De mientras las nubes altas
correteaban por el cielo de Madrid como preludio del temporal que se abatirá
sobre España el fin de semana y, diecinueve plantas debajo de mi despacho Soraya Sáenz de Santamaría
desgranaba un discurso sentido y, a mi entender, muy valiente, sobre el problema
del desahucio, en
Argelia se desataban los infiernos en la planta gasísitica secuestrada en medio
del desierto por parte de los islamistas de ALQMI. La intervención del
ejército argelino para rescatar a los numerosos rehenes allí retenidos,
occidentales y oriundos del país, sigue al parecer en estos momentos y su
resultado es muy incierto, aunque las cifras de entorno a cuarenta fallecidos son
bastante esclarecedoras.
En este enlace que les adjunto
pueden ustedes ver un plano de
la red gasística que se teje sobre Argelia, para que puedan situarse de
dónde y lo que estamos hablando. La planta asaltada se encuentra en el enclave
de Anemas, sito al sureste del país. Pueden ustedes observar que existe una
carretera que enlaza esta localidad con Hassi R’Mel, punto estratégico del que
parten la mayoría de los gaseoductos dirigidos al norte del país, la zona
poblada, y a Europa. El principal comprador internacional del gas. Verán
también que justo al lado de Anemas, en Wafa, parte un gaseoducto independiente
que, transitando por Libia, cruza el Mediterráneo para llegar hasta Sicilia y
unirse allí con la línea de abastecimiento italiana que partía de Hassi R’Mel.
En definitiva, que la planta asaltada por los islamistas no es una gasolinera
de una remota área de servicio en medio de la nada, sino uno de los principales
puntos de extracción, almacenamiento, procesamiento y distribución de gas del
país, y por su situación el más cercano (o menos lejano dadas las inmensas
dimensiones de Argelia) a la frontera de la zona de Mali ocupada por los
islamistas. Así, además del componente político y puramente militar del
conflicto de Mali, pueden ustedes observar que se empieza a configurar una
peligrosa derivada en lo que hace al suministro y abastecimiento de gas por parte
de Europa y, sospecho, un incremento en la tensión de los precios del conjunto
de materias primas energéticas, como ayer ya reflejó un barril de Brent que
subió más del 1% y que se situó en los redondos y altos 111 dólares. De ahí puede
que venga la urgencia con la que el ejército argelino ha tratado de sofocar el
secuestro, entrando a sangre y fuego, sin contemplaciones, y evitando que la
situación se dilatase en el tiempo, convirtiéndolo en un problema internacional
de gran calado dadas, entre otras cosas, la variada nacionalidad de los
rehenes, provenientes los occidentales de casi todas las potencias imaginables.
Esta forma de actuar por parte de Argelia no está exenta de graves riesgos,
especialmente para los secuestrados, pero también para los asaltantes. El uso
de la, llamémosle así, doctrina Putin, de asalto y aniquilación de los
terroristas, se ha demostrado lesiva y generadora de bajas en gran número entre
los rehenes, y no hay más que recordar como acabaron el asalto al teatro Dubrovka
de Moscú o el secuestro de la escuela de Beslan en Osetia, con cientos de
muertos en ambos casos y la imagen del gobierno ruso hundida en el fango de la
incompetencia, la tragedia y la incapacidad. Como en aquellos casos víctimas y
asaltantes eran rusos, o al menos de repúblicas ex soviéticas, la cosa quedó en
casa y no se pasó de condenas morales por parte de terceros países. En este
caso esos terceros países recibirán féretros.
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