Parecía difícil lograrlo, pero
cada día que pasa nos muestra que la guerra de Siria se puede complicar aún más
y sus derivadas con ella. Ayer, en otro salto de escala de esos que suenan a
muy peligrosos, fuerzas
aéreas turcas derribaron un cazabombardero ruso que había invadido el espacio aéreo
otomano en su estrategia de ataque a DAESH (barata escusa rusa) y, por
primera vez en muchas décadas, un miembro de la OTAN derribó un avión de Rusia,
frase que en sí misma encierra todos los miedos de una época que se daba por
olvidada pero que, transformada, vuelve a ser cada vez más familiar.
Los sangrientos atentados de París
han hecho que el foco de interés vuelva a posicionarse en Siria, en una guerra
infinita que dura ya más de cuatro años, a la que desde este humilde blog se le
ha prestado atención durante todo su desarrollo, pero que ha permanecido oculta
para muchos medios y la mayor parte de la población, hasta que sus efectos han
llegado a nosotros. Lo que empezó siendo una revuelta contra el dictador Al Asad
se ha transformado en una de las guerras más multitudinarias, violentas,
crueles y complejas de la reciente historia, adquiriendo ya para mi el
apelativo de mundial no tanto por su extensión como por el número de actores
implicados. En Siria hay varias guerras simultáneas. Por un lado está la guerra
civil entre los sirios, que enfrenta a las fuerzas del régimen de Al Asad,
alauitas chiítas, contra la oposición moderada y radical, toda ella sunita. Esta
fue la primera de las guerras y la que continúa. Solapada con ella hay una
guerra religiosa entre chiítas y sunitas, en un nuevo episodio de la guerra
civil que se vive en el mundo del islam en varias naciones y escenarios. Los
chiítas, encabezados por la minoría alauí de Asad, reciben el apoyo de Irán, mientras
que los sunitas moderados son apoyados de manera encubierta por los
occidentales y los radicales, entre los que están Al Queda y DAESH, reciben
cobertura y financiación, no directa pero sí continuada, por parte de las
monarquías del golfo pérsico. Una tercera guerra sobre todas ellas es la de la
influencia de las potencias regionales. Los cuatro actores de este conflicto
son Irán, que trata de extender su poder vía chiísmo a través de un Irak que
controla ya en parte, las monarquías del golfo, que aborrecen a los chiítas y
ven en esta guerra la posibilidad de desbancarlos del poder en la zona y
extender su control sobre los sunitas locales, Turquía, vecino de Siria, que no
participa directamente en la guerra pero que lucha contra los kurdos, sitos en
medio de ese marasmo, aprovechando que hay bombardeos en la zona, con objeto de
reducirlos a la nada y que no alcancen sus aspiraciones de autodeterminación, y
Rusia, poseedora de bases militares en Siria, que hasta hace poco apoyaba
diplomáticamente al régimen aliado de Al Asad y que ahora actúa militarmente de
su parte, con la peregrina excusa de lanzar una de cada cinco bombas que arroja
contra DAESH. Dos de los actores que hemos mencionado en este embrollo no
tienen estado, pero actúan como tales, y son los kurdos y DAESH. Lo cierto es que
los kurdos son los únicos que están poniendo tropas sobre el terreno en la
lucha directa contra los yihadistas asesinos, nadie más lo hace, y reciben como
premio los bombardeos del ejército turco. DAESH, al que todos dicen odiar, pero
no es combatido unánimemente, sí que va contra los demás actores (y todos
nosotros, por si lo dudan), y observa con alegría como los rusos, que dicen
atacarle, debilitan a la oposición a Al Asad y los turcos a su enemigo kurdo,
por lo que gracias a este desmadre han podido, a lo largo de los pasados meses,
consolidar sus posiciones sobre el terreno, fortalecerse y ganar mucho dinero,
no siendo el objetivo militar común que debiera.
Los atentados de París han complicado aún más
este lío. Francia se ha lanzado a la guerra, directamente contra DAESH, y en su
petición de una coalición internacional contra ellos contaba, hasta ayer, con
cierta unanimidad de palabra, que no de obra. Pero la acción turca sobre el avión
ruso puede romper incluso esa entente verbal. Ahora Rusia y Turquía se miran
con cara de odio, y Francia, socio de Turquía en la OTAN, puede ver como Putin
decide no colaborar con sus esfuerzos en pos de la aniquilación del yihadismo. EEUU,
de mientras, desde la barrera, medio asustado y dando la imagen de que no saben
muy bien qué hacer, y China empieza a opinar sobre el tema. Y nosotros mirándonos
el ombligo electoral como si fuese el centro del mundo. Bienvenidos a la guerra
mundial siria.
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