jueves, diciembre 10, 2015

Le Pen ya tiene poder, y Trump lo busca

Estamos rodeados de ambiente electoral, no sólo propio, sino también ajeno. El pasado fin de semana tuvieron lugar elecciones legislativas en Venezuela, con una esperanzadora victoria de la oposición al chavismo, y primera vuelta de las regionales en Francia, en las que el Frente Nacional se convirtió en la formación más votada. Le Pen hija, pese a que pueda perder algunas regiones en segunda vuelta (la única manera de que, de verdad, gobierne la lista más votada) tiene en sus manos casi la mitad del poder local francés. Solo pensarlo da miedo, imaginarlo es pavoroso.

Ese triunfo en Francia me ha generado un cierto consuelo respecto a la situación política en España. Me explico. Sometidos como hemos sido a una devastadora crisis, cuyas secuelas van a ser muy muy largas, las distintas alternativas políticas en España luchan por el votante centrado, y huyen de exabruptos derechistas o izquierdistas. Vacunados como seguimos ante movimientos fascistas por el pasado dictatorial, los discursos comunistas de Podemos espantan tanto que sus líderes, más por tacticismo que por convicción, han decidido esconderlos. Y eso, que sea el voto moderado el que decida quién accede al poder, es una buena noticia en sí misma, de la que debemos sentirnos orgullosos. En Francia el panorama es muy distinto. Es un país mucho más rico y culto que nosotros, desarrollado en un amplio sentido de la palabra, que enfrentado a la misma crisis que nosotros, que allí ha tenido una incidencia mucho menor (basta con ver las estadísticas de paro) se ha lanzado en brazos de movimientos populistas, xenófobos y radicales en todos los sentidos del término. El Frente Nacional es una vergüenza como partido, portador de un discurso insoportable que, en manos de su fundador, llegó a defender el negacionismo del holocausto. Marine Le Pen, su hija y actual máxima dirigente, tras haber ejecutado el ritual del “asesinato” del padre, ha demostrado ser más lista que su progenitor, y en este caso lista es sinónimo de peligrosa. Ha modulado su discurso racial en función del público al que se dirige, ha modernizado la formación y su estética, y lanzada a por todas, ha visto en la crisis y los perjudicados por la misma el perfecto caldo de cultivo en el que cocinar sus recetas, caducas, falsas y peligrosas, pero que consiguen atrapar electores. Es entre los desempleados y trabajadores de clase media y baja donde Le Pen logra sus mejores resultados. Asusta pensar que esas personas, golpeadas por la crisis, ven en un discurso más propio de los años treinta del siglo pasado la solución a sus problemas. Y lo votan, y lo vuelven a votar. No hay elección en Francia desde hace bastantes años que no muestre un continuado ascenso de los registros de voto de Le Pen y sus hordas. Ha conseguido asustar a la derecha clásica, encabezada ahora por un Sarkozy que ve como sólo radicalizando su discurso puede mantener una segunda posición honrosa, no a gran distancia de la vencedora. Y el socialismo francés, cada vez más hundido, no logra obtener un resultado que pueda considerar como un suelo a partir del cual reconstruirse. La decisión de Hollande de retirarse en varias regiones y pedir expresamente el voto para Sarkozy frente a Le Pen es toda una humillación. En estas elecciones han jugado un papel decisivo, también, los atentados de París, que han sido gasolina para el motor de la xenofobia de Le Pen. El resultado francés, visto desde cualquier óptica, es muy preocupante, y requiere que nos paremos un poco a pensar cómo, desde la moderación, Europa puede revertir una situación así.


Pero no sólo es Francia. Polonia hace unos meses, Hungría desde hace tiempo, poseen gobiernos que no están girados hacia la derecha, no, sino que viven en el más zafio de los populismos, y suponen un riesgo para el desarrollo económico y social de sus naciones y para el futuro del proyecto europeo. Y en EEUU Donald Trump, un sujeto salido de una muy mala película, proclama un discurso abiertamente xenófobo y, sobre todo, estúpido, que no se si por cachondeo o no, es respaldado en las encuestas por los posibles votantes republicanos. Daría risa si no fuera porque da pena y ,cada vez más, miedo. El panorama político de cara a 2016 pinta sombrío en nuestro vecindario.

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