Parece que se ha puesto de moda
convocar referéndums y consultas, y un dirigente se siente como de segunda fila
si no sale a los medios y anuncia una fecha en el lejano futuro en la que la
ciudadanía será consultada sobre algo, dejando para otro día las respuestas a
los acuciantes problemas del presente. Casi en todos los casos se demandan
desanexiones, separaciones e independencias, falaces en el mundo en que
vivimos.En el caso de Reino Unido se da la paradoja de que, como en las muñecas
rusas, Escocia planeta consulta para salirse del Reino y el Reino plantea
consulta para salirse de la Unión Europea. No me digan que no tiene su gracia.
El
anuncio de David Cameron de esta semana al respecto de la consulta sobre la
permanencia del Reino Unido en la UE, no por esperado ha dejado de ser una
mala noticia. Mala para ambas partes, y para los habitantes de ambos
territorios, para sus economías y para el devenir del mundo. En esta época, en
la que se quiera reconocer o no, la Unión europea pasa por la mayor crisis
económica, política y de legitimidad desde que se constituyó en los años
cincuenta, el anuncio por parte de uno de sus miembros de peso de que se
plantea abandonar supone otro golpe más al concepto mismo de Europa como punto
de reunión y meta hacia la que se avanza. Podrá argumentarse que la vinculación
entre el Reino Unido y el resto de Europa es extraña, débil y recelosa en
muchas ocasiones. No pertenece al euro, pese a ser uno de los grandes países
europeos no estuvo en la unión desde el principio (se adhirió en 1973), posee
particularidades y excepciones muy serias en el diseño del presupuesto
comunitario (el chuque británico, derivado de su no participación en la PAC) y
está fuera del euro. Alguno añadiría que conducen por la izquierda y son raros
hasta decir basta. Bien, todo esto es cierto, pero no dejan de ser particularidades
más o menos salvables. El Reino Unido es Europa, y Europa no se puede concebir
sin la presencia del Reino Unido. Y ambos se necesitan mutuamente, se
complementan y salen beneficiados de su común unión. Londres trata, con este
referéndum, de situarse tras años de dudas, en una posición firme. Un resultado
favorable a la exclusión llevaría a la salida de la Unión, pero uno contraria
daría manos libres al gobierno de Downing Street para integrarse mucho más con
el resto de países europeos, abandonando la tradicional postura ambigua que
durante años se ha ejercido más allá del canal y que ha acabado por exasperar a
muchos de los socios continentales. Uno de los principales puntos de fricción
es el financiero. Poseedora de moneda propia y Banco Central independiente y
heterodoxo, Londres es, probablemente, la mayor plaza financiera del mundo, en
dura competencia con Nueva York, Shanghái y Singapur, y quiere seguir
manteniendo un estatus legal y monetario especial que le permita ejercer el
poder económico que ostenta, y que supone más o menos para el conjunto del país
lo que el turismo representa para España. Un proceso de integración fiscal y
bancaria, como el que se quiere llevar a cabo en el continente, sería una
amenaza para la City ya que, tarde o temprano, o se uniría a ese sistema de
supervisión o quedaría en una situación de sombra, bordeando la ilegalidad. Sin
embargo al resto de Europa también le interesa la pujanza financiera de
Londres, ya que la mayor parte de grandes empresas continentales utilizan esa
plaza como base de operaciones financieras. Una ruptura con el reino Unido les
afectaría en la operativa diaria y en la visión que de esas operaciones se
tendría en sus propios países. Quizás eso sirviera para desarrollar pequeñas
Citys a este lado del canal, pero sería una ganancia escasa frente a tanta
pérdida.
Hay muchas, miles de razones en
contra de la separación, y una de ellas, y no la menor, es que en un mundo
globalizado, en el que una ciudad china tiene en su extrarradio más población que
varias naciones europeas, y que crece económicamente al 8%, los procesos de
separación son suicidas. La única alternativa que le queda a Europa en este
mundo para sobrevivir (fíjense que ni digo ser influyente) es unirse,
compactarse, actuar como un único agente, y crecer. La alternativa es la
fragmentación, la irrelevancia y la decadencia económica y política. Eso también
está en juego en esa consulta.
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