En ciertas ocasiones hay que usar la ironía para tratar de huir del dramatismo de las situaciones que vivimos, y esa ironía sea quizás la única arma que nos quede. Cuenta una vieja cita, cuyo autor y contexto no recuerdo, que en medio de un discurso a la nación, el presidente de un país africano pobre, desgarrado por la guerra y sumido en el caos, dijo que “nos encontrábamos al borde del abismo y hemos dado un gran paso adelante”. Ayer por la mañana la Unión Europea (UE) estuvo a punto de dar ese paso y hundirse por completo.
Hemos librado la primera bola de partido, y por los pelos, pero el monstruo sigue ahí. Podemos discutir mucho y apasionadamente sobre cómo hemos llevado hasta este punto y de quién tiene más o menos culpa al respecto. Un buen resumen es este artículo de McCoy que dice muchas verdades condensadas, pero lo cierto es que estamos al borde del abismo. La UE se juega su futuro como zona monetaria, e incluso como proyecto político, y depende de lo que haga sobrevivirá o no. España, uno de los problemas, ya ha llegado a una situación en la que el gobierno presente de ZP no es capaz de encontrar la salida y, de producirse elecciones, el nuevo gobierno del PP sería triturado por una realidad tan compleja como insoportable. Ha llegado el momento de que los líderes europeos demuestren que son líderes y que les importa Europa. Las conclusiones de la reunión del Lunes, dejar la solución del problema griego para septiembre, como si de recuperar sociales se tratase, dieron la impresión de asistir al encuentro de una pandilla de inconscientes que no saben a lo que se enfrentan. Parece que finalmente sí habrá una reunión el viernes del eurogrupo, tras el resultado de los test de estrés a la banca. Creo que esa reunión debe decidir pocas cosas, pero de una manera muy clara. La principal es afrontar la reestructuración de la deuda griega, el mecanismo de cómo aplicar las quitas derivadas de la quiebra, que debe ser reconocida, de Grecia, y forzar a los acreedores del país, públicos y privados, a hacerse a la idea de que habrá pérdidas. No veo otra solución. Entre otras cosas porque después vendrá Portugal, o Irlanda, cuyos bonos hoy ya no valen nada. Los países del sur se deben ver abocados a una profunda y dura reestructuración para enjuagar las deudas de los años del derroche, y los países del norte deben afrontar las pérdidas derivadas de inversiones que no podrán nunca ser recuperadas. Se debe establecer un sistema de emisión de eurobonos tutelado por el BCE y, empezando por los países deudores, renunciar a la soberanía presupuestaria y asumir un control de sus tesoros por parte del BCE, en lo que sería el embrión de una política fiscal unitaria. Todos perdemos en este juego, ya no hay vuelta atrás. Y esto debe asumirse, decidirse y comunicarse de una manera rotunda, firme y unitaria. Por una vez en la vida los gobernantes europeos deben olvidarse de las elecciones, los votos y las encuestas. Anunciar la quiebra griega y la pérdida de fondos de los bancos alemanes descapitalizará en gran parte al BCE, será otro terremoto para las bolsas y los índices financieros, hundirá a Papandreu, Merkel, Sarkozy y todos los demás en el pozo de las encuestas donde desde hace mucho vive ZP y les abocará a perder las elecciones, sí, pero es la única alternativa que veo para que Europa en su conjunto no se derrumbe.
Debemos conservar el euro y la UE. No son un sueño, sino el fruto de años de trabajo y esfuerzo de millones de personas, que no pueden ser arrojados por al borda de esta manera. LA destrucción del euro implicaría seguramente la de la propia UE, sería la asunción de un enorme fracaso colectivo y una pesadilla económica para todos los países. Sólo conservaremos la UE si avanzamos, decididos, unidos y convencidos, hacia una mayor integración. Así, el viernes los dirigentes de la UE deben dar la talla, afrontar que esta guerra se va a ganar y que se hará lo necesario. De lo contrario, el panorama será desolador.
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