Pocas veces tenemos la
oportunidad de ver cómo una metáfora se torna en realidad. Habitualmente
decimos que el genio literario de Cervantes reluce como el sol, que es la
estrella en torno a la que orbitan las otras figuras de la narrativa española y
mundial, que su brillo se extiende a lo largo de los siglos y las distancias,
que sirve de ejemplo a todos los que alguna vez se han lanzado a la escritura,
sabiendo que la luz de su obra siempre estará como guía… muchos son los
símiles, acertados, en torno a la inmensa figura del insigne escritor ya su universal obra. Y hasta ahora eran eso,
símiles, metáforas, cervantinos juegos de palabras.
Pero ya no. Desde ayer hay una
estrella de verdad, que está en el Universo, que se llama Cervantes, por
decisión de la Unión Astronómica Internacional tras la votación popular que
tuvo lugar en Internet desde mediados de agosto a finales de octubre. La idea
era bautizar con un nombre “humano” al sistema Mu Arae, sito a casi 50 años luz
de distancia, muy cerca de aquí en términos astronómicos, en la constelación de
Ara. El sistema Mu Arae tiene una estrella en su centro, de tamaño y
luminosidad similar al Sol, aunque un poco más vieja y, conocidos hasta la
fecha, cuatro planetas que orbitan en torno a ella. La propuesta española,
ganadora finalmente, consistía en bautizar como Cervantes a la estrella y poner
los nombres de Quijote, Sancho, Rocinante y Dulcinea a los cuatro planetas, en
un homenaje interestelar a la más famosa de las obras del genio de Alcalá de
Henares. Casi el 70% de los votos recogidos por la UAI se han decantado por
esta propuesta, y desde ayer la elección es oficial. El nombre de Cervantes
competía con otros que, en general, se decantaban por la mitología clásica.
Palmira e Hypatia han quedado como medallas de plata y bronce en este
interesante y bello concurso, y resulta llamativa la ventaja en votos que el
literato hispánico ha logrado respecto al resto de sus dignos competidores. Así
que ya sabe usted, hoy es el día en el que en una constelación que es bastante
difícil de ver en España, porque si no me equivoco está sita en el hemisferio
sur, brilla la estrella cervantina. Este nombramiento cubre el habitual y crónico
déficit de denominaciones nacionales que podemos observar a la hora de ver
mapas de cuerpos ajenos, como suelen ser La Luna o Marte. En ellos dominan, por
encima de todos, los nombres clásicos de origen latino, pero de haber algún
nombre propio no tengan duda alguna de que se tratará de denominaciones
anglosajonas. Esto tiene sentido, porque es quién descubre quien nombra. Ver
los mapas de California o Florida da una buena idea de qué país es el que los
conquistó, lo mismo que un paseo por la Luisiana te hace recordar a un
Versalles tropical. La ciencia española, habitualmente arrinconada por la
desidia de los gobernantes y, para que negarlo, el desinterés de gran parte de
la población, ha visto cómo sus representantes actuaban, en muchos casos, como
auténticos quijotes, y a veces de manera literal, tomados por chalados por
muchos, debiendo enfrentarse a reales molinos encarnados por administraciones
obstaculizadoras, financiación escasa y olvido, y buscando siempre el bálsamo
de fierabrás del reconocimiento de su trabajo y la aceptación y validez de sus
descubrimientos. En otras naciones, con mayor visión científica y empresarial,
saben que sus investigadores son un pilar fundamental de su sociedad, tanto por
lo que descubren como por el innegable rendimiento económico que puede surgir
de sus trabajos. En estos aspectos, en España, seguimos a años luz de
distancia, a veces parece que mucho más lejos aún que la distante, ahora más cercana
estrella Cervantes.
Como participante en la votación, creo que lo
hice en torno a septiembre, me siento muy alegre por el resultado y por la
infinitésima parte del mérito que me corresponde. Y quiero desde aquí dar
las gracias a Javier Armentia y a todo el equipo del Pamplonetario que, con
la sabiduría de Sancho y el atrevimiento de Quijote, se embarcaron un día en
esta aventura a lomos de un Rocinante que hemos acabado siendo miles y miles de
personas en todo el mundo, enamorados de la Dulcinea que representa la ciencia,
en este caso la Astronomía, y de su hermanamiento con la literatura, en una
conjunción estelar de belleza sin par. Suyo es el mérito de lanzarse a esta
aventura, y como tal hay que reconocérselo.
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