martes, enero 29, 2013

Rajoy y Merkel están enfadados


A lo largo de este fin de semana, un poco más largo de lo habitual para mi, se ha celebrado en Chile la reunión de la Unión europea con los países de América Latina y el Caribe, para estrechar los lazos comerciales, las ventas mutuas y el crecimiento a los dos lados del charco. Con esa excusa se han producido muchas reuniones bilaterales entre jefes de estado de distintos países que trataban de arreglar sus propios problemas. Una de esas reuniones, de apenas cinco minutos y en territorio neutral se dio entre un cada vez más derrotado Rajoy y una Ángela Merkel que no ceja en su empeño de austeridad.

Probablemente la cosa acabó en tablas de cara al próximo encuentro, que mantendrán con motivo del consejo europeo de principios de febrero en el que, entre otras cosas, también se tiene que abordar el asunto de las perspectivas financieras de la Unión Europea, ahora empantanadas y sin acuerdo. Lo que es seguro es que en ese nuevo encuentro entre Rajoy y Merkel saltarán chispas, y creo que se quién saldrá más chamuscado. Es interesante asistir a este viraje de la política española, ya que cuando accedió al poder el PP y Rajoy tenían como uno de sus objetivos de bandera engancharse al carro de Alemania, convertirse en el socio fiable del sur de Europa, en la Alemania del sur, se llegó a decir, y contando con el apoyo y beneplácito de Berlín lograr pasar lo que los estrategas del PP creían que era un mero bache de confianza. Un año después las cosas han cambiado mucho, aunque en la economía de cifras y realidades los movimientos hayan sido escasos dentro del ambiente depresivo en el que nos encontramos. El gobierno ha constatado que la economía está derrumbada, la deuda descontrolada y que el hada de la confianza habita en los cuentos, pero no en la cancillería del Reich. Así, poco a poco, los portavoces económicos, y últimamente el propio Mariano, han ido elevando el tono de su queja hacia Alemania, reclamándole que, como líder y economía saneada de la Unión, ejerza el papel de impulsor de la demanda que los países sometidos a la crisis de deuda y a los ajustes no pueden realizar. Desde una óptica en la que se ve a Europa como una economía agregada la petición tiene bastante lógica, dado que Alemania es el tractor, la locomotora que puede estimular la demanda agregada del conjunto de los países. Sin embargo, desde una óptica política, que mantiene a cada uno de los países sometido a ritmos de ajuste, elecciones, compromisos y obligaciones distintas, la situación es muy distinta. Merkel tiene elecciones en septiembre y, aunque está en máximos de popularidad, cada elección regional se cuenta por derrota en las filas de su partido, y no le veo yo dispuesta a lanzar un programa de estímulo económico para salvar a los países incumplidores del sur, estímulo que deberán pagar sus votantes. Sólo en el caso de que las recientes cifras de desaceleración alemana de finales de año se conviertan en recesión a la altura de Semana Santa Merkel actuará para presentarse en septiembre con una economía relanzada. ¿Qué está sucediendo aquí? Que nuevamente la visión cortoplacista, localista y de corta mira de cada uno de los dirigentes europeos, centrados en los votos y cifras de su terruño, es la que condiciona el devenir de la Unión en su conjunto, llevándola cada día a un nivel de irrelevancia superior. Ganar elecciones nacionales está bien, pero no es lo único, ni quizás lo más importante. Si el continente sigue desangrándose poco a poco en el camino de la depresión poco importará si se hacen estímulos o recortes, dado que habrá un momento en el que no haya una Europa unida que los contemple, avale o respalde.

Este es uno de esos casos prácticos que demuestran la necesidad de fortalecer a la Unión ante el riesgo de que finalmente se diluya, deseo imperioso que era expresado este fin de semana en un manifiesto suscrito por varios intelectuales y publicado en la prensa. La abierta disputa entre Rajoy y Merkel, en la que cada uno tiene una parte de razón pero se niega a ver al de su contrario, muestra un nuevo roto en el tejido europeo, y no olvidemos que la relevancia de las pequeñas y débiles naciones, entre las que España ahora mismo es un caso paradigmático, sólo es posible en un mundo global bajo el amparo de una Europa unida y fuerte. Probablemente no podamos pagar nuestras deudas dentro de Europa, pero es seguro que será imposible fuera de ella.

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