Hoy va a ser un día histórico, y de los de verdad. Si el tiempo o ningún otro problema de última hora no lo impide, a las 11:30 de la mañana de la hora local de Florida, 17:30 en España, se lanzará desde Cabo Cañaveral la última misión del Transbordador Espacial, la que posee como código el STS-135. El Atlantis, la última de las naves de la flotilla de la NASA disponible, y su tripulación de siete astronautas, despegarán en medio de un ruido atronador y, por última vez, veremos las imágenes del encendido y salida del cohete desde su plataforma. Se acaban 30 años de historia espacial.
Para muchos de nosotros el Transbordador ha sido el único cohete que hemos visto de manera familiar a lo largo de nuestras visas. Cierto es que rusos y chinos poseen lanzadores tripulados, y de hecho a partir de mañana, si no hay retrasos, sólo dispondremos de los cohetes rusos para llegar al espacio. Sin embargo en el imaginario colectivo un cohete espacial es el transbordador. Esa especie de avión extraño adosado a un inmenso depósito de combustible y a otros do cohetes auxiliares que, todo en su conjunto, se eleva hacia el cielo en un brutal disparo y que, al cabo de unas dos semanas, regresa como si de un avión se tratase, aterrizando en una pista de una manera convencional. El desarrollo del programa Shuttle, del que la NASA llegó a tener una flota de cinco unidades, supuso un revulsivo tecnológico y de inversión descomunal, y colocó a los EEUU a al cabeza de la tecnología aeroespacial. Al inicio de los ochenta los transbordadores parecían al lleva que abriría las puertas de un espacio accesible, barato y, hasta cierto punto, rutinario, pero el tiempo se encargo de demostrar que esta ilusión era falsa. Siendo como es la máquina más compleja creada por el hombre, el trabajo de mantenimiento y montaje de cada misión, y sus costes, empezaron a ser crecientes de una manera no prevista. El accidente del Challenger de 1986 lo cambió todo. La muerte de los siete astronautas de ese vuelo supuso un parón en el programa, una reevaluación tecnológica y, como no, un aumento de costes. A medida que pasaban los años el programa se hacía cada vez más complejo y los resultados operativos se alejaban. Para poner un satélite en órbita era mucho más barato y sencillo lanzar un clásico cohete desechable, y así programas como el europeo Arianne le fueron comiendo el mercado de lanzamientos orbitales. La construcción de la Estación Espacial Internacional ha sido, durante esto años, el gran objetivo del programa shuttle, actuando el transbordador como camión de carga, subiendo a la órbita pesados y complejos módulos para proceder a su montaje. La bella imagen que se puede ver en este enlace, en la que la Estación Espacial y el Transbordador Endeavour (STS-134) están unidos muestra el fruto de estos años de trabajo. A lo largo de estos años las misiones del Shuttle han permitido que los paseos espaciales sean “rutinas” de trabajo, han supuesto miles de horas de entrenamiento y puesta en práctica de procedimientos espaciales, han llevado a cabo cientos, miles de experimentos científicos y, pese al segundo accidente, que acabó con el Columbia y su tripulación en su reentrada a la Tierra en 2003, el balance del programa ha sido plenamente satisfactorio. ¿Y ahora, qué? Esa es la principal pregunta, y la más difícil de contestar. De momento, nada. EEUU se queda sin lanzadores tripulados, y en un momento de penuria económica la NASA se enfrenta a nuevas restricciones que alargarán los plazos para conseguir un nuevo sistema de lanzadores, en la configuración que se escoja. Así que después del lanzamiento se abre una gran y peligrosa incógnita.
El material gráfico sobre el transbordador en Internet es, simplemente, inabarcable. Sólo con la página de la NASA tendría uno para vivir durante mucho tiempo, pero no me resisto a poner dos enlaces que merecen la pena. Uno es un video muy cortito, de cómo suena en realidad un lanzamiento a cinco kilómetros de la plataforma de despegue, algo que ya nunca veremos, y otro es una película de casi un cuarto de hora editada por la NASA en alta definición como homenaje a la penúltima misión, la STS-134, acaecida hace unas pocas semanas. Seguro que nunca han visto imágenes como estas, ni un despegue desde la misma plataforma, ni el ascenso al espacio de una manera tan viva. Todo sea como homenaje a los catore fallecidos a lo largo del programa y a los miles de personas en todo el mundo que han trabajadazo por él. GRACIAS a todos por su esfuerzo.
1 comentario:
Bonita entrada de homenaje para los que crecimos con estos lanzamientos.
Aún recuerdo el accidente del Challenger, estaba delante de la tele viendo el lanzamiento...y se partió en 3 cachos....
Gracias David
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