miércoles, diciembre 09, 2015

El debate lo ganó Antena3

Supongo que ustedes también vieron el debate a cuatro de la noche del Lunes, celebrado por la corporación A3Media y retransmitido por sus canales de televisión y radio. Una fantástica audiencia de nueve millones de espectadores, con picos de más de diez, hacen de que la probabilidad de que algunos lectores lo siguieran, en todo, en parte, a ratos o a saltos. Como ya se ha escrito muchísimo sobre los aciertos y errores de cada uno y sobre quién ganó o perdió no les voy a insistir en ese punto. Quiero centrarme en el papel de los medios y en la objetividad con la que tratan estos debates y, en general, las exclusivas.

Hace una semana El País organizó el primer debate a cuatro de la historia de España, finalmente reducido a tres, que podía seguirse por Internet, y al que luego se sumaron algunas cadenas de TDT. Durante los días anteriores eran varias las páginas del periódico dedicadas al mismo y, el día después, no todo, pero muchísimas de las páginas de la edición se dedicaban a glosar hasta los mínimos detalles de lo que habíamos visto y lo que no. Un despliegue apabullante. Ayer, en su edición de Martes, el país apenas dedicaba una página al debate de Antena3. Teniendo en cuenta que el efecto de este segundo debate ha sido mucho más importante que el del primero, el contraste en atención resulta aún más llamativo. ¿Por qué pasa esto? La respuesta es obvia. El primer debate lo organizaban ellos y para ellos era lo más importante, y el segundo lo organizaban otros y, por tanto, seguirlo era promocionar a una empresa competidora. Esta mala actitud por parte de El País es exactamente la misma que siguió Antena3, solo que justo al revés. Apenas hizo mención de pasada en sus informativos y webs (la radio es otra cosa) al primer cuarteto – trío, y sobre el debate del lunes montó un especial televisivo que ríase usted de las coberturas de la “champion”. El objetivo de ambos era el mismo, rentabilizar al máximo el producto propio, conseguir la mayor cantidad de audiencia posible y, obviamente, ganar pasta. Esto, que visto desde la óptica empresarial no tiene discusión alguna, se torna escurridizo, por lo menos, desde el punto de vista de las noticias. Resulta muy peligroso comprobar nuevamente que es noticia no lo que realmente lo sea, sino aquello por lo que se ha pagado para poder cubrirlo. Esto es algo que sucede mucho en los deportes. Si recuerdan, cuando TVE tenía los derechos del mundial de motociclismo, había días en los que parecía que los telediarios de fin de semana los iban a presentar subidos a unas motos, porque sólo se hablaba de eso. Una vez que perdió los derechos, el resultado de esas carreras, que la verdad ni me van ni me vienen, aparece como un comentario breve al final de un bloque deportico comandado por el fútbol. ¿Las motos ya no son el acontecimiento trascendente que lo eran? Sí para sus seguidores, y también para el canal que ahora tenga los derechos y le de el mayor bombo posible. Pero no me negarán que el contraste no resulta ridículo. Pues bien, me preocupa mucho que este comportamiento, bastante infantil en el fondo, salte de materias intrascendentes como son las deportivas a asuntos realmente serios. Ya desde hace tiempo los informativos (bastante malos) de la cadena privada más vista se rigen por la audiencia, y el morbo de los sucesos vende más que las noticias internacionales, por lo que muchas veces Siria se convierte, con suerte, en un breve en ese espacio informativo en medio de sucesos truculentos que, sin que logre entenderlo, arrebatan al espectador medio.

Lo peor de un proceso de este tipo no sólo es el hecho de que debilite a la cadena o medio que lo emite, que también, sino que puede llegar a distorsionar completamente la percepción de la realidad que tiene el espectador de lo que realmente pasa en el mundo. En una época con toda la información y muchísimo ruido al alcance de la mano, la mayoría de los ciudadanos, electores o no, se informan usando pocos medios, y la expresión “lo han dicho en la tele” sigue siendo una fuente argumental muy sólida. Por ello, la necesidad de comparar entre medios, canales, periódicos y fuentes de información, que siempre ha sido básica, lo es cada vez más. Pero eso requiere un esfuerzo activo por parte del consumidor de información. ¿Queremos hacerlo?

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