Ajenos a la niebla que cubría
media España y que nos tuvo ayer a los residentes en Madrid congelados y con la
duda de si realmente había amanecido o no, un tren partió de Barcelona rumbo a
Gerona y Figueras, en la inauguración de ese tramo, necesario para la conexión
con la frontera francesa y para facilitar la intercomunicación de las ciudades
catalanas, y en uno de los vagones, en un viaje en el que todos iban en
primera, viajaban
el príncipe, Rajoy, Artur Mas y Ana Pastor, Ministra de Fomento. Aunque leer
esto así, de seguido, da para el inicio de mucho chistes, sospecho que pocas
ganas de broma había en el ambiente.
Este viaje ha permitido que Rajoy
y Mas se vean, cosa que no sucedía desde la reunión exprés que tuvo lugar hace
cuatro meses en la que se constató la imposibilidad del pacto fiscal reclamado
por la Generalitat. Desde entonces han pasado muchas cosas, siendo la más
importante las elecciones anticipadas convocadas por el propio Mas, que se
saldaron con la victoria más amarga posible de su candidatura, y en todo
momento se ha mantenido firme el pulso soberanista por parte de los dirigentes
de una CiU que, echada al monte, corre el peligro de acabar encerrada en el
redil de ERC. Es una pena que la excusa de ayer fuera la que permitiera ese
encuentro entre las dos autoridades, porque no se hayan visto con anterioridad,
y además el contexto de una inauguración no es propicio para el diálogo
sincero, privado y resolutivo, por lo que en la prensa de hoy tenemos numerosas
anécdotas y fotos algo curiosas, pero poco contenido y menos respuestas. ¿Cuándo
se va a producir al necesaria reunión entre Rajoy y Mas para que se alcancen
acuerdos que permitan bajar el ruido independentista que no deja de surgir de
Cataluña? No lo se, y no parece que haya un excesivo interés de momento para
que ese encuentro se produzca, lo que me hace sospechar, unido a otras
sensaciones, de que el problema no es tan serio como parece. Creo que, en el
fondo, Mas está ejerciendo una pose muy teatrera, jugando de farol y amagando
con dar un golpe sobre la mesa cuando sabe que ni puede ni debe hacerlo, ni le
conviene. ¿Cuál es el problema de fondo? La economía, por supuesto. La Generalitat,
en la práctica, está quebrada, y eso lo sabe Mas, Rajoy, ERC y cualquier
inversor, y es la ayuda financiera proveniente del Ministerio de Hacienda la
que permite a Mas pagar la nómina de sus empleados y sueños nacionales. En
medio de este desastre la táctica de Artur es muy típica, fea y sucia, pero
nada original. Se trata de buscar un culpable más allá de uno mismo, al que
atribuirle las incapacidades de la gestión de su gobierno, en un rasgo que es
de lo más hispánico, aunque no se quiera reconocer como tal. Mas recorta, deja
a la sanidad catalana hecha unos zorros y a los colegios al borde del cierre
pero no deja de alimentar con dinero público a una maquinaria de propaganda
independentista destinada a alimentar el discurso de que la “culpa es de España”
para tratar de desviar la ira del ciudadano hacia Madrid. Escapismo barato que
suele abundar en épocas de crisis y miseria, y que sobre todo es muestra de egoísmo,
corteza de miras e incapacidad.
¿La solución? Dinero, más dinero
para Mas, como es habitual. En el fondo CiU sabe que el independentismo es
inviable, no deseado por la mayoría de los catalanes y, lo que más les importa,
un nefasto negocio para la región y sus intereses (los de la región y los de
CiU, claro) por lo que amagará pero no golpeará en serio. Otra cosa es ERC, que
se cree su discurso y prefiere ser independiente, pobre y arruinada. Espero que
con el paso de los meses las cosas vayan poco a poco encauzándose, seguro que
en encuentros de los que no dispondremos ni de fotos ni titulares, pero que
tendrán lugar. De momento, ya hay más kilómetros de AVE y, sin entrar en el
debate de la rentabilidad de estas inversiones, Gerona está desde hoy en el
mapa. Enhorabuena a sus habitantes.
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