miércoles, julio 21, 2010

La guerra del Tequila

Si nos preguntasen cual es uno de los países en el que se cometen más asesinatos y crímenes del mundo seguramente pensaríamos en el cinturón asiático, donde Irak, Afganistán, Pakistán y el resto de Xtán llenan a diario nuestras pantallas de muerte y violencia. Sin embargo, y pese a que no poseo la fuente, el otro día oí que en este 2010 era Méjico la nación que encabezaba este lúgubre y nada elogiable ranking. El último gran ataque violento en el país se produjo el pasado Domingo cuando diecisiete personas, sí, diecisiete, fueron asesinados por sicarios en la ciudad de Torreón, donde poseo parientes.

Pero es que el día anterior fueron veinticinco los asesinados en otras partes del país. Se estima que llevamos en lo que va de año más de seis mil asesinatos en Méjico, una cifra disparatada, que aún ponderando por la población del país, el doble de la española para simplificarlo, resulta insoportablemente alta. Todas estas muertes están relacionadas en el fondo con al droga, sus cárteles y sus negocios. Hay enfrentamientos entre cárteles rivales por el control y suministro a algunas zonas, y el paso de sustancias por la frontera norteamericana, lo que ha convertido a Ciudad Juárez en un c ampo de batalla entre los narcos. Pero además todas estas organizaciones están unidas entre sí para luchar contra el estado mejicano, que de momento está perdiendo la batalla. En zonas como la citada Ciudad Juárez, o Tijuana y otros estaos federales la policía ha siso sustituidas por el ejército, ya que los efectivos de seguridad “clásicos” o han sido impotentes ante los narcos o, directamente, han sido exterminados. Los narcos poseen enormes cantidades de dinero que están usando, entre otras cosas, para armarse como un ejército profesional. Los enfrentamientos entre ellos y los militares se convierten poco a poco en escaramuzas de guerra, con tiroteos de armas de combate en medio de ciudades en las que pueden caer civiles como si fueran moscas. En una escalada que no tiene límites,
este pasado Domingo los narcos emplearon el coche bomba activado por móviles para tender una trampa a la policía y servicios sanitarios, usando así un método que recuerda mucho, demasiado, a lo que sucede en Irak o al maldito 11M madrileño. A este grado de violencia insoportable se une el sadismo, quizás una degeneración lógica en medio de la barbarie. Los ataques entre bandas se producen en bodas, cumpleaños, fiestas sociales variadas y dejan tras de sí imágenes de brutalidad extrema, con cuerpos descuartizados a conciencia, decapitaciones sumarias y todo el catálogo de atrocidades que uno pueda imaginarse. Cada día que pasa la vida vale menos en Méjico, y el país se sume poco a poco en un marasmo del que le va a ser muy difícil salir. Pese a que parezca una derivada muy secundaria, la economía de la nación cada vez se resuiente más de todas estas matanzas, el turismo huye de un país que se desmorona y la inversión extranjera recela de lo que pueda pasar con sus propiedades e ingresos si caen en manso de una banda de psicóticos como las descritas. Y en medio de todo ello los ingresos de la droga no dejan de crecer y el poder de los traficantes crece, crece, y se hace imparable.

Si se fijan, lo que se está produciendo en Méjico parece mucho a una insurrección contra el estado, pero no de unos supuestos libertadores como eran estas cosas hasta hace poco, sino de un grupo de presión, de un cártel, en este caso los narcos, que trata de igual a igual al poder establecido y lo hace con un grado de violencia superior al que puede desarrollar el propio estado, sujeto a reglas, controles y contrapesos. Los narcos quieren su estado, dentro del estado mejicano, o haciéndose con el mismo, que más les da. Lo que quieren es el poder y lo buscan por las armas. Son un agente más en la escena internacional, y eso mismo es, de por sí, complejo y demoledor.

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