Mañana empieza la campaña
electoral de las elecciones generales (sí, sí, ya oigo sus carcajadas) y los
debates serán, esta vez más que nunca, uno de los ejes fundamentales de la
misma. Los mítines caminan hacia su extinción y, dadas las fechas, juntar a un
montón de jubilados en una plaza de toros a la hora del telediario de la noche
puede matarlos de frío, así que todos serán a cubierto, en recintos medianos
donde será fácil llegar al lleno sea el partido que sea el convocante. Pero
reitero, esta será la campaña de los debates.
Ya
hemos tenido uno a cuatro, que se quedó en tres, el lunes que viene
tendremos otro a cuatro y luego habrá un cara a cara Rajoy Sánchez en formato
clásico, con Manuel Campo Vidal y todo. El debate de este lunes pasado, que no
pude ver en su totalidad, fue un buen reflejo del escenario político en el que
estamos. Al mismo acudieron los cabezas de lista del PSOE, Ciudadanos y
Podemos, y el PP rechazó la invitación, ofreciendo a Soraya o a otro nombre,
pero en ningún caso a Rajoy. Adujo el presidente una agenda muy ocupada, que la
tiene, aunque a veces saca sitio para retransmitir partidos de fútbol. Días
después de la renuncia el Génova debieron darse cuenta del error estratégico
que suponía la imagen de un atril vacío, y Rajoy decidió que volvería rápido el
Lunes de la cumbre de París para dar una entrevista en Telecinco a las 21,
justo a la hora en la que empezaba el debate del trío, contraprogramando.
Apenas pude ver la entrevista, llegué tarde a casa, y vi algo más del debate,
sobre todo porque se extendió bastante más de lo inicialmente previsto, pero en
ambos casos quedaba claro que la televisión, que ha sido la plaza en la que se
ha jugado la legislatura, volverá a ser definitiva en este tramo final de la
campaña. Rajoy juega el papel de estadista que sólo acude a debates con el jefe
de la oposición, oposición socialista que le interesa sea lo más fuerte
posible, y desprecia al resto de aspirantes, por considerarlos carentes de
experiencia. Es un guion sabido, efectista, que tiene parte de razón y que
engancha a cierto público. El resto de candidatos, enfrentados tanto entre sí
como contra el PP, juegan la baza de la renovación, de la limpieza, de no poder
ser pillados en renuncios ni en corruptelas porque no han gobernado. Es una
estrategia diametralmente opuesta, que también tiene sus ventajas e
inconvenientes. La principal baza de esta forma de actuar es que estos partidos
creen que la sociedad española, baqueteada tras años de crisis, está en esa
onda de novedad, de manos limpias, de ausencia de corruptelas y necesidad de
reformas, y que su discurso tiene ahora una oportunidad mayor que en cualquier
otro momento electoral. Es obvio que estas elecciones van a ser distintas a
todas las anteriores, no por el hecho de que no vaya a haber mayorías
absolutas, sino por la presencia en el Congreso, en dimensiones aún imposibles
de precisar, de cuatro formaciones políticas de ámbito nacional que se van a
disputar el poder. Parece claro a día de hoy que el PP va a ser el partido más
votado y el que conseguirá mayor número de escaños, y todo apunta a que el
PSOE, Ciudadanos y Podemos se situarán en ese orden por detrás, pero las
encuestas, siempre variables, son veletas sitas en el huracán en estos tiempos
de locura demoscópica. Algunos sondeos dan a Ciudadanos la segunda posición,
cosa que a día de hoy me parece muy aventurada, pero está claro que vamos a un
Congreso inédito y, desde luego, a un juego de alianzas y partidos como nunca
hemos visto en España. Guste o no, eso es así.
Por eso, la idea de Rajoy de
rehuir al resto de contrincantes y sólo presentarse al debate a dos, “como siempre
ha sido” me parece un profundo error estratégico. Se puede vender como se
desee, pero el PP sabe que se equivoca en cuestión de imagen y de mensaje. Y
sabe aún más que a partir del Lunes 21 va a tener que sentarse con esos cuatro
grupos para negociar un gobierno que, puede llegar a encabezar o no, en función
de los resultados finales. La estrategia de esconderse de Rajoy, que a veces
funciona, me parece un error muy claro en esta ocasión. Será difícil saber qué
efecto va a tener sobre el resultado final, pero desde luego creo que será
negativo.
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