sábado, diciembre 19, 2015

Es verdad, la Fuerza ha despertado

Ayer por la noche, muchos volvimos a vivir la magia del cine. Una magia basada en una historia bien contada, en unos efectos espectaculares, en un relato entretenido, con chispa, con gracia, con intriga, con momentos emotivos, trágicos. Una magia basada en unos personajes que, hace ya mucho tiempo, desde una galaxia muy lejana, dejaron de ser encarnaciones de actores, nombres y referencias, para convertirse en mitos modernos. Ayer la Fuerza, ese concepto etéreo y místico que surgió a finales de los setenta, se desbordó, otra vez, en una sala de cine.

Es muy difícil hablar del Episodio VII de Star Wars sin desvelar algo de lo que pasa a lo largo de su metraje, pero no tenga miedo, amigo lector, porque no voy a cometer semejante sacrilegio. Sólo quiero reiterar el hecho de que, por esta vez, esa inmensa campaña de promoción, marketing y negocio relacionada con la franquicia de las Galaxias está apoyada en una excelente película de aventuras que, en continuo homenaje a sus viejas hermanas IV, V y VI, y orillando las técnicas virtuosas pero efectistas de las, simplemente correctas, películas de la primera trilogía, logra que el público se vuelva a reenganchar a una historia compleja, de buenos y malos, de familias enfrentadas, de sagas que se suceden a lo largo de las décadas en una galaxia por la que no pasa la innovación pero sí la lucha, esperanza y deseo de venganza y redención. Un guión fresco, que contiene la trama necesaria, los giros debidos, y las sorpresas, buenas y malas, que le otorgan credibilidad. Un plantel de actores, veteranos y noveles, que hacen un trabajo muy correcto, especialmente Harrison Ford, que encandilará a todas, todas, todas, y la protagonista femenina, Daisy Riley, que da a su personaje Ray la credibilidad y complejidad necesaria. Un villano correcto, que en línea con las últimas tendencias, se muestran en ocasiones débil, dudoso, poliédrico, que aspira a seguir los pasos de Darth Vader pero que, en ningún caso, ni en el personaje figurado ni en el guión, trata de suplantarlo. Un droide, BB-8, lleno de gracia y personalidad, digno heredero de R2 D2, y unos efectos y presupuesto apabullante, que se distingue en todo momento, pero que se encuentra al pleno servicio de la historia, que no abusa de la realidad virtual y hace que, en todo momento, estemos más pendientes de lo que les pasa a los personajes que del diseño de vestuarios, interiores y demás parafernalia. Una película adulta, con escenas de acción en donde no se abusa de la violencia gratuita, pero que en ningún momento se rehúye de la misma, que es dosificada con tino y que, en las batallas decisivas, se muestra con toda la crudeza y seriedad necesaria. Unas escenas y caracteres que nos devuelven al pasado mítico de la saga y que logran emocionar a los espectadores que, en muchos casos, han visto, hemos visto, las películas viejas y nuevas tantas y tantas veces como para sabérnoslas casi de memoria…. Y una música, una atronadora, incesante, gloriosa música de un John Williams que está en los cielos de esa galaxia mítica, que logra dar cuerpo a cada escena de una manera precisa, certera, completamente ajustada. Sus dos horas, o más, de música, son monumentales y logran cuadrar el círculo que aúna ilusión, añoranza, modernidad y espectáculo en grado sumo.

JJ Abrams, el director, no tenía en sus manos un proyecto, no. Se hizo cargo de un mito moderno, de una responsabilidad inmensa de cara a los seguidores y al pasado de una saga que trasciende más allá del cine. Y su trabajo lo encumbrara a lomos de legiones de fieles que han visto colmadas sus expectativas, sí, pero también y, sobre todo, por los que siguen acercándose al cine en busca de entretenimiento de calidad, disfrute adulto, aventuras con las que pasar un buen rato, divertirse y salir feliz y satisfecho. Abrams, en tiempos de infantilismo digital, ha triunfado. Ha logrado despertar la Fuerza que se creía perdida.

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