jueves, enero 10, 2013

¿Está muerto Hugo Chávez?


Hoy estaba previsto que tuviera lugar en Caracas la ceremonia de jura del cargo de presidente de la República de Venezuela, título que obtuvo Hugo Chávez tras su victoria electoral de hace escasos dos meses. Sin embargo, como ya es oficial, no va a haber acto institucional alguno, ni se espera que Chávez vuelva a Caracas hoy, mañana ni en un futuro cercano. El mero hecho de titular el artículo de hoy como lo he hecho muestra hasta qué punto no se tiene ni la más remota idea del estado real de salud del hasta hoy presidente de y a partir de mañana se supone que “regente”. Todo son rumores y especulaciones.

La ceremonia de la confusión desatada tras la marcha de Hugo a Cuba para volver a tratarse del cáncer que padece, por cuarta vez si no me falla la memoria, es total. Los agoreros señalan que si no ha muerto está terminal, entubado y enchufado a un montón de máquinas que lo mantienen artificialmente con vida, mientras que los muy fieles al régimen hablan de complicaciones, cada vez más complejas, pero siguen manteniendo que la vida y futuro del presidente no peligra. Entre tanto oscurantismo y ocultamiento es más fácil creer a los agoreros que a los voceros. De hecho está situación cada vez me recuerda más a lo que pasó con Franco en los setenta, cuando el dictador agonizaba en su cama, enchufado a todo lo que fuera necesario y posible para mantenerle en vida mientras que el régimen proclamaba su salud uno y otro día. Lo más curioso es que cuarenta años después, con los avances registrados en los medios de comunicación, los regímenes políticos sigan tratando de hacer creer al mundo una verdad sesgada y engañosa sobre la salud de sus dirigentes, cosa que no hace sino contribuir a aumentar el descrédito del propio régimen y las especulaciones. ¿A qué se debe este comportamiento? A que todos estos regímenes personalistas, sea el franquismo, chavismo, castrismo o cualquier otro apellido con el sufijo –ismo asociado, son inseparables de la figura de su líder, y la desaparición de éste suele conllevar, habitualmente, el derrumbe de la estructura de poder que se había organizado en torno a su figura. De hecho es algo que ya estamos viendo en Venezuela, cierto que aún en sus primeros estadios, pero con el cuerpo del líder encerrado en un hospital de La Habana la disputa sorda que mantienen su actual vicepresidente, Nicolás Maduro, nombrado como sucesor por el propio Chávez en un acto tan ilegítimo como psicodélico, y Diosdado Cabello, presidente del parlamento venezolano y, en ausencia del presidente, la figura con más poder según la constitución del país, empieza a adquirir proporciones de auténtica batalla sucesoria. Ambos representan distintas facciones de un chavismo unido como una piña en torno a su mesiánico líder, orgulloso y dueño de todo el poder en el país, pero que amenaza con fracturarse rápidamente si la figura del caudillo cae y el poder, vaciado de su dueño, es reclamado por otros. Por eso el régimen, antaño ya hora, trata de mantener a su líder vivo el mayor tiempo posible, para que esa estructura de poder no se colapse. De fondo está el ejército de Venezuela, de dónde provino, no lo olvidemos, el golpista comandante Chávez, que espera a ver cómo se desarrollan los acontecimientos y, supongo, estará haciendo sus propios cálculo de qué es lo que puede pasar y a quién le conviene apoyar en caso de disputa.

Lo único seguro de los acontecimientos que se están dando en torno al palacio de Miraflores es que Venezuela está haciendo honor al concepto de república bananera, porque posee una constitución, unas leyes y unas instituciones que le dan una imagen de democracia normal, pero que en el fondo son papel mojado, mera cortina decorativa, que pueden ser manipuladas, vejadas e incumplidas sin cortapisa alguna por los cabecillas del régimen que controlan el país. Una triste historia, y de fondo, aunque nadie hable de ello, un panorama económico devastador que amenaza con la ruina y el colapso social de la población del país. Hablaremos bastante de Venezuela este año, creo.

No hay comentarios: