Lo que están haciendo Artur Mas y
sus descarriadas huestes es contaminar la democracia hasta hacerla
impracticable, y de mientras el cielo de Madrid presenta una situación análoga,
solo que no se trata de ninguna metáfora, sino de auténtica mierda, polución
estancada tras varios días de anticiclón estable que no mueve una hoja y menos
todo el humo que emitimos a la atmósfera. Hoy
por primera vez se impone el límite de circulación a 70 km/hora en la M30 y
accesos a la ciudad. No se si la medida es útil o no, porque cuando se
generan atascos nadie se mueve y se emite tanto o más que en movimiento. En todo
caso, ojo con la velocidad y radares.
La mayor parte de la
contaminación urbana de las ciudades occidentales ya no proviene de la
industria, sino de los coches, los millones de coches que emiten partículas y
gases y que se mueven sin parar por ella. En las ciudades de los países
emergentes, a esos millones de vehículos debemos sumar las industrias sitas en
las urbes, que emiten una barbaridad, pero no es este nuestro caso. Y es este,
el de la contaminación, uno de esos problemas complejos que tienen difícil
arreglo, porque se genera tras la agregación de millones y millones de
decisiones individuales en las que la frase “pero si yo apenas contamino” es
cierta. Un solo coche no genera mucho humo, mil sí, millones muchísimo. La
contaminación urbana sólo desaparecerá de las ciudades cuando por ella circulen
vehículos que no emitan, así de simple. Hasta entonces hay un lento y
complicado camino de reducción, que pasa por medidas severas como la
implantación de peajes o las matrículas alternas, que no solucionan el
problema. Sólo la renovación del parque móvil es el camino seguro. Una vía para
reducir de manera efectiva hasta llegar a ese ansiado cero de emisiones es la
de potenciar el transporte público para sacar coches de las ciudades,
transporte que debe ser eficiente, rápido, frecuente (ay, metro de Madrid,
dónde quedaron tus antiguas y maravillosas frecuencias de paso…) y limpio. Una
flota de autobuses urbanos que emitan muchísimo hace poco servicio a la
limpieza. Siendo como es la flota de autobuses, por definición, un tipo de
vehículo de intensidad máxima de uso, escasa distancia de desplazamiento
respecto a sus bases y pernoctación obligada en las mismas, es el candidato
perfecto para que sea completamente eléctrico. Aún con las baterías actuales,
que dejan mucho que desear, la regularidad de paso y estacionamiento de los
autobuses los hace perfectos de cara a poder ser electrificados en su totalidad
y recargados en los puntos de reposo en la cabecera de las líneas y zonas de
estacionamiento. Con eso eliminaríamos de la lista de contaminantes a cientos,
miles de mastodontes que día tras día echan sin parar humos, entre otras cosas
porque no se detienen a lo largo de toda la jornada. ¿Por qué no se hace algo
así? Sería un plan costoso, lo se, y a medio plazo, no generaría efectos en un
instante ni nos aliviaría el problema que tenemos esta semana y que seguirá la
que viene, pero sí se notaría en un periodo de dos a tres años. Quizás una
inversión así no genere los votos necesarios como para compensar su coste
financiero, y por eso no se hace. Esta misma política de electrificación global
se puede implantar ene l sector del taxi, aunque aquí hay más problemas técnicos. La llegada futura
de los coches autónomos también puede contribuir a reducir las emisiones. Miles
de coches deambulan en todo momento buscando aparcamiento por el centro, con el
objetivo de estar quietos, pero no pueden. Un coche autónomo que dejase a su
dueño en su destino se iría directamente fuera de la ciudad y desaparecería de
las calles hasta que su dueño lo requiriera de nuevo. Estaría por tanto fuera
de la circulación. Lo malo es que para esto queda mucho tiempo todavía. Cada
vez menos, sí, pero mucho tiempo.
Una muestra de lo poco que, en el fondo, nos
interesa el tema de la contaminación, es que ni siquiera tenemos datos seguros
de la misma. Sabemos con precisión milimétrica el estado de salud de los
jugadores de fútbol estrella, pero no podemos decir cuál es el nivel de
partículas o gases que se registran en cada momento en un punto de la ciudad
porque no hay medidores fiables instalados, en la era de la conectividad y el
big data. Aunque cierto es que esto es tanto por falta de interés del ciudadano
como por desidia planificada por parte de las autoridades y los fabricantes de
coches (no
sólo Volkswagen miente en sus emisiones). En fin, que hoy tendremos la
misma mierda sobre el aire de Madrid, el mismo anticiclón, y una discusión
nueva sobre los 70 por hora. Y pocas soluciones, muy pocas.
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