A medida que pasan los días el gobierno socialista se va hundiendo, poco a poco, en la insignificancia. Acosado por todos los frentes, con una gestión caótica de la cosa pública y una economía destrozada, ZP y sus ministros ya ni son capaces de ofrecer una mínima imagen de seriedad y solvencia. No se cuando serán las elecciones, si en noviembre o en marzo, cuando tocan, pero todo el mundo descuenta una victoria en ellas del PP por incomparecencia del adversario, por así decirlo.
Y así, poco a poco, se empieza a filtrar en la prensa el programa que el PP pretende aplicar en lo que hace a su gestión económica, que es ahora mismo LO importante, y algunas de las noticias que se pueden ver al respecto son, francamente, desalentadoras. Son esbozos, meros titulares sin mucho contenido, pero muestran que, en apariencia, los gestores del PP creen que con unas medidas cosméticas van a poder darle la vuelta a la situación. Y lo que es peor, parecen traslucir al sensación de que el PP piensa que lo que hizo en 1996, que en aquel momento era acertado y posible, lo va a poder volver a realizar, cuando ahora no sería muy acertado y, sobre todo, imposible de realizar. Recordemos que en 1996, pese a estar en una crisis económica con mucho paro, el problema no era de carácter global, la economía española tenía un objetivo de integración en Europa, disponía de moneda propia, política monetaria autónoma y de resortes muy distintos a los actuales. Y no hace falta decir que desde entonces el mundo ha cambiado en todos los sentidos, empezando porque ni existía Internet ni los teléfonos móviles. Sí, sólo han pasado quince años desde entonces, pero parece toda una eternidad. Sospecho que noticias como las señaladas son señuelos, anzuelos que el PP trata de lanzar a determinados sectores de población (compradores de pisos, inmobiliarias y demás) con el objeto de llamar su atención de cara a futuras ventajas si llegan a poder. Pero este no puede ser el programa económico del PP, entre otras cosas porque a los noventa días de implantarlo sería un completo fracaso. Es necesario mejorar la financiación de las PYMES, simplificar los trámites para crearlas, convertir el autoempleo como la herramienta de búsqueda de trabajo por excelencia, y muchas otras cosas por el estilo, pero el PP y todos los demás partidos deben darse cuenta de que el mundo ha cambiado en tres aspectos fundamentales. No volverán a venderse cientos de miles de pisos al año, no volverá a fluir el crédito a las empresas y particulares, y los ingresos extraordinarios que obtuvieron las administraciones públicas en aquellos años de bonanza jamás volverán. Si estamos hundidos en el pozo en el que nos encontramos se debe, entre otras cosas, a que ni si quiera logramos admitir estas tres verdades, crueles, sí, pero ciertas e ineludibles. Sobre ellas, y no otras fantasías, deberá el PP armar su programa de gobierno y actuación. El PSOE ha intentado eludirlas y así le ha ido. Si el PP opta por una misma política de avestruz muy poco le durará la sonrisa del triunfo electoral. Lo más probable es que le suceda como a su homólogo portugués, que hizo una campaña liberal clásica, de bajada de impuestos y competitividad, y al llegar al gobierno y ver los números reales de la economía portuguesa ha entrado en pánico, y lo primero que ha hecho has sido poner un impuesto del 50% a al paga extra navideña. Donde dije digo….
Si yo fuera el PP, o el PSOE, cambiaría radicalmente el discurso. Asumiendo que vivimos en una sociedad madura y adulta, supuesto que puede ser erróneo, empezaría en mis discursos a hablar de trabajo, esfuerzo, sacrificio y, en plan Churchill, prometer sangre, sudor y lágrimas. Quizás no sea una campaña que genere muchos votos, y por eso no se utilice, pero lo cierto es que lágrimas ya tenemos muchas en el día a día del desempleado español, sudor es lo que, a parte del calor, muchos quisieran tener, producto de su esfuerzo diario, y sangre es lo que debemos evitar que se derrame. Así que, de momento, el PP no ofrece nada. Espero que eso no signifique que no sabe nada.
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