miércoles, noviembre 11, 2015

¿La caída del gobierno de Portugal anticipa nuestro 20D?

La política portuguesa se ha vuelto muy interesante. Si no recuerdan mal, hace unas semanas les comenté que ni con las elecciones allí había sido posible que los medios le dedicasen al país vecino la atención debida. El resultado de esa jornada no arrojó sorpresas sobre el ganador de las mismas, el conservador Pasos Coelho, ni sobre los segundos y terceros (socialistas y comunistas respectivamente) pero la pérdida de la mayoría absoluta de los conservadores dibujó un panorama inédito hasta el momento y abrió la posibilidad de una coalición de izquierdas entre el segundo y el tercero para desbancar al primero. ¿Les suena?

El Presidente de la república, Aníbal Cavaco Silva, que ostenta un cargo representativo pero carente de poder real, como nuestro Rey, llamó a consultas a los representantes de los distintos partidos y, tras escucharles, instó a Pasos Coelho a formar gobierno, entre amenazas de un frente de izquierdas que ya fraguaba un acuerdo para derribar el posible nuevo gobierno conservador. Dicho y hecho, Coelho formó un gobierno que resultó investido en segunda vuelta y empezó a trabajar, y once días después, once nada más, el once del once, que es hoy, el gobierno ya no existe. Ayer fue derribado mediante una moción de censura auspiciada por la citada coalición de izquierdas. Ahora la pelota vuelve a estar en el tejado de Aníbal, el Presidente, que tendrá que mandar formar gobierno a un nuevo candidato. También puede optar por encomendar al tarea nuevamente a Pasos Coelho, pero es muy probable que la historia se vuelva a repetir, por lo que lo más lógico es que, ante la posibilidad de convocar nuevas elecciones, que supondrían un retraso en los plazos y una pérdida de tiempo valiosa, Aníbal encomiende la tarea al representante de los socialistas, Antonio Costa. Y todo ello en medio del, podrán ustedes imaginarlo, marasmo político más absoluto y acusaciones de todo tipo entre los conservadores y el resto de las bancadas en el Congreso de Lisboa. ¿Qué nos está diciendo Portugal? Algo tan simple y obvio como que los partidos cosechan votos, pero los gobiernos se eligen en los parlamentos, y es la mayoría de escaños en las cámaras la que faculta que se pueda gobernar o no. Es legítimo defender tanto el gobierno del partido más votado como el de la formación que reúna en torno a sí al mayor número de parlamentarios, y en los casos en los que, como el que nos ocupa, las dos opciones otorgan dos combinaciones diferentes, es mucho más segura la mayoría que se basa en el pacto parlamentario, dado que un gobierno de minoría es, por defecto, inestable, y en todo momento debe conseguir acuerdos para refrendar sus leyes y presupuestos. En las últimas elecciones municipales y autonómicas en España hemos asistido a situaciones muy similares, en este caso con el patrón general de un PP siendo el partido más votado en la elección que se tratase y la formación de un gobierno de coalición entre segundos y terceros, generalmente de izquierdas, que se hacían con el poder en disputa. Se ha puesto el grito en el cielo ante esta situación, pero la verdad es que es completamente normal, y propia de regímenes democráticos representativos, donde son los parlamentarios nacionales o autonómicos, y los concejales, los que ostentan la representatividad otorgada mediante el voto. Sólo en unas elecciones presidencialistas, definidas en un sistema de dos vueltas, como es el caso de las municipales y presidenciales francesas, logran que el candidato más votado sea el que más representación obtiene, al llegar al final a un resultado en el que alguien, por lógica, debe superar el 50% del voto emitido, en primera o segunda instancia. En España eso no existe ni se le espera, por lo que el debate sobre la legitimidad del acuerdo entre “perdedores” carece de sentido.


Y esto nos lleva a pensar en las elecciones generales del 20D. Las encuestas, volátiles a más no poder, sólo coinciden en tres cosas. Ganará el PP, perderá la mayoría absoluta, y el juego ya no será cosa de dos, sino de al menos tres (y quizá cuatro). En función de los votos, y la asignación de escaños por provincias (esto es muy difícil de simular, mucho cuidado) es perfectamente posible que una coalición PSOE Ciudadanos pudiera desbancar al PP, como era posible hace un año que la combinación PSOE Podemos lograse el gobierno. Lo sucedido ayer en Portugal, inédito allí, muestra que todo puede pasar. Nuevamente, debiéramos hacer más caso a lo que sucede al otro lado de la raya.

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