No podía ser de otra manera. En el año de la meteorología perfecta, en el que llueve en primavera y se congela todo en invierno, el calor tenía que llegar para San Fermín. Si con el chupinazo de ayer y el 7 de Julio de hoy se da por inaugurado el verano festivo nacional, el calor típico de estas fechas ya está aquí con la primera gran ola de calor, y es de las duras. Para hoy más de veinte provincias están en alerta por intenso calor, con máximas que superarán los cuarenta en muchos puntos y que en todo caso harán la vida algo más difícil de lo habitual, y para mañana se espera el pico máximo de este episodio.
Vivir a cuarenta grados es complicado. La prudencia, y la higiene, exigen hacerlo a un ritmo inferior a lo normal. De lo contrario el riesgo de una lipotimia o de acabar encharcados en nuestro propio sudor es muy elevado. Gran parte de las actividades exteriores se convierten en peligrosas. Así, limpiadores públicos, obreros de la construcción y demás no tienen otra que parar su actividad a las horas más peligrosas. Esto es complicado de entender para los que, como yo, venimos de una zona donde los veranos son suaves y los días contados de treinta grados suponen noticia de portada en los periódicos. Sin embargo, en una ciudad como Madrid es habitual que haya bastantes días seguidos a lo largo del verano con máximas por encima de los 35, y sus noches calurosas asociadas. Es inevitable que esto provoque disfunciones, empezando porque no se descansa muy bien por la noche. No es mi caso, porque siempre duermo poco y mal, pero ya he empezado la temporada de bañador sobre la cama y nada más, y eso en Elorrio es, directamente, impensable. Despierto por la noche, en medio del calor, noto que no soy el único, ni el que peor lo está pasando. Los grillos, chicharras y demás insectos siguen haciendo de noche su desagradable ruido, ese cri cri cri molesto, esa especie de vuvuzela animal que molesta tanto como la que es soplada por los animales de los estadios, y me imagino como en las casas en las que hay niños o personas mayores al calor se suman los desvelos, los paseos intempestivos y más calor y sudor. Y para cuando ya no lo esperas resulta que es la hora de ir a trabajar, y con una noche de descanso reparador convertida en un simulacro de tortura china se encaminan muchos a sus labores, completamente agotados y descentrados. Conducir, hacer trabajos de precisión y otras labores serán mucho más complicadas después de una noche así, y la irritabilidad de las personas también aumentará al no haber descansado. Y como te toque en el camino al trabajo un metro sin aire acondicionado y cargado de personas, como me ha pasado hoy en la línea 7, la sensación de uffff, esto es duro (por decir algo suave) se extiende. El calor poco a poco se asienta en estaciones de metro, túneles e intercambiadores, que en los próximos meses van a estar hirvientes independientemente de que en superficie refresque o no. La inercia térmica de estos lugares es muy elevada, y cuando el otoño empiece a doblegar a los termómetros, seguirán siendo el lugar en el que se refugie el verano, sus calores y agobios. Paciencia, porque esto no ha hecho más que empezar.
La pregunta surge siempre. ¿Va a ser un verano duro? Las predicciones oficiales de la AEMET dicen que será ligeramente más cálido de lo habitual, pero algún instituto americano ha dicho justo lo contrario, y lo cierto es que los modelos estacionales para Europa suelen fallar bastante, por lo que a saber. De momento pónganse a resguardo hoy y mañana, los días más duros de este episodio, sobre todo si vive en el sur y centro de España. Parece que para el fin de semana la cosa se relajará y tendremos agradables máximas de “treinta y pocos”. Alguno que yo me se (DCM) ya estará desesperado, deseando huir del infierno madrileño, pero puede consolarse porque su deseo se va a cumplir en breve….
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