Ayer dimitió Francisco Camps. El mero hecho de conjugar el verbo dimitir en el marco de la política española es noticia, pero es que además fue una sorpresa por cómo se desarrollaron los acontecimientos a lo largo del día. Los continuos viajes al juzgado de los procesados por la gürtel para admitir su culpa y pagar la multa, evitando juicio, indicaban que Camps podía hacer lo mismo. Sin embargo la tarde trajo grandes novedades. Camps, que siempre se ha declarado inocente, actúa en consecuencia y dimite. Forzado por todos, especialmente por los dirigentes nacionales del PP, ha escogido ese camino.
El uso del término “lo” en el título de hoy no es casual, porque describe perfectamente la impresión que me produce todo este caso. Lo que empezó siendo un sainete de corruptos, en el que los que sobornaban tenían pinta de mafiosos de tebeo y los sobornados tenían aspecto de habérselo llevado, ha acabado siendo un esperpento de trajes, cohechos impropios y acusaciones algo menores para lo que, en mi opinión, habrá sucedido ahí. Todo ello se ha visto reforzado por el comportamiento extravagante de Camps, un personaje al que no conozco, pero que tiene algunas expresiones y actitudes en público difíciles de explicar. A veces en sus declaraciones posee el tono de los iluminados, los elegidos por el Señor, y su sonrisa en muchas ocasiones no se que refleja, porque alegría es el término más opuesto posible a lo que está pasando en el PP de Valencia. Convencido de su inocencia, Camps lleva durante más de dos años arrastrando a su partido por los juzgados y portadas de la prensa por un asunto importante, pero de tono menor en comparación a lo que se vive en nuestro país. Y gran parte de la responsabilidad de que eso ocurra no es del propio Camps, sino de los dirigentes nacionales del PP, que serán nacionales, pero no dirigen en absoluto. ¿Por qué ese empecinamiento en defender a Camps? ¿Cómo dejó el PP que Camps hiciera las listas de las pasadas elecciones autonómicas sabiendo que en pocos meses podía suceder lo que ha acabado pasando? No me lo explico. De hecho el PP hubiera arrasado en esas elecciones presentando cualquier otro candidato. Incluso poniendo como primero de la lista a las páginas amarillas de Orense hubiera obtenido el voto por aclamación. De ahí que no entienda nada de lo que ha pasado estos últimos meses. Y desde que el juez declaró el procesamiento de Camps la situación era insostenible. A la media hora de dictar el procesamiento Camps tenía que haber dimitido, por decisión propia, y a la hora, de no haberlo hecho, la dirección del PP tenía que haberle cesado. Es malo presentar en las listas a imputados, pero el procesamiento es un paso más allá, en el que la política debe desaparecer por completo. Así, en este caso, tanto Camps como la dirigencia del PP, encarnada en Rajoy, han mostrado una lamentable falta de reflejos, un miedo al “que dirán” propio de niños de colegio y una profunda incapacidad para abordar crisis y tomar decisiones, que es por lo que se le paga a un político en ejercicio. La dimisión de ayer de Camps aborta la caída libre en la que el procesamiento sumía al PP veneciano y, por extensión, al nacional, pero deja en evidencia las notables carencias de esa organización para hacerse con el control de una entidad regional que, evidentemente, ha sido alcanzada por la corrupción, en un grado que será la justicia el que lo determine.
¿Y saben qué es lo peor de la dimisión de Camps? Que hoy los medios nacionales sólo hablarán de eso, mientras que lo importante quedará oculto. Y lo importante es que hoy, a las 11:56 hora de España, si no hay retrasos, aterrizará el último transbordador espacial, y se acabará, por muchos años, el sueño americano en las estrellas, y a las 13 horas empieza en Bruselas una reunión en la que nos jugamos no tanto el llegar a las estrellas, sino el caer en un agujero negro. Frente a todo eso Camps, Rajoy, el PP y sus tramas, legales o no, son meros juegos de niños.
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