Washington en la guerra de Yemen y, también, en una de las derivadas de la guerra de Israel y Gaza, y también, tres por uno, el primer enfrentamiento directo entre el ejército norteamericano y una de las fuerzas proxys de Irán. Esta es, quizás, la derivada más interesante, e inquietante, de todo el asunto. Es de esperar que tanto las fuerzas hutíes que controlan parte de Yemen como el régimen de Teherán emitan comunicados de dura condena ante lo sucedido y de negación absoluta de responsabilidad en los ataques a los buques, diciendo una y mil veces que ellos son pacíficos y que nada tienen que ver con los que disparan a los barcos o tratan de secuestrarlos. Más allá de la retórica esperable, ahora mismo en Teherán se estará calibrando lo sucedido, haciendo cálculos de las fuerzas empleadas por los norteamericanos y viendo si conviene, por una vía indirecta, responder de manera militar o templar las cosas y esperar a otro momento para diseñar una respuesta. Irán, desde que comenzó la guerra entre Hamás e Israel, se ha mantenido en un difícil equilibrio entre la retórica incendiaria de sus declaraciones y la inacción de sus fuerzas. Más allá de su apoyo a Hamas y a sus atentados del 7 de octubre, Teherán ha contenido a las fuerzas de Hezbolla en el Líbano y no se ha decidido a lanzar una guerra indirecta total, quizás porque no se ve ganadora, quizás porque espera otro momento, quizás porque prefiere que el terreno internacional sea más propicio tras la contemplación de los efectos de la despiadada respuesta israelí en Gaza. Sea por lo que sea, ha actuado de una manera prudente, para lo que son los islamistas chiítas. Justo han sido los hutíes de Yemen, otros de sus apadrinados, los que sí han decidido pasar a la acción, en un escenario militarmente secundario, pero, geoestratégica y económicamente, fundamental.
En el juego de ajedrez de oriente medio el movimiento de hoy es un nuevo golpe al tablero en el que EEUU, sometido a tensiones propias y con una imagen debilitada, trata de dejar claro que no consentirá que ciertas líneas rojas se traspasen, y una de ellas es la de la logística del comercio global, en la que ellos, y nosotros, nos jugamos varios puntos de inflación. Cuando quede clara la intensidad del ataque veremos a ver si los hutíes responden de alguna manera, y si gracias a esta escaramuza el frente del Mar Rojo se tranquiliza o asistimos al inicio de un juego militar entre la flota norteamericana y sus fuerzas aéreas y los hutíes. La situación es tensa, muy interesante y, potencialmente, peligrosa.
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