En una semana dominada, como no
podía ser de otra manera, por los atentados de París, resulta interesante
observar cómo han funcionado los medios de comunicación tanto a la hora de
informarnos de lo sucedido como en el desarrollo de su actividad, su grado de
inmediatez, morbo, etc. Lo primero que debo decir es que, como casi siempre, y
en lo que hace a las televisiones, TVE ha dado un baño al resto, en cobertura,
rigor y seriedad. Empezando por la noche de los atentados, en la que el 24
horas llevó su programa hasta las 2 de la mañana mientras el resto de cadenas
seguían con su programación habitual, muy zafia por otra parte.
A partir de ahí el sábado, a
rebufo, todas las cadenas montaron especiales tratando de compensar el abandono
del día anterior, con resultados variados que, en general, tendían a la ruidosa
tertulia llena de expertos en terrorismo islamista que, hasta apenas unas horas
lo eran en deuda soberana, hace un par de días, de navegación aérea y de
estructuras de los Airbus. Mucho ruido y pocas nueces. Hemos visto en
televisión entrevistas a expertos de verdad en el tema, sí, pero especialmente,
otra vez, en TVE. Y esos expertos se han mostrado mucho más cautos y dubitativos
a la hora de analizar lo sucedido y sus consecuencias que muchos periodistas y
tertulianos, que lo han visto todo de una manera sencilla y obvia. París se ha
convertido en una plató televisivo mundial en el que presentadores y enviados
especiales elaboraban sus crónicas con velas, ramos y lloros de fondo. En medio
de tanto ruido la imagen serena y seria de Ana Blanco presentando los
telediarios con la patriótica torre Eiffel de fondo me ha parecido de lo mejor,
tanto por el tono institucional que transmite, muy necesario en estos casos,
como por la serenidad que aporta, en medio del mar de nervios en el que
vivimos. La prensa y radio ha actuado como suele ser habitual, de una manera
mucho más seria y rigurosa que la televisión. La noche de los atentados seguí
Onda Cero y RNE y ambas emisoras y sus profesionales dieron un buen ejemplo de
saber estar, serenidad y control de los nervios. Nervios que, por lo sucedido,
y por la prisa para ser los primeros, han causado más de un disgusto. La
habitual carrera por ser el primero en contar algo, llevarse la audiencia y
colgarse unos galones, en un tema que casi todo el mundo dejó claro que no le
interesaba el viernes, mientras sucedía, ha generado muchos errores,
desmentidos y equívocos, todo ello en medio de la lógica confusión de unos
sucesos que nos desbordan. El resultado del asalto de Saint Denis del Miércoles
se supo de manera precisa ayer jueves. Querer correr mucho hace que los
patinazos, golpes y accidentes crezcan. Internet puede ser un gran aliado para
lograr información, pero también una fuente de errores. Ser periodista no es
leer lo que se publica en twitter y redifundirlo, sino algo mucho más serio. Y
en esta crisis se ha visto clara la diferencia entre los profesionales de los medios
que antes he mencionado y otros, que pueden competir en igualdad con los
primeros en materias de escasa trascendencia, pero que ante la crudeza del
terror, ante las noticias de gravedad extrema como la que nos ha sacudido,
muestran una endeblez y falta de consistencia preocupantes, por no hablar del
sesgo y soberbia de algunos de los opinadores que nos regalan sus diatribas tertulianas
sea cual sea el asunto, sin saber de él. Así mismo, resulta ridículo ver a
cientos de personas que, en las redes sociales, sin saber nada de periodismo,
afirman que todos lo hacen mal menos ellos mismos, en una nueva manifestación
de esa manía hispánica de apedrear a los demás por todo lo que hacen y
absolverme a mi mismo de hasta lo que no hago. Antes se hacía en privado, ahora
por internet, peo da igual, Es la misma soberbia del que nada sabe y de todo
cree que entiende.
Crisis como estas demuestran hasta qué punto es
necesario contar con un periodismo serio, profesional, competente, estable y
bien pagado, que permita tirar de experiencia, que no abuse de la emoción y tenga
el rigor y la serenidad por bandera, aunque eso de menos audiencia. Los articulistas
de la prensa enviados a París han estado, en este caso, por encima de sus compañeros
audiovisuales, la radio por encima de la televisión, TVE por delante del resto
de cadenas, y la información, en general, ha predominado. Por último, un
detalle. En esta ocasión tampoco hemos visto imágenes de cadáveres ni de otro
tipo, tan habituales en España. En el debate sobre la ocultación y la exposición
en Francia ha ganado la primera. Interesante aspecto a reflexionar por parte de
una sociedad, la española, muy amante del morbo.
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