A veces, pocas, cometo excesos. No
piensen en grandes juergas de alcohol, sexo y vicio, no, porque aunque en el
fondo del inconsciente las anhele, no se han dado nunca ni creo que se vayan a
producir (y si así fuera no se las relataría en esta plaza pública, jeje) No,
se trata de excesos físicos, motivados por la curiosidad o las ganas de
alcanzar algo. Este fin de semana, en medio de la tormenta Gong, que es así
como se ha denominado, la sierra de Madrid se llenaba de nieve mientras que la
ciudad se agitaba y mojaba, y me dije que tenía que verlo.
Así, ayer por la mañana, cogí el
autobús que lleva a Navacerrada, con la ilusión de alcanzar esa cima, a más de
1.800 metros de altitud y ver lo que es un temporal de nieve de verdad. Sin
embargo el plan se torció desde el principio, porque el autobús llegaba hasta
Navacerrada pueblo, a unos 1.200 metros, pero allí se quedaba. Sólo los
primeros horarios de la mañana subían hasta el puerto. En el pueblo había nieve
por las calles, bastante la verdad, pero no era eso lo que buscaba, y tras un rato
de indecisión, decidí lanzarme por la calle por la que el autobús había
penetrado al pueblo, llegar hasta la rotonda donde se bifurcaban los caminos y
empezar a subir andando por la carretera del puerto, con la idea de llegar
hasta arriba. El día estaba parcialmente cubierto, pero no nevaba, y la temperatura
era fría, pero soportable, con poco viento. Dos veces en mi vida había subido
hasta el puerto, una de ellas me llevaron en coche y la otra usé el tren que
parte desde Cercedilla, por lo que el camino era para mi algo completamente
desconocido. La carretera, ancha y con un arcén bueno, aunque cubierto de nieve
en muchos de sus tramos, subía inmisericordemente, y yo, que tengo algo de
práctica andando sobre llano, empezaba a notar que la cuesta se me atragantaba.
Al cabo de una hora de ascenso ya había alcanzado la cota 1.600, gracias a los
carteles que así lo indican a lo largo del recorrido, y empezaba a sentirme
agotado, de pies y piernas, pero no podía rendirme. Avanzando tramos de 300
metros y con descansos de un par de minutos seguía ascendiendo y, a medida que
lo hacía, el paisaje se tornaba blanco inmaculado. Los pinos que bordean la
carretera y cubren las faldas del monte aparecían majestuosos, cargados de
nieva hasta los topes, algunos de ellos con emanando una sensación de cansancio
por el peso acumulado y otros, gráciles y con las hojas heladas, como posando
para una estampa navideña. Mis piernas empezaron a decir basta cuando llegué a
la cota 1.800 pero al poco, afortunadamente, empecé a vislumbrar los edificios
que se ubican en lo alto del puerto, correspondientes a residencias, hoteles,
cafeterías e instalaciones de esquí. El trasiego de coches era incesante y la
nieve, que hasta entonces no había aparecido, empezó a caer en forma de fino
polvo granulado con ventisca. La imagen de la cima era psicodélica, con cientos
de personas y coches confundidos entre el vendaval y el polvillo blanco, y
grandes capas de nieve acumuladas en los laterales de la carretera. Agotado,
entré en uno de los locales y repuse fuerzas y calor, y a los pocos minutos,
siendo ya pasadas las tres de la tarde, y sabiendo que el pronóstico del tiempo
era de emporar, inicié el camino de descenso, que suponía más liviano pero que
acabó con todas mis fuerzas.
A medida que bajaba las cotas de
altura y mis piernas y pies empezaban a suplicarme piedad la ventisca iba en
aumento. No fue hasta los 1.400 metros cuando dejó de nevar, por poco tiempo,
ya que al regresar a Navacerrada pueblo la nieve empezó a caer nuevamente.
Logré coger un autobús de vuelta a Madrid y, sin saber cómo, llegué hasta casa.
Hoy he llegado al trabajo renqueando como si de un jubilado se tratase, pero
las imágenes que pude ver ayer son de una preciosidad difícil de describir, así
como el mayor conocimiento que ahora tengo de mi anatomía, porque hay bastantes
partes de mi cuerpo de cuya existencia no tenía noticia y ahora… duelen.
1 comentario:
Pruebas, se necesitan pruebas de esas visiones psicodélicas y ese ejercicio doloroso y reconfortante a la vez.
Bien por disfrutarlo¡¡¡
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