Probablemente ayer se batió el record de audiencia televisiva en España, puede que incluso se superen los registros de la época en la que sólo había un canal. Millones de personas se encerraron en sus casas como llamados por un decreto ley, y todo para ver un partido de fútbol, solamente eso. A medida que avanzaba la tarde el sonido de trompetas, bocinas, y demás artefactos ruidosos se iba apagando por las calles de Madrid y todos corrían como posesos hacia casas, bares y demás puntos de reunión.
¿Todos? No, parodiando al cómic de Asterix, algunos irreductibles decidimos aprovecha la tarde noche de ayer para ver un espectáculo que tiene que ver con el fútbol.. y no. Como he dicho muchas veces Internet es maravilloso, y a un genio se le ocurrió la semana pasada que se podía aprovechar la hora del partido, y la previsible e inmensa audiencia del mismo, para sacar fotos y contemplar los paisajes de nuestras ciudades vacíos, desolados. Proyecto para una España fantasma, lo llamó el creador, y yo decidí dar mi apoyo a la iniciativa. Así, con mi cámara y mucho calor, empecé mi recorrido a las 20:10 en torno a la esquina del Parque del Retiro con Odónell y Alcalá. Ya por entonces la circulación era escasa, y entre semáforo y semáforo se podían captar huecos inmensos. Me cogí el metro y me planté en Sol a las 20:30, al inicio de partido. Fuentes bastante desiertas y aficionados con banderas que más parecían perdidos en busca de un local que otra cosa. Subiendo por Preciados a Callao había gente, pero mucho menos de lo habitual, y ya en Callao la vista de Gran Vía era preciosa. Hacia la bajada de Plaza de España lo que más se veían eran autobuses, pero no muchos. Casi ningún coche y muy poco ruido. En la isleta que da continuación a la Avenida hacia Telefónica estábamos varias personas haciendo fotos, diría que más que los coches que nos perturbaban. Andando un poco llegué a la Red de San Luís, frente a la Telefónica. Y allí se veía ya el tercer tramo de la Gran Vía, de bajada hacia Alcalá, con algunos coches dispersos y poco más. Se podía andar por los pasos de cebra y los carriles sin mucha preocupación, y la vista, vacía, inmensa y silenciosa, era impactante. Como todavía quedaba luz decidí arriesgarme y cogí el metro hasta Cuatro caminos. Allí confluyen Santa Engracia, Bravo Murillo, Reina Victoria y Raimundo Fernández Villaverde, ambas cuatro muy desiertas, pero a excepción de esta última, la perspectiva no permitía tomar imágenes muy impactantes. Empecé a bajar Fernández Villaverde hacia Nuevos Ministerios, porque quería el premio gordo, ver la mayor calle de la ciudad, el Paseo de la Castellana, y comprobar si estaba desierta. Avanzando por la acera llega un momento en el que Fernández Villaverde se convierte en paso elevado sobre la Castellana y la acera sigue por los carriles laterales en descenso. Sin embargo avancé por el puente por una especie de acera pasillo que hay en los laterales de no más de cincuenta centímetros de ancho, llena de rebordes y obstáculos donde tropezarse y hacerse heridas en las piernas, ya que evidentemente no está pensada para caminar por ella. Así, entre sudores y cansancios, llegué a situarme sobre la mediana de la Castellana.
La vista hacia Nuevos Ministerios era desoladora, con más de diez carriles desiertos hacia la plaza de San Juan de la cruz, pero me di al vuelta, crucé andando los carriles del puente y miré hacia Plaza Castilla… y se hizo el vació. Casi dos kilómetros de avenida desiertos, con apenas tres o cuatros coches hasta donde podía distinguir, y un silencio sepulcral. La imagen era tremenda. Trabajo en esa calle, y acostumbrado a su ruido constante y tráfico demencial, la visión de ayer rozaba lo dramático. Estuve más de un cuarto de hora encima del puente, ensimismado, sobe el vacío, sobre la nada, sobre una ciudad que se recogía antes del bullicio de esta noche. Mereció la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario