martes, enero 16, 2024

Carlos Franganillo y Marta Carazo

Cerca del final de 2023 se produjo una gran conmoción en el panorama audiovisual al conocerse la noticia de que Mediaset había fichado a Carlos Franganillo, presentador del telediario de las 21:00 de TVE para ocupar el puesto de Pedro Piqueras, que se jubilaba con el final del año, y hacerlo así responsable de unos nuevos informativos en una cadena de total ausencia de tradición en estos temas. Piqueras, y el resto de presentadores de noticias de Tele Cinco, llevaban años sometidos a un ostracismo y desprecio impropio, con un estudio que ya sería añoso en los años noventa y una falta de relevancia social clarísima. El fichaje fue un bombazo.

Franganillo, desde que fue nombrado presentador del telediario, ha conseguido un prestigio enorme a base de hacer las cosas bien y con seriedad. Sin dejarse arrastrar por el espectáculo del morbo, ha liderado unos informativos a los que ha logrado sacar oro a base de exprimir recursos y a los profesionales de la casa. Suyas han sido las iniciativas de rodarlos fuera de estudio cuando la actualidad así lo demandaba, con especiales en Ucrania, en un colegio toledano o a pie de inundaciones, en espacios que ya son objeto de estudio en las escuelas de periodismo. Curioso, conocedor del medio y apasionado de la actualidad internacional, Franganillo aportaba credibilidad a una marca que, en España, siempre está sometida a los designios del gobierno que rige y considera a RTVE como uno de sus principales altavoces. Esto es ajeno a ideologías y tradicionalmente ha lastrado a la casa, con acusaciones de partidismo más o menos obsceno y tensiones internas enormes, que muchas veces se podían apreciar en las realizaciones en directo. Sólo Ana Blanco, como un tótem, aguantaba, y sigue sin saberse muy bien por qué fue relevada de su cargo como presentadora perpetua. En su ausencia Franganillo se convirtió en la cara de la información de la cadena, y en medio del irrespirable ambiente político en el que vivimos, logró que sus telediarios fuesen un lugar de rigor. Se notaba la mano de Moncloa en ciertas decisiones a la hora del peso y sesgo que había que darle a ciertas informaciones, pero eso, tristemente, parece inevitable en nuestro país, y es una de las causas por las que TVE no será nunca la BBC. Quizás el aumento de esas presiones y la tensión interna en la casa hayan sido motivos para alentar su fuga, unido evidentemente a una oferta económica que, sin duda, debe ser mucho mayor que la que le ofrecía el ente público. Para Franganillo la marcha es un salto de máximo riesgo, porque aunque la cadena ha creado un nuevo estudio para los informativos, uno que parece de verdad, la ausencia de músculo en la redacción y en los medios de que dispone le obligan prácticamente a crear equipos de profesionales casi desde cero, e incluso la propia marca de informativos en una cadena donde lo relevante es la continua telebasura que no deja de emitir a todas horas, y que es la fuente de sus ingresos. Su proyecto allí requiere tiempo para asentarse, paciencia por parte de los directivos de la casa y espera para ver si las audiencias responden al cambio, acostumbradas ya a un liderazgo claro por parte de una Antena3 intocable y al duelo de segundones entre una TVE que iba al alza y una Tele Cinco en decadencia, con el resto de canales a una distancia sideral. No creo que, al menos hasta el verano, podamos hacer un juicio certero de sí la decisión de Carlos ha sido la correcta o no, y de si su proyecto, de un inmenso riesgo profesional, se consolida o se convierte en una continuidad en la irrelevancia informativa de su nueva cadena. La ventaja es que lo tiene todo por hacer, pudiendo crear casi desde cero. El inconveniente es que lo tiene todo de cara, en una cadena que es sinónimo de vergüenza.

Para responder al golpe de su marcha, duro, TVE tenía varias opciones, y ha optado por una relativamente conservadora y, a mi entender, óptima. Ha tirado de la cantera de profesionales que son de la casa y ha colocado a Marta Carazo, hasta diciembre corresponsal en Bruselas, como nueva presentadora. Carazo no es amante del espectáculo, es una mujer seria, como Carlos, y tiene un perfil neutro, alejado de filias y fobias políticas, no como alguno de los nombres que sonaron en un principio. Llega a un portaviones con varias fugas de agua que Carlos trato de poner a navegar a toda máquina. Desde ayer se enfrentan a las 21:00 en la pantalla en una rivalidad en la que ambos disputan y, también, se admiran. Me tocará verlos a trozos.

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