La intensidad a la que ha llegado
nuestra adicción al Smartphone rompe todos los límites conocidos. Es cierto que
con las drogas “clásicas” el nivel de enganche era superior, pero afectaban a
una minúscula parte de la población, porcentajes ridículos sobre el total.
Ahora mismo van camino de ser ridículos los porcentajes de quienes no viven
pegados día y noche a su pantalla, quienes no dejan de mirarla todo el tiempo,
en todo momento. Y es Pokemon Go el último de los jueguecitos tontos que sirve
para que esa adicción, que se acaba convirtiendo siempre en negocio para
alguien, siga creciendo hasta el infinito.
Como idea de juego, el Pokemon Go
es todo un hallazgo, porque combina “realidad” y mundos virtuales en eso que se
ha dado en llamar “realidad aumentada” el jugador ve, a través de la cámara de
su móvil, nunca por sus propios ojos, la calle, plaza o bosque en el que se
encuentra, y haciendo uso de esa imagen real y la geolocalización del
individuo, el juego sitúa figuras de Pokemon en el entorno real. Da lo mismo
que fueran personajes de ese videojuego o no, podrían ser figuritas de ajedrez
o de lo que sea. Pero para el jugador el lugar de “caza” de las figuras ha
pasado de ser el sofá de su casa a ser la calle, el exterior. Miles, millones
de personas lanzadas como locas a deambular por parques, jardines, aceras y
cualquier otro tipo de espacio, da igual si es merecedor de respeto o
recogimiento o no, buscando las figuritas que, de manera aleatoria, se muestran
ante sus ojos empapados de no realidad. Cazarlas, acumular puntos, competir con
otros jugadores… la dinámica del juego no es muy distinta a la de otros, pero
ha sido esa combinación de realidad y virtualidad lo que lo ha convertido en
algo tan atractivo, novedoso y, desde luego, adictivo. Desde hace un par de
semanas no hay día en el que los informativos cuenten noticias relacionadas con
Pokemon Go, especialmente anécdotas sobre usuarios que acceden a lugares prohibidos,
incidentes de todo tipo con el tráfico rodado y otras situaciones absurdas que
demuestran hasta qué punto la combinación entre aburrimiento y pasión puede ser
peligrosa. El que la policía española haya editado una pequeña guía para que no
cometamos tonterías a la hora de jugar con este software demuestra hasta qué
punto nos hemos vuelto tontos con él. Los que, alejados del virtualismo, ven
como Pokemon Go se convierte en una realidad, contante y sonante, son los de
Nintendo, empresa de videojuegos japonesa creadora del asunto, y los operadores
de móviles y vendedores de dispositivos, que han visto como este juego es el
mayor consumidor de datos y generador de tráfico de los existentes, agotando
las tarifas de la mayor parte de usuarios en muy poco tiempo y sirviendo de
señuelo perfecto para un aumento de las mismas o pagos puntuales para obtener más
espacio y velocidad, sin las que el juego pierde bastante gracia. El que
Nintendo haya más que duplicado su valor en bolsa en un par de semanas a cuenta
de este éxito es sólo una de las consecuencias económicas de esta fiebre que,
desde luego, tiene encantadas a varias empresas, que también se dedican a
capturar a compulsivos usuarios de móviles, a los que ofrecen todo tipo de
ofertas y señuelos. Y esa caza, como la de los “antiguos” juegos, se puede
hacer desde el sillón, en este caso de la oficina correspondiente. Y es que, no
lo olvidemos, Pokemon Go es, más que un juego, un negocio. Y visto lo visto,
perfecto.
La tarde del pasado Domingo la
pasé, en parte, sentado a la sombra de El Retiro, leyendo un libro. No eran
pocos los grupos de usuarios que pasaban por allí, absortos ante sus pantallas,
hablando de los Pokemon, o de cualquier otra cosa que por ellas se les
mostrase. Una tarde soleada de verano, árboles, sombras, despliegue de, para
que negarlo, belleza femenina en unas cotas difíciles de imaginar y, casi todo
el mundo, pegado a su pantalla sin hacer caso ni al paisaje ni a las chicas
que, no pocas, también miraban sus pantallas con idéntico frenesí. Hubo un
momento en que, más que un bicho raro, me sentí residente de un mundo absurdo. Será
que no estoy en la onda. Será que, desde luego, no entiendo nada. Me voy a
tener que vestir de Pokemon para ver qué se siente.
Subo a Elorrio para una semana de
vacaciones. Disfruten mucho, ojo con el calor y descansen todo lo posible. SI no
pasa nada raro, los artículos vuelven el lunes 1 de agosto.
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