Cuando un gobernante se aburre el peligro acecha. Ensimismado, no contempla ni por asomo dejar su puesto o deshacer su negociado si ya no tiene sentido ni funciones, y acaba normalmente haciendo dos cosas. Subir impuestos o prohibir. En este caso nos toca la segunda. El Ministerio de Sanidad, vacío de competencias, ha tocado a rebato contra la bollería en los colegios y ha acordado con las Comunidades Autónomas restringir el acceso de esos productos en los centros escolares. Primero propuso prohibirlos, pero ahora hablan de “dificultar su acceso”.
Sinceramente, todo esto es una sandez. Cuando yo era un crío en el colegio no había máquinas expendedoras de nada, y no llevábamos dinero, por lo que no comías ni una cosa ni la otra. A medida que subías de cursos, en mi caso al llegar al instituto, tenías tiendas alrededor del centro y allí comprabas lo que te daba la gana, si querías, y sino, no. Tan sencillo como eso. Se supone que todos los alimentos que se venden son sanos (por cierto, hay una excepción, ya verán), porque han pasado los controles adecuados. ¿Cuáles son los productos “más perjudiciales”? Seguro que las manzanas son muy buenas, pero si me como doce de golpe me dará un pasmo. Por lo tanto, si los dulces, bollería y demás son legales no se pueden prohibir. Aduce como causa el Ministerio la obesidad de los críos, pero no dice nada del hecho de que uno es obeso porque gasta, al ritmo de su metabolismo, menos energía de las que ingresa. Si los críos comen sano pero están sus montones de horas sentados jugando a la play engordarán igual igual. Y lo que no dice el Ministerio es que el último responsable de lo que comen los críos y hacen en sus ratos libres son sus padres. Puede el gobierno sacar campañas informando de que beberse dos litros de coca cola al día no es bueno, o que comer tartas de merengue como si fueran cerezas acabará pasando factura, pero no puede restringir el acceso a esos productos ni a ningún otro. Lanzando mensajes de prohibición se consigue lo contrario de lo que se pretende, y es más barato, genera menos problemas y seguramente tendrá más efecto una buena campaña de información, divertida y con dibujos, que un anuncio de guerra contra el azúcar. En el fondo, no nos engañemos, todo esto es por dinero. Una sociedad obesa padece más enfermedades cardiovasculares que hay que tratar, y pagar, y la factura sanitaria crece y crece. El gobierno con estos mensajes trata de disminuir el coste futuro de la asistencia sanitaria, y no le extrañe que llegue el día en el que no le atiendan en el hospital de un infarto porque “como usted comió mucho dulce” la culpa de lo que le pase es suya. También, hablando de ingresos, se nota que el antes mencionado sector de los videojuegos deja más dinero en las arcas públicas que el de los dulces y los productos de alimentación en general, y claro, no va a meterse ningún gobierno contra esa industria tan lucrativa para sus arcas, aunque sea la responsable de que los niños ya no jueguen moviéndose, y quemando calorías, sino que estén sentados todo el día aborregados delante de una pantalla, haciendo cosas interesantes o estúpidas. El que más caja genera, manda, y el que menos, recibe recomendaciones negativas. Así funciona esto.
Decía antes que hay un producto que se vende y que se sabe a ciencia cierta que es nocivo, y es el tabaco. Fumar mata. Pero su venta es legal, y los gobiernos, todos los gobiernos, rezan a escondidas para que los críos fumen cuanto antes mejor, porque el tabaco es una máquina de recaudar dinero, y no tengan dudas de que se ingresa con él aún más que los costes sanitarios que genera. Algo parecido pasa con el alcohol, con los ayuntamientos alentando e incluso acondicionando espacios para los botellones, y adolescentes de 14 años o poco más borrachos cada fin de semana. Da igual que eso les engorde o mate. Genera ingresos, y eso es lo único que les importa a los políticos que se reunieron ayer en el Ministerio de Sanidad, que orwelliano……
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