martes, enero 22, 2013

La segunda coronación de Barack Obama


Empiezo mal cuando establezco una vinculación entre los EEUU y la monarquía, cuando aquel país es todo lo alejado que uno se pueda imaginar de una institución como la realeza, pero no es menos cierto que toda la pompa, boato y ceremonial del llamado Presidential Day, o día en el que el presidente jura su cargo, recuerda mucho a una coronación, y de las de antaño, de las que uno se imagina sucedían en los siglos XVIII y XIX, con carruajes, alabarderos, trompetas y genuflexiones por todas partes.

Pues ayer se volvió a repetir el rito y, por segunda vez, Barack Obama fue entronizado en su puesto de Presidente de los EEUU y comandante en jefe del mayor ejército del mundo, lo que le hace ser en teoría la persona con más poder en la tierra. No quiero fijarme tanto en el ceremonial de ayer, que da para mucho, ni en el tono y mensaje estrictamente político del discurso de Obama, sino en la filosofía y al idea imperante que en todo momento sobrevolaba el Mall de Washington, esa inmensa explanada alrededor de la cual se sitúan los centros del poder y de la cultura de esa nación. Y es que ver una ceremonia como la de ayer supone, nuevamente, darse cuenta de la inmensa diferencia que existe entre EEUU y el resto del mundo, entre ese país y todos los demás. Para resumirlo mucho, y tal como lo veo, EEUU es un ejemplo único de país creado por rechazados de todos los demás países, que buscaron un lugar en el que crear una arcadia feliz, una utopía, un espacio alejado de lo que ya conocían, especialmente la decrépita, clasista e intolerante Europa de su época. Así, EEUU se funda no como concepto geográfico, sino como idea, como aspiración. Se asienta sobre un terreno, pero se constituye como filosofía de vida. Esto es completamente revolucionario. Por ello, desde su fundación y hasta ayer mismo, los mensajes que lanzan todos sus dirigentes se basan en el teórico destino de la nación, en las aspiraciones de sus ciudadanos, libres e iguales, y en la preponderancia de sus derechos civiles frente a la colectividad de una nación, que debe ser querida, amada y protegida, pero nunca debe hallarse por encima de la libertad individual de cada uno de las personas que la componen. Independientemente de que una idea tan fascinante no haya podido ser llevada a la realidad, y los múltiples y serios problemas que existen en la sociedad norteamericana son una muestra de lo lejos que se está de conseguir ese objetivo, la mera asunción de esta idea, el hecho de repetirla constantemente desde hace tantos años, y el que los norteamericanos se la crean, hace de ellos una nación especial, poseedora de una especie de pócima de la eterna juventud, que ante las adversidades les otorga una fuerza nueva, que ante los retos les impulsa a crecerse, que ante las dificultades les proporciona una fuerza y capacidad de reinvención que sigue asombrando al mundo. En un planeta cada vez más global, y en el que por fuerza de la realidad EEUU cada vez pesará menos, sigue siendo asombroso como desde hace décadas se proclama el hundimiento de su poder y, de una manera completamente inimaginable, resurge y vuelve a demostrar su capacidad de liderazgo, y si en los ochenta el declive industrial de la nación parecía inevitable hoy su principal industria es el software que usamos en todos nuestros ordenadores, pensados y desarrollados allí. Y así muchos más ejemplos de los que debiéramos aprender.

Obviamente no todo es rosa en EEUU, ni mucho menos, hay grandes manchas oscuras que enturbian su futuro y hacen a veces de su presente un drama, pero quedémonos con lo bueno y copiémoslo, seamos prácticos, como ellos. En el discurso pronunciado antes del de Obama, el orador hacía referencia a cuatro virtudes que posee (o debiera) el pueblo americano y con él su presidente: humildad, fortaleza, honor y fe en el futuro. Visto desde una España decrépita y que amenaza ruina económica, moral y ética, esas cuatro palabras, esas cuatro ideas, debieran servirnos de guía para tratar de reconstruirnos, relanzarnos y recrearnos. Ojalá.

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