miércoles, diciembre 02, 2015

Debates electorales para uno, dos, tres y cuatro

Mañana empieza la campaña electoral de las elecciones generales (sí, sí, ya oigo sus carcajadas) y los debates serán, esta vez más que nunca, uno de los ejes fundamentales de la misma. Los mítines caminan hacia su extinción y, dadas las fechas, juntar a un montón de jubilados en una plaza de toros a la hora del telediario de la noche puede matarlos de frío, así que todos serán a cubierto, en recintos medianos donde será fácil llegar al lleno sea el partido que sea el convocante. Pero reitero, esta será la campaña de los debates.

Ya hemos tenido uno a cuatro, que se quedó en tres, el lunes que viene tendremos otro a cuatro y luego habrá un cara a cara Rajoy Sánchez en formato clásico, con Manuel Campo Vidal y todo. El debate de este lunes pasado, que no pude ver en su totalidad, fue un buen reflejo del escenario político en el que estamos. Al mismo acudieron los cabezas de lista del PSOE, Ciudadanos y Podemos, y el PP rechazó la invitación, ofreciendo a Soraya o a otro nombre, pero en ningún caso a Rajoy. Adujo el presidente una agenda muy ocupada, que la tiene, aunque a veces saca sitio para retransmitir partidos de fútbol. Días después de la renuncia el Génova debieron darse cuenta del error estratégico que suponía la imagen de un atril vacío, y Rajoy decidió que volvería rápido el Lunes de la cumbre de París para dar una entrevista en Telecinco a las 21, justo a la hora en la que empezaba el debate del trío, contraprogramando. Apenas pude ver la entrevista, llegué tarde a casa, y vi algo más del debate, sobre todo porque se extendió bastante más de lo inicialmente previsto, pero en ambos casos quedaba claro que la televisión, que ha sido la plaza en la que se ha jugado la legislatura, volverá a ser definitiva en este tramo final de la campaña. Rajoy juega el papel de estadista que sólo acude a debates con el jefe de la oposición, oposición socialista que le interesa sea lo más fuerte posible, y desprecia al resto de aspirantes, por considerarlos carentes de experiencia. Es un guion sabido, efectista, que tiene parte de razón y que engancha a cierto público. El resto de candidatos, enfrentados tanto entre sí como contra el PP, juegan la baza de la renovación, de la limpieza, de no poder ser pillados en renuncios ni en corruptelas porque no han gobernado. Es una estrategia diametralmente opuesta, que también tiene sus ventajas e inconvenientes. La principal baza de esta forma de actuar es que estos partidos creen que la sociedad española, baqueteada tras años de crisis, está en esa onda de novedad, de manos limpias, de ausencia de corruptelas y necesidad de reformas, y que su discurso tiene ahora una oportunidad mayor que en cualquier otro momento electoral. Es obvio que estas elecciones van a ser distintas a todas las anteriores, no por el hecho de que no vaya a haber mayorías absolutas, sino por la presencia en el Congreso, en dimensiones aún imposibles de precisar, de cuatro formaciones políticas de ámbito nacional que se van a disputar el poder. Parece claro a día de hoy que el PP va a ser el partido más votado y el que conseguirá mayor número de escaños, y todo apunta a que el PSOE, Ciudadanos y Podemos se situarán en ese orden por detrás, pero las encuestas, siempre variables, son veletas sitas en el huracán en estos tiempos de locura demoscópica. Algunos sondeos dan a Ciudadanos la segunda posición, cosa que a día de hoy me parece muy aventurada, pero está claro que vamos a un Congreso inédito y, desde luego, a un juego de alianzas y partidos como nunca hemos visto en España. Guste o no, eso es así.


Por eso, la idea de Rajoy de rehuir al resto de contrincantes y sólo presentarse al debate a dos, “como siempre ha sido” me parece un profundo error estratégico. Se puede vender como se desee, pero el PP sabe que se equivoca en cuestión de imagen y de mensaje. Y sabe aún más que a partir del Lunes 21 va a tener que sentarse con esos cuatro grupos para negociar un gobierno que, puede llegar a encabezar o no, en función de los resultados finales. La estrategia de esconderse de Rajoy, que a veces funciona, me parece un error muy claro en esta ocasión. Será difícil saber qué efecto va a tener sobre el resultado final, pero desde luego creo que será negativo.

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