lunes, enero 21, 2013

Llegar a Navacerrada con la ventisca


A veces, pocas, cometo excesos. No piensen en grandes juergas de alcohol, sexo y vicio, no, porque aunque en el fondo del inconsciente las anhele, no se han dado nunca ni creo que se vayan a producir (y si así fuera no se las relataría en esta plaza pública, jeje) No, se trata de excesos físicos, motivados por la curiosidad o las ganas de alcanzar algo. Este fin de semana, en medio de la tormenta Gong, que es así como se ha denominado, la sierra de Madrid se llenaba de nieve mientras que la ciudad se agitaba y mojaba, y me dije que tenía que verlo.

Así, ayer por la mañana, cogí el autobús que lleva a Navacerrada, con la ilusión de alcanzar esa cima, a más de 1.800 metros de altitud y ver lo que es un temporal de nieve de verdad. Sin embargo el plan se torció desde el principio, porque el autobús llegaba hasta Navacerrada pueblo, a unos 1.200 metros, pero allí se quedaba. Sólo los primeros horarios de la mañana subían hasta el puerto. En el pueblo había nieve por las calles, bastante la verdad, pero no era eso lo que buscaba, y tras un rato de indecisión, decidí lanzarme por la calle por la que el autobús había penetrado al pueblo, llegar hasta la rotonda donde se bifurcaban los caminos y empezar a subir andando por la carretera del puerto, con la idea de llegar hasta arriba. El día estaba parcialmente cubierto, pero no nevaba, y la temperatura era fría, pero soportable, con poco viento. Dos veces en mi vida había subido hasta el puerto, una de ellas me llevaron en coche y la otra usé el tren que parte desde Cercedilla, por lo que el camino era para mi algo completamente desconocido. La carretera, ancha y con un arcén bueno, aunque cubierto de nieve en muchos de sus tramos, subía inmisericordemente, y yo, que tengo algo de práctica andando sobre llano, empezaba a notar que la cuesta se me atragantaba. Al cabo de una hora de ascenso ya había alcanzado la cota 1.600, gracias a los carteles que así lo indican a lo largo del recorrido, y empezaba a sentirme agotado, de pies y piernas, pero no podía rendirme. Avanzando tramos de 300 metros y con descansos de un par de minutos seguía ascendiendo y, a medida que lo hacía, el paisaje se tornaba blanco inmaculado. Los pinos que bordean la carretera y cubren las faldas del monte aparecían majestuosos, cargados de nieva hasta los topes, algunos de ellos con emanando una sensación de cansancio por el peso acumulado y otros, gráciles y con las hojas heladas, como posando para una estampa navideña. Mis piernas empezaron a decir basta cuando llegué a la cota 1.800 pero al poco, afortunadamente, empecé a vislumbrar los edificios que se ubican en lo alto del puerto, correspondientes a residencias, hoteles, cafeterías e instalaciones de esquí. El trasiego de coches era incesante y la nieve, que hasta entonces no había aparecido, empezó a caer en forma de fino polvo granulado con ventisca. La imagen de la cima era psicodélica, con cientos de personas y coches confundidos entre el vendaval y el polvillo blanco, y grandes capas de nieve acumuladas en los laterales de la carretera. Agotado, entré en uno de los locales y repuse fuerzas y calor, y a los pocos minutos, siendo ya pasadas las tres de la tarde, y sabiendo que el pronóstico del tiempo era de emporar, inicié el camino de descenso, que suponía más liviano pero que acabó con todas mis fuerzas.

A medida que bajaba las cotas de altura y mis piernas y pies empezaban a suplicarme piedad la ventisca iba en aumento. No fue hasta los 1.400 metros cuando dejó de nevar, por poco tiempo, ya que al regresar a Navacerrada pueblo la nieve empezó a caer nuevamente. Logré coger un autobús de vuelta a Madrid y, sin saber cómo, llegué hasta casa. Hoy he llegado al trabajo renqueando como si de un jubilado se tratase, pero las imágenes que pude ver ayer son de una preciosidad difícil de describir, así como el mayor conocimiento que ahora tengo de mi anatomía, porque hay bastantes partes de mi cuerpo de cuya existencia no tenía noticia y ahora… duelen.

1 comentario:

peich dijo...

Pruebas, se necesitan pruebas de esas visiones psicodélicas y ese ejercicio doloroso y reconfortante a la vez.
Bien por disfrutarlo¡¡¡