miércoles, julio 20, 2016

Erdogan detiene a toda Turquía

El concepto de purga es viejo, pero quizás quienes llegaron hasta el extremo en su uso y refinamiento fueron los regímenes comunistas del siglo XX. Cada vez que el líder amado (y todopoderoso) caía, y era sustituido por otro gerifalte igualmente amado (y todo poderoso) los fieles al caído eran eliminados, muchas veces de manera literal, mientras ascendían a los puestos de responsabilidad las camarillas del nuevo hombre fuerte de la patria. Eran sabedores de que su destino, fortuna y, desde luego, vida, estaban unidos a su líder. El fin de éste era su propio fin. Y por eso lo defendían hasta el último de sus alientos.

Quizás inspirado en estos profesionales de la purga, Erdogan ha puesto en marcha la suya en una Turquía donde, a día de hoy, todo el mundo puede ser sospechoso. Es “normal” que tras un golpe de estado se depure la cúpula militar y los golpistas y sus compinches sean arrestados. No lo es tanto que sean exhibidos ante los medios como si fueran vulgares delincuentes, humillando su imagen y dejándolos a la altura del barro delante de las masas. Pero desde que hace un par de días se supo del arresto de más de dos mil jueces, implicados según el gobierno turco en la asonada del viernes, el concepto de “normal” en Turquía viene definido por lo que Erdogan considere que lo es. Este macroarresto judicial viene a certificar que la democracia, que era débil, y creció durante un tiempo a orillas del Bósforo, se ha marchitado del todo. La independencia judicial, uno de los sacrosantos pilares del estado de derecho y de los regímenes democráticos en los que nos movemos algunos pocos afortunados, fue destruida en Turquía tras el golpe del vienes no por cañones ni bombas, sino por el puño ejecutor de un Erdogan al que nada ni nadie parece que vaya a ser ya capaz de poner freno. Ayer mismo se supo que, dentro de este proceso de encarcelamiento masivo, que va a dar mucho trabajo a los funcionarios de prisiones, el gobierno decretó la suspensión de más de 15.000 funcionarios del Ministerio de Educación. Se les acusa de colaborar con la cofradía de Fetula Gülem, el clérigo al que Erdogan sitúa como cabeza intelectual del golpe del viernes. También ayer el gobierno turco se atrevió, por fin, a pedir una orden de extradición forma a EEUU reclamando la cabeza del citado Gülem, que vive en una mansión sita en el estado de Pensilvania, con lo que pone en un brete aún mayor al gobierno de Washington. Brete que comparte con el resto de cancillerías occidentales. Turquía, un aliado estratégico, sito en un lugar convulso, miembro de la OTAN desde hace décadas, abandona una vía autoritaria y se dirige a toda velocidad a una dictadura absoluta en la que será Erdogan el único poder. ¿Qué se opina al respecto en Washington, Berlín o Bruselas? Nada, de momento nada. Ni una palabra. Se esperó la noche del viernes para ver quién iba ganando y, una vez sabido, sumarse al bando victorioso. Pero la deriva de Erdogan hace que el resto de socios se van obligados a posicionarse ante un comportamiento completamente inadmisible. La UE ha hecho algunos comentarios sobre la imposibilidad de retomar las negociaciones de adhesión con Turquía si sigue esta deriva y se aprueba la pena de muerte, sabedora la UE de que su problema de fondo no es la incorporación de nuevos países, sino evitar la marcha de los que ya están dentro. La OTAN, que es la alianza estratégica en este caso, permanece muda y, sospecho, asustada por el papelón que tiene ante la mesa.

En estas condiciones, vaticinar el futuro de Turquía se antoja muy difícil, pero si parece obvio que la situación será peor que la que existía antes del intento de golpe de estado. Las inversiones extranjeras en el país caerán, su economía, ya tocada por el hundimiento del turismo, se contraerá y las libertades pueden perecer ahogadas en la dictadura del líder supremo de la nación. Si yo viviera allí me plantearía seriamente la opción de largarme, si es que no estuviera ya detenido, junto con tantos miles, acusado de no pensar igual que el adorado y todopoderoso hombre fuerte del país. Es deprimente ver cómo la historia repite sus errores. Las purgas son sólo el primer paso hacia las dictaduras. En ello está Erdogán.

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