miércoles, julio 20, 2011

Inditex, o cómo hacer bien las cosas

Viendo el panorama económico al que nos enfrentamos, ¿dónde buscar el consuelo? ¿dónde fijar la esperanza? Es evidente que no en nuestros políticos, ni en los de otros países, porque con un poco (mala) de suerte la reunión de mañana Jueves en Bruselas puede ser una competición de a ver quién pierde más el tiempo. Supongo que habrá que fijarse en el mundo de la empresa, en los que día a día compiten para sobrevivir en un mercado cada vez más cruel y competitivo. Veamos un claro ejemplo de éxito sin irnos muy lejos.

Ayer, en la localidad coruñesa de Arteixo, Pablo
Isla fue nombrado presidente de Inditex, sustituyendo en el cargo a Amancio Ortega. Cuando pensamos en empresarios de éxito nos vienen a la mente las imágenes de Steve Jobs y su Apple, Sergei Brin y Larry Page y su Google, Richard Branson y Virgin, etc, y son ciertas, pero a su altura, o si cabe por encima de ellos, debiera situarse la figura de Amancio Ortega. Este personaje, un desconocido para casi todo el mundo, entre otras cosas porque se ha preocupado de serlo, ha creado un imperio de la nada. De hecho el pueblo de Arteixo no sería conocido nunca si no fuera porque hace muchos años Ortega creo en él una tienda de confección y tejidos, que poco a poco se fue extendiendo. No se cuándo ni cómo empezó el boom, pero lo cierto es que hoy , en 2011, Inditex es la mayor empresa no financiera de España, la que se encuentra presente en más lugares a lo largo del mundo, que exporta a todas partes con un volumen y cifras deslumbrantes y que es lo más parecido al sueño americano hecho realidad en la baldía tierra para el emprendedor que es España. No hay capital mundial en la que ZARA no posea un espectacular edificio, o que otras marcas de la casa como Bershka o Stradivarius (“Estrafalarius” como bien le llamaba el gran BLL) u otras ocupen sitios igualmente principales en las avenidas de Nueva York, Shangai, Londres o Tokio. Es un imperio global, que da trabajo a cientos de miles de personas en España y el resto del mundo, que posee una cadena logística de aprovisionamiento y distribución sin parangón y que no deja de crecer día a día, incluso en épocas de crisis como las presentes. Si en los ochenta las tiendas de ropa internacionales eran de origen italiano, con Benetton como estandarte, hoy en día el mundo de la ropa internacional está dominado por una empresa española, Inditex, y una competidora sueca, H&M. Curioso. Pues bien, Amancio Ortega, 75 años, el hombre más rico de España, con una fortuna de decenas de miles de millones de euros ganados gracias a su esfuerzo y entrega a un negocio que le ha salido bien, se jubila. Y fue ayer cuando entregó el mando a Pablo Isla, un ejecutivo de mediana edad que desde 2005 ejercía como Consejero Delegado. Isla ha sonado semanas atrás como posible candidato a ocupar el Ministerio de Economía y Hacienda en un hipotético gobierno de Rajoy, pero es de suponer que el nombramiento de ayer acabe con esos rumores. Se enfrenta a un reto inmenso, que es el de mantener el liderazgo de Inditex en un mundo complejo, cambiante y sometido a los vaivenes de una crisis que azota con saña el lugar de origen de la empresa, pero no muchos de sus mercados naturales. No es un recién llegado a la compañía, y Ortega le ha enseñado en estos últimos años cada rincón de la empresa, cada proceso de trabajo, cada pieza que forma el prodigioso mecanismo que es Inditex, por lo que espero que pueda llevar a cabo sus propios planes y el acompañe el éxito como hasta ahora.

Quizás Amancio, ahora que tiene un poco de tiempo libre, podría pasarse el Jueves por Bruselas y colarse en la reunión de jefes de estado y de gobierno para leerles la cartilla y hacerles pasar algo de vergüenza. Podía contarles como ha dedicado su vida, día y noche, al desempeño de su cargo, siendo consciente de que su vida y al de los empleados a su cargo iba en ello, cómo se ha enfrentado a los retos, sin miedo, sin esconderse, sin engaños, y cómo los ha superado, y lo que ha aprendido de las cosas que le han salido mal. Sí, incluso podría ofrecerles a todos unos puestos de reponedores para una tienda en, pongamos, Melbourne, para que empiecen a enterarse de lo que es el trabajo, el sacrificio y la responsabilidad.

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