Han sido unas navidades desastrosas en Palestina e Israel. Sin nada de turismo, y con la violencia descontrolada fruto de la tensión de la guerra, Belén ha lucido en 2023 como una aldea fantasma, apenas recuerdo de lo que allí sucedió hace dos mil años y algo. Las imágenes que nos llegan de Gaza, con cadáveres acumulados y niños sufrientes han permitido a muchos hacer las comparaciones de rigor entre Netanyahu el moderno Herodes que asesina niños para saciar su venganza. En su guerra en la franja, Israel sigue perdiendo apoyo de la comunidad internacional, Hamas lavando su imagen a costa de los palestinos muertos y estos, los palestinos, caen bajo bombas, escombros y desastres de todo tipo.
Uno de los objetivos que el resto de naciones deseamos, desde nuestra hipócrita visión de la realidad, es que la guerra, cruel, no se descontrole y se expanda más allá de la frontera de Gaza. Tres son los posibles escenarios para que el conflicto se extienda y se convierta en toda una guerra regional de alcance mucho más importante; Líbano, por el norte de Israel, por la presencia de Hezbola, El mar rojo, a través de las milicias hutíes y los altos del Golán y Siria en el este de Israel. La actividad en esos tres frentes está aumentando a lo largo de los últimos días, con acciones armadas de los distintos grupos anti Israel tratando de mostrarse fuertes y chantajeando, especialmente en el caso de los hutíes, al mundo occidental mediante el asalto de buques y la ruptura del tráfico comercial del mar rojo y el canal de Suez. Detrás de todos estos posibles frentes está Irán, la gran potencia regional, que alimenta, financiera e ideológicamente, a todas las milicias que actúan sobre el terreno en ellos. Hezbola no es sino un gran ejército proxy de Irán que mantiene una posición de dominio en el Líbano y que es mucho más poderoso que Hamas. Los hutíes llevan recibiendo apoyo de Teherán desde hace años, en su guerra contra los invasores saudíes, y se han hecho con la mitad del montañoso y pobre Yemen, convirtiéndose de facto en soberanos de parte del territorio y de las aguas que dan acceso al mar rojo, y en la zona del Golán Siria operan milicias que se reabastecen directamente del cercano Irán, en un territorio descontrolado que antaño fue de Siria y que ahora, quizás, nominalmente lo siga siendo, pero tras la guerra civil que asoló aquella nación sólo depende de Damasco de manera nominal, siendo una marca, o zona de frontera para los intereses iraníes. Las escaramuzas que han tenido más desarrollo, y que en apariencia son las más graves para la extensión directa de la guerra, son las que tienen como protagonista a Hezbola. Su capacidad militar es muy elevada y dispone de una profundidad estratégica para reabastecerse y buscar refugio en el territorio libanés de la que carece Hamas, arrinconada en la franja de Gaza. Recordemos que militares españoles llevan tiempo enclavados en la zona dentro de una misión de mantenimiento de la paz de la ONU tras la última guerra entre Israel y Líbano (Hezbola) que no fue precisamente un juego de niños. Diariamente se lanzan algunos proyectiles desde ambos lados de la imprecisa frontera y las poblaciones civiles israelíes llevan meses desalojadas en previsión de que las cosas vayan a más. El líder de Hezbola ha lanzado duros comunicados contra Israel y su acción militar en Gaza, pero no ha ido más allá de palabras amenazantes, quizás también impactado por la actuación militar israelí, y deseoso de que sus milicias no sufran numerosas bajas en combate. La muerte de un alto cargo de Hamas en Líbano en lo que parece un atentado planificado por Israel ha levantado todas las alertas y, casi, forzado una respuesta militar.
Curiosamente, durante los días navideños, han sido los hutíes de Yemen los que más guerra han dado, literalmente, con los ataques a buques mercantes, forzando en la práctica un cierre del mar rojo al negarse muchas navieras a transitar por él ante la falta de seguridad. El intento norteamericano de crear una misión de seguridad en la zona y la negativa de varias naciones europeas a aportar ayuda, o a hacerlo de una manera tan testimonial como ridícula, muestra que las relaciones globales se están tensando más de lo que muchos esperaban por los acontecimientos en Gaza, que no dejan indiferente a nadie. El riesgo en la zona aumenta
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